Nunca valoraremos bastante la riqueza del español. Una caña sirve como dardo verbal, expresión de sorpresa, utensilio de pesca, pastel o bebida, ¿alguien da más (caña)?
El último fin de semana de marzo los líderes de la UE se reunieron en Roma para conmemorar las seis décadas de esa unión que nos da libertad y estabilidad, al mismo tiempo en un pequeño teatro del corazón de Valencia un septuagenario catalán llamado Albert Boadella sermoneaba al público y como siempre no reparaba a la hora de dar caña: "Una Cataluña intolerante que insulta y desprecia a los disidentes del delirio catalanista. El nacionalismo estimula lo más burdo y ancestral del ser humano".
En España nos gusta dar caña tomando unas cañas, es decir, hacer política en la barra del bar. Ahí donde las opiniones son más impulsivas que reflexivas y donde la mayoría se rigen por el axioma de Pablo Iglesias: “en estepais quizá nadie podría opinar sobre absolutamente nada”, Ésta fue la respuesta que le espetó el líder podemita al periodista Carlos Alsina cuando lo desarmó preguntándole por el caso de las agresiones a guardias civiles en Alsasua y reconoció no haber leído el auto. En su descargo reconozco que si todos nos leyéramos las sentencias de los casos de corrupción política, se haría una plácido silencio nacional durante décadas.
Volviendo al teatro, no es usual encontrar sobre la escena a una persona sola, despojada de vestuario y cachivaches y superando los 70, con la excepción del genio y figura de Arturo Fernández, quien por cierto protagonizó hace unos años una obra de Boadella, Ensayando Don Juan. En esta ocasión, el debate entre Albert y Boadella es recuerdo, actualidad, crítica, libertad y porqué no decirlo, marginalidad. Pues los dardos que lanza este bufón también se dirigen a su colectivo, donde es muy difícil encontrar voces discordantes y de haberlas suelen ser silenciadas o vilipendiadas.
Una vez más da caña y muestra su desacuerdo especialmente con su sector: "los actores, un gremio que ha renunciado a la libertad, son ellos mismos quienes se encadenan al pensamiento único". Lo cual me llevó a la inevitable reflexión de que es imposible que todos piensen igual, pero una vez más el silencio es cómplice y cobarde, es más cómodo ir protegido por el grupo que salir solo a escena y cantar las cuarenta como lleva haciendo Boadella más de medio siglo como actor, dramaturgo y director. Como prueba los odios viscerales de los que ha sido blanco desde todos los bandos político/ideológicos.
Y entre tanto nos encontramos con que los máximos gobernantes de nuestra ciudad y Comunidad, aquí y en Madrid, salen elegidos (por los valencianos) como los compañeros perfectos para tomar unas cañas –según los resultados de la encuesta realizada por Madison Market Research para Cerveceros de España– y siguiendo con su impecable estrategia de marketing, han lanzado un concurso para que el pueblo opte a gozar de su presencia ante una rubia, tostada o negra cerveza.
La política y el espectáculo van de la mano en estos tiempos y nada resume mejor esta realidad que otra de las citas que el catalán regaló al auditorio: “Interpretamos el personaje con el que nos miran los demás”, nada más y nada menos. Eso es lo que saben hacer a la perfección los estrategas de Compromís, sea con cañas, camisetas o crucifijos. Adecuar el mensaje y mantener una conexión con la calle y por supuesto con sus militantes. En la política como en el arte y en la religión la forma es el fondo, porque votamos más por emociones y sensaciones que por lecturas de programas electorales, porque leer más bien poco pero tomarnos cañas las que haga falta.