En el análisis geopolítico los sentimentalismos son peligrosos, ya que pueden provocar más daños de los que intentan evitar
El derecho al uso a la violencia para imponer la Paz es una vieja discusión. Por ejemplo, en los tiempos del belicoso siglo XX, para Max Weber, el Estado es titular exclusivo del uso coactivo de la violencia legal, siendo uno de sus elementos definitorios. Para otros, como San Francisco de Asís, en la oración atribuida a él sobre la Paz, a principios del s. XIII, se pedía hacer del orante un instrumento de la misma, “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz. Donde haya odio, déjame sembrar amor. Donde haya dolor, perdón…”, en un sentido bastante más espiritual que físico, pero que tuvo como resultado, que en la tierra más santa y conflictiva del mundo, Palestina, los franciscanos se hicieran custodios del Santo Sepulcro.
Y eso, a pesar de que a finales del siglo XI, el Papa Urbano II, en base a lo que después se definiría desde la perspectiva cristiana como Guerra Justa, o desde el ámbito secular como Ius ad Bellum, decidiera la liberación por medios militares de los Santos Lugares de Jerusalén, de la ocupación por parte de los integristas musulmanes, que habían expulsado a los peregrinos, a la par que cortaban el comercio de la ruta de la Seda, entre Occidente y Oriente. Así podríamos estar enumerando infinidad de enfoques y teorías al respecto a lo largo de la Historia.
En la actualidad, existe una renuncia a la guerra, “se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza”, por parte de la Comunidad Internacional, recogida en el artículo 2.4 de la Carta de las Naciones Unidas (ONU), confeccionada en la Conferencia de San Francisco de 1945, aunque en su artículo 51 reconocía “el derecho inmanente de legítima defensa”. Esa renuncia tuvo su antecedente en el Pacto Briand-Kellog de 1928, donde en su artículo primero se condenaba y renunciaba al recurso de la Guerra. Por cierto, y por si alguien lo había olvidado, la ONU se cimentó sobre la victoria de las potencias aliadas en la II Guerra Mundial, de la que se acaba de celebrar su 75 aniversario, y que tuvo como colofón la detonación de dos ingenios nucleares.
Esos dos episodios de explosiones nucleares, Hiroshima y Nagasaki, han sido, y siguen siéndolo, muy discutidos, especialmente en sus aniversarios. Pero eliminando el elemento subjetivo y humano, y objetivando esos dos hechos, dentro de la, muchas veces, cruel lógica de la Geopolítica y la Polemología, su uso tuvo dos beneficios para la humanidad (por supuesto, no para los pobres que murieron allí), uno directo y otro inducido. El primero fue que salvó vidas, pero si quieren, porque les pueda parece muy dura la frase, se puede reformular, evitaron que muriesen varios millones de personas más, en los combates y batallas necesarios para acabar por medios convencionales la guerra con el Japón; y en segundo lugar, al ser todos los países testigos de las atroces imágenes y la gran devastación provocada por esas dos bombas, han servido como disuasión hasta ahora, para que durante la Guerra Fría ninguno de los dos contendientes, USA-URSS, usara armamento nuclear en ninguno de los conflictos en los que se vieron envueltos.
Y en el anterior “hasta ahora”, radica el problema de la cuestión, que se llama proliferación de armamento nuclear, y su consiguiente Tratado de No Proliferación Nuclear, para evitar que todo el mundo disponga de esa destructiva arma. Pues si durante muchos años, los dos grandes han sido capaces de no usar las miles de armas atómicas de las que disponían, no se sabe si, la llegan a tener muchos países, haya algún dirigente loco-fanático que la pueda usar. Ya hemos visto las continuas crisis que existen, con ese Estado tapón de la China de Xi Jinping, llamado Corea del Norte, por ser recientemente poseedor del arma nuclear; ahora la crisis se centra sobre otro Estado totalitario, Irán, y su programa nuclear y misilístico, que sigue los pasos del dictador coreano Kim Jong-un, a pesar de los intentos de los USA y su aliado Israel de evitarlo de forma contundente, pues el resto de la Comunidad Internacional parece que no tiene mucha suerte en sus intentos.
Pero hete aquí, que unos artículos, del Wall Street Journal de este pasado 30 de julio, y del New York Times del 5 de agosto, pusieron de manifiesto el peligro de la proliferación, dado que la contraparte, o rival geopolítico regional del chiita Irán, es decir, la sunnita Arabia Saudí, estaba avanzando en un programa de desarrollo nuclear. Se teme, por el secretismo con que se desarrolla y ciertos datos, tenga un final armamentístico también, por aquello de la disuasión y los equilibrios regionales, en el golfo pérsico. Por cierto saben que país está ayudando a los sauditas a desarrollar la tecnología nuclear, pues sí, es la República Popular China, y además será con una tecnología puntera, pues uno de los proyectos, consiste en obtener Uranio del agua del mar. Por eso será, que con esas políticas incomprensibles para Occidente, como es el caso de las aplicadas con el Coronavirus, al gigante asiático le salen las cuentas, porque, si en el último trimestre con datos (II trimestre 2020) los USA caía su PIB un -9,5 %, o España tenía un -18,5% de PIB, China tenía un crecimiento positivo del PIB del +11,5 %, !!!30 puntos de diferencia respecto a nosotros¡¡¡, toda una evidencia de a quién está beneficiando la actual crisis.
Pero claro, y siguiendo con la lógica geopolítica, si hay más que dudas del programa nuclear iraní, y empiezan a haberlos con el saudí, que hará la otra potencia regional, Turquía, enfrentada a Irán en la guerra de Siria, y a Arabia Saudí por la crisis de Qatar, pues lo han adivinado, iniciar su propio programa nuclear armamentístico, más aún cuando en septiembre del año pasado, ya avisó Recep Tayyip Erdogan, que “algunos tienen ojivas nucleares y me dicen que yo no puedo tenerlas. Pues no lo acepto”, siendo en este caso el cooperante necesario y tecnológico Rusia, según parece, pues ya saben que Vladimir Putin está metido, además de en la vacuna del coronavirus, en todos los líos internacionales.
Y claro al citar a Turquía en esta ecuación de tensiones, no podemos evitar mencionar su último momento y par de fuerzas (que dirían los físicos), con la escalada que está provocando en el Mediterráneo Oriental, por las prospecciones petrolíferas y su consiguiente despliegue militar, en aguas parece ser ajenas, por mor del Neo-otomanismo de Erdogan, unido a la llamada doctrina de la Patria Azul turca. Estas acciones de las que se han quejado numerosos países, Grecia principalmente, y que han provocado entre otros el despliegue de buques y aviones de las Fuerzas Armadas francesas, está alcanzando los límites del paroxismo, y lo temible es que cualquier error de cálculo puede ser fatal.
Esperemos que la semana que viene les pueda contar como se ha producido la desescalada, y se hayan calmado las aguas en nuestro Mare Nostrum.