VALENCIA. Los frutos del campo valenciano han jugado un papel primordial para algunos de los diseñadores valencianos 'surgidos' en los vibrantes años 80. La explosión de las empresas del mueble y del textil de aquella época, contraídas hasta bordear la extinción en la pasada década, no afectaron a la paulatina apertura de los grandes productores agrícolas y ganaderos a los que las exigencias del mercado les llevaron a confiar en el buen hacer del diseño para exhibirse en cualquier feria o lineal del mundo.
De hecho, es complejo hablar de casos de éxito de forma aislada. Muchos se conectan, ya sea por sectores o a través de los mismos diseñadores, que han generado su propio know how con estas empresas, con clústers de la exportación y con las cooperativas. Sin embargo, en el exigente mundo del vino, con los caldos españoles (Rioja a la cabeza) facturando por medio mundo, el maridaje entre Celler del Roure -entre otros reconocimientos, mejor bodega en los Premios de la Academia de la Gastronomía de la Comunitat Valenciana- y Dani Nebot -entre otros reconocimientos, Premio Nacional de Diseño- no es sólo singular; es memorable.
El amor a coste cero
"Las etiquetas que he hecho para Celler del Roure han sido posibles gracias a ellos", aclara Nebot en una jornada de invierno con gazpacho de pastores, vinos a temperatura ambiente y distensión en la bodega fonda de la marca. "Cojo cualquiera de estas etiquetas y la llevo a cualquiera de los grandes productores valencianos y me tiran a patadas según se las enseño". Pablo Calatayud, director y hombre orquesta de la empresa vitivinícola, dio con Nebot casi de casualidad, pero a la vez sabiendo que era él el que debía interpretar la marca de sus vinos para el mercado internacional.
La bodega ya tenía una referencia de importancia en el mercado, nada más nacer (Les Alcusses), pero estaba en marcha la preparación de 'un vino superior': Maduresa. En una de sus rondas comerciales -o quizá gastronómicas- por restaurantes de Valencia, Calatayud le contó el proyecto al sumiller Fernando Crespo: "me preguntó si sabía quién me iba a hacer la etiqueta y entonces le saqué el recorte de una revista". El también experto en geografía vitivinícola le dijo que aquellas gráficas eran de Dani Nebot y que él mismo les pondría en contacto. Y vaya que si les puso.
Como un fan, con un recorte de revista, Calatayud entró en el extinto estudio de la calle Lepanto de Nebot (ahora en la calle Almudín): "al entrar en aquel lugar tan bonito no paraba de pensar que nosotros no podíamos pagar lo que aquel Premio Nacional de Diseño nos pidiera". Y le contó el proyecto y Nebot bebió el vino y visitó les Terres dels Alforins: "le dije, ni me vas a pagar lo que vale ni te voy a cobrar lo que cuesta. Insistió tanto en poner una cifra que al final tuve que decirlo: nada". A la postre, con los años y los encargos, Nebot la considera "la marca mejor pagada de mi vida", pero ambos reconocen que todo partió de un "flechazo", un golpe "de amor" y "a coste cero".