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Madrid-Valencia, un matrimonio de conveniencia

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VALENCIA. La puesta en marcha en los próximos días del AVE Madrid-Valencia, la fusión practicamente por absorción de Caja Madrid y Bancaja y la aparición de un organismo tan especial como la Fundación Conexus, con fuertes raigambre institucional y participación de la crème de la empresa valenciana y alguna madrileña de tanto peso como la multinacional Telefónica, ponen de relieve un conjunción de elementos que refuerzan la nueva apuesta geopolítica de la actual Administración autonómica, una apuesta respalda -al césar lo que es del césar- por la fuerza de los votos y la mayoría absoluta parlamentaria del PP, que con toda probabiidad será revalidada en los próximos comicios de primavera.

Dejando al margen legítimas nostalgias y sueños gloriosos de lo que un día pudo haber sido el País Valenciá pero que sus defensores no supieron transmitir al resto del cuerpo social, la decidida política de acercamiento -si es que alguna vez hubo distanciamiento- de Valencia hacia el resto del Estado pero singularmente hacia su centro político y ecomómico, el que representa la gran metrópoli madrileña, es tan bueno como el que en su momento podría haber representado el nacimiento de un eje mediterráneo Valencia-Barcelona. Las causas del fracaso de éste son numerosas, se reparten entre ambos extremos y son suficientemente conocidas.

La alianza con Madrid en la que nos ha introducido el PP valenciano -ante la indiferencia y apatía de la oposición, que en ningún momento ha contado en un sentido u otro en la colaboración con, u oposición a, esta nueva estrategia geopolítica-, puede aportar innumerables ventajas a la economía y desarrollo de Valencia como extensión mediterránea del centro económico de España y como polo económico y puede que político en si mismo de la zona centro-sur del llamado Arco Mediterráneo, otro concepto seudo romántico acuñado a finales del siglo pasado y que a punto está de quedarse sin contenido.

Tiene mucho de qué beneficiarse Valencia de su alianza con Madrid en materia de infraestructuras, industria, servicios en general, transportes, turismo, intercambio comercial... Al fin y al cabo, Madrid y Valencia son ahora las dos ciudades grandes españolas más cercanas una de la otra por obra y gracia de la alta velocidad, una ventaja comparativa de la que carecen otras urbes. Hora y media para ir, cerrar negocios y volver.

Sólo los efectos de la ineficacia demostrada de la actual clase política española en general, sumado a la no imposible aparición de señales respectivas  de aldeanismo y prepotencia empresarial en cada uno de los dos polos del eje, lo cual sería perfectamente posible -repasemos los archivos-, podría frustrar el proyecto. ¿Qué pasará cuando en Madrid y en Valencia gobiernen partidos diferentes? ¿siempre será igual el reparto de sedes entre ambas comunidades, en Valencia lo 'social' y en Madrid lo 'operativo'?

Quedan años por delante para verificar la calidad del giro estratégico 'nacional' ahora impulsado desde la Generalitat y condicionado por la atracción centrífuga que la capital del Estado ejerce sobre Valencia, con el visto bueno de empresarios y financieros locales, lo qiue podría llamarse la burquesía local, en definitiva. Sólo queda desear que la decisión haya sido acertada. Valencia tiene ahora un nuevo papel en la historia de España. Ojalá lo sepa desempeñar.

 

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