El Premio Nacional de Danza estrena mundialmente Two Men en el Teatre El Musical
VALENCIA. Cuando el Ministerio de Cultura otorgó a Daniel Abreu el Premio Nacional de Danza 2014 en la modalidad de creación, el jurado destacó que el tinerfeño es "dueño de un lenguaje personal” y ha creado “un universo propio sustentado en un código original, innovador y arriesgado".
Esa autenticidad ha rubricado el frenesí creativo de su compañía, que cuenta con un repertorio de más de medio centenar de piezas desde su puesta en marcha en 2004. Y con ese sello personal ha marcado sus trabajos como director invitado para formaciones como la croata Zagreb Dance Company, la polaca Tanca Zawirowania y las españolas Nómadas y Proyecto Titoyaya. Pero el reto con el que se sube a las tablas del Teatre El Musical este próximo sábado, 3 de diciembre, implica contaminar a y dejarse contaminar por otra genialidad individual, la del israelí Ido Tadmor. Ambos coreógrafos y bailarines funden sus singularidades en Two Men.
La pieza propuesta está compuesta por tres cuadros poéticos que reflexionan sobre la fragilidad masculina. “Responden a la unidad y dualidad. Dos solos y un dúo. Se da la comparación entre esos estados, y se plasma la relación de dos hombres que podrían ser amigos, hermanos…”, adelanta el creador español.
- ¿Cómo se baila la fragilidad masculina?
- Con todo el cuerpo, con conciencia.
- ¿Cómo respondes con el cuerpo a la pregunta de qué nos hace más fuertes?
- Con la fragilidad, aceptándola y poniéndola al servicio de cada movimiento.
- En octubre visitaste la Carme Teatre con el espectáculo Equilibrio, enmarcado en un plano completamente estético y contado por mujeres, ¿se podría decir que Two Men es el reverso coreográfico de aquella pieza?
- No, esto es otro mundo. Equilibrio habla de la necesidad de los opuestos. Two men viaja por la del ser.
- Muchas de tus obras las montas con música de Madonna, de Mecano… y luego la banda sonora no tiene nada que ver. ¿Qué canciones inauditas han arropado la gestación de esta pieza?
- En esta ocasión trabajé en silencio, la banda sonora llegó a la primera y como otras veces no se trata de clichés sino de ritmos.
Los tableaux vivants de Two Men exploran la identidad, la fortaleza y el poder del hombre enmarcados en danzas, ritos y otras manifestaciones cuturales. De hecho, el proyecto nace por la necesidad que ambos creadores han tenido de mostrar los vínculos artísticos que unen a Israel y España, más allá de bañarse en el Mediterráneo.
“Ido viene de la danza clásica, y yo, de la contemporánea. Esto ya nos señala los caminos. Aún así los dos tratamos de mezclar los lenguajes, ese era el objetivo del encuentro”, apunta Abreu.
Tras el estreno, la pareja representará la obra el 6 de diciembre en el Machol Shalem Dance Festival, una importante plataforma internacional que anualmente se celebra en Jerusalén.
Por su apostura, su virtuosismo técnica y su relevancia mediática, Tadmor se ha erigido en embajador de la danza facturada en Israel. El artista nacido en Haifa acumula más de tres décadas de trayectoria, por la que ha sido merecedor del prestigioso premio Landau Prize a toda una vida dedicada a las artes.
Su carrera bascula entre los escenarios de la danza y los aledaños comerciales. Así, en su currículum se alterna su paso por la Batsheva Dance Company, las compañías neoyorquinas de Lar Lubovitch y Elisa Monte y el Ballet Scapino de Holanda con su papel como juez del Operación Triunfo israelí de la danza, Nolad Lirkod, así como papeles en series y películas, campañas publicitarias como modelo y el diseño de una línea de ropa masculina.
Empezó mayor en el mundo del baile. En concreto, pocos meses antes de incorporarse al servicio militar obligatorio. Lo que supuso una demora de otros tres años.
Para Abreu, la danza también fue una elección de madurez. Con 18 años se mudó a Madrid para presentarse a audiciones. En el currículum sólo figuraban su interés por el movimiento físico y la carrera de Psicología. La formación académica no ha resultado ser un epígrafe baladí, el bailarín destila su conocimiento de la mente en muchas de sus creaciones.
Sus montajes suelen combinar ritmos muy marcados de silencios absolutos con momentos de muchísima energía. Esos contrastes también se van a dar en su puesta en común con Ido.
Han pasado dos años de la concesión del Premio Nacional de Danza a Daniel Abreu. Entonces apuntó a que aquel era un reconocimiento a aquellos profesionales de las artes del movimiento que crean en la periferia de los circuitos oficiales, desde la diferencia.
Aunque considera que aún no tiene la perspectiva suficiente, el bailarín y coreógrafo ha apreciado que el galardón le ha permitido “llegar a diversos teatros y a más público. En concreto, este año, he estado en preciosos teatros a los que me parecía difícil acceder”.
Los laureles no le hacen aflojar el ritmo estajanovista. Ahora, aunque que ya no ha de demostrar nada, la superproducción continúa. “Sigo trabajando con la misma intensidad y con las mismas ganas. Es algo inherente, es mi trabajo. El número no es importante”.
En lo que sí ha vivido una evolución es en el ánimo con el que aborda sus obras. “Como creador estaba un poco enfadado con determinadas cosas, luego no dejé de estarlo, pero pasé al qué más da”, expone. En los últimos años, la crisis le había hecho curiosear en la lucha a través del movimiento, de ahí pasó a la redención y hoy declara que se halla en la fase de asimilación artística de la realidad “desde el amor”.