VALENCIA. Cabría pedirle al nuevo gobierno que, junto a la mejora de la grave crisis económica, contribuyera a recuperar la credibilidad de la elite política, hoy considerada por la mayoría de los ciudadanos parte del problema y no de la solución. Para ello, me parece imprescindible, al menos, abordar tres grandes bloques de cuestiones.
La primera, el retorno a la pedagogía política, plasmando en medidas concreta la convicción de que los ciudadanos en la España actual no son "ni tontos ni cobardes" por utilizar una expresión de la época de la Restauración. Se nos puede, y se nos debe, explicar qué prioridades tiene el gobierno, por qué esas y no otras, qué problemas tenemos y por qué se nos piden los sacrificios que se nos piden o por qué a otros, como la banca, no parece que se la trate igual.
Si se sigue sin explicar qué se hace, la oposición sigue anclada en el no, como el PP ha hecho en esta legislatura o el PSPV en les Corts, y con la política de la bronca parlamentaria casi permanente, no habrá mejora de la credibilidad y más pronto que tarde la salud de la democracia se resentirá.
Por eso mismo, la segunda gran cuestión que una esperaría del nuevo gobierno sería el logro de grandes acuerdos. En el terreno político para la resolución de los grandes problemas del Estado que siguen pendientes cuando nos acercamos al medio siglo de democracia en España. Por ejemplo, a la hora de llevar a cabo la gestión de la paz en el País Vasco que debe de hacerse por los vascos pero también por el resto de los españoles. Para lo cual, sin duda, la memoria es importante.
Pero después de una situación como la que se ha vivido durante tantos años, también lo es el olvido y la apuesta por el futuro. El duelo perpetuo puede llegar a ser una enfermedad y el reconocimiento del dolor de las víctimas no debiera conducir a que las opiniones de éstas sustituyeran a la voluntad de todos los ciudadanos.
Igualmente es imprescindible acordar una ley de financiación de los partidos políticos que aborde ésta desde la transparencia y que establezca penas disuasorias para los que la vulneren. El caso Gürtel debiera servir también para poner medidas que eviten su repetición. Hay otras medidas de dignificación de la vida política que espero que el nuevo adopte impulsando un gran acuerdo parlamentario. Como modificar la ley electoral, mejorando la representación de los ciudadanos. Y, por supuesto, abriendo las listas electorales para que exista un incentivo real a que los diputados respondan ante los ciudadanos y no ante el secretario de organización de su partido.
Esperaría también que impulsara la aprobación de un código de conducta de obligado cumplimiento para cargos electos y funcionarios, se podría copiar por ejemplo el alemán, en relación con los regalos y demás atribuciones.
Y el tercer aspecto que es urgente acometer es el de la secularización de la Administración española y del Estado en general, que no debiera depender de la ideología del gobierno de turno sino de lo que señala la Constitución. Y ésta no define a España como Estado laico, pero si como aconfesional. Y hoy la presencia religiosa, de la religión católica que es mayoritaria pero en modo alguno única, sigue siendo abrumadora. Lo cual afecta a la simbología del Estado, que debiera ser respetuosa con todos los españoles, a la opacidad de la financiación de la iglesia católica pero también a aspectos vitales que deben quedar dentro de la voluntad individual como el derecho a la eutanasia. No se trata de obligar a nadie a ir en contra de sus convicciones; se trata de respetar las que cada uno pueda tener.
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(*) Teresa Carnero es catedrática de Historia Contemporánea de la Universitat de València