Viva lo París València. Los creadores urbanos Escif y Paul Loubet, ambos afincados en València, forman parte de uno de los retos culturales del año en Francia
VALÈNCIA. El creador Paul Loubet, francés, del sur, llegó a València desde Buenos Aires buscando un destino cómodo y caluroso. Lo encontró. A partir de su estilo rupestre y futurista, ha convertido su marca en en un golpe reseñable alrededor del arte urbano. Junto a Escif, artista totémico de una era valenciana, son la cuota de la ciutat en una de las iniciativas más destacadas del año en la cultura y el espacio público de París, embellir.Paris. Esto es, transformar un buen puñado de flancos degradados de la ciudad a través de las intervenciones de artistas mundiales. Una convocatoria internacional agrupó más de 700 propuestas. Seleccionaron a 21. Los valencianos Loubet y Escif concentran cerca del 15% de los trabajos.
Vamos ir paso a paso con las conclusiones, con lo que revela. Aunque hay una al vuelo. París se alimenta del arte urbano valenciano. Habría qué preguntarse qué hace València con lo propio. París ha tomado con sus manos una palanca activadora del espacio callejero. Habría que preguntarse qué hace València, -teniendo las manos apropiadas- al respecto. París ha refrendado la centralidad de València en el arte urbano, la conveniencia de agrupar lo mejor del marco internacional. Y nosotros, ¿qué?
“La escena artística de aquí es muy potente -plantea Loubet sobre València-. Hay algo muy extraño que no había visto todavía en otra ciudad: la mayoría de los artistas tiene su estilo, un trabajo coherente, simple, a veces muy minimal que no se preocupa con cosas superfluas. Para mí fue un soplo de oxígeno, al contrario de ciudades tan duras como París o Buenos Aires, donde ese agobio se refleja en mucho de los trabajos artísticos, que terminan sobrecargados de información y al final son muy barrocos. Creo que lo de València tiene que ver mucho con el estilo de vida, la luz, el clima, los espacios y la facilidad a la hora de producir. Al menos para mí, todo eso acaba reflejado en el trabajo desde que me vine a vivir aquí. Es un muy buen lugar para trabajar, eso hace que el trabajo sea bueno, que València se exporte”. Voilà, concluye Loubet al otro lado. Él mismo, trabajando en la ciutat, recibió en 2017 el premio francés Révélation art urbain.
Escif intevendrá en la escuela Keller, cerca de la Bastilla, y en una fachada del Distrito 18, ante un edificio municipal destinado a servicios municipales. “Con todas las críticas que un proyecto de estas características se presta a recibir, plantea un modelo de intervención cultural diferente”, explica el creador valenciano. “Un modelo que invita a repensar la ciudad a partir de las propuestas de diferentes artistas y creativos. De entrada es interesante que no se centra en un solo distrito, huyendo así de la posible especulación de promotores y visionarios. También el sistema de elección de proyectos se presenta original y bastante democrático. Primero estaba la participación popular que, si bien es cierto no se ha tenido estrictamente en cuenta, sí que ha permitido dar a conocer la opinión de la ciudadanía. La decisión final recaía en un jurado compuesto de 21 miembros. Las dos propuestas de mi trabajo que han seleccionado no son fáciles ni demasiado accesibles. Fueron una apuesta muy personal que partían de un proceso de trabajo poético e intuitivo alrededor de temas recurrentes en mi investigación y adaptados al contexto en el que se inscriben”.
En la intervención para el distrito 18 Escif propone un gran mural en ambas fachadas para acercarse “de manera transversal y poética a conceptos abiertos como la libertad, el trabajo de la tierra y nuestra relación con la piedra. Las piedras representadas son tantalio, un mineral obtenido al refinar el coltán, del cual la República Democrática del Congo posee el 80% de las reservas conocidas”. En la aportación para el distrito 11 prepara un mural con una secuencia donde “el canon de la belleza clásica representado por esculturas grecorromanas se ve interrumpido por el enfrentamiento de dos cuerpos en movimiento. La exploración de uno mismo desde la exploración del otro. La interacción de nuestros cuerpos con los demás nos lleva a una idea poética de la belleza”.
Mientras, Paul Loubet hará en el distrito 5 una instalación “considerada como un mausoleo futurista, compuesto por esculturas que son similares a un móvil gigante, con formas que representan drones estilizados. Los drones se pondrán en movimiento por la fuerza del viento creando una obra cinética en cambio perpetuo”. Loubet vio en esa encrucijada de la ciudad una grieta de posibilidades: “Me encantó el edificio sobre el que trabajaremos, tiene un tono muy brutalista. Es una construcción de los 60 del arquitecto Jean Willerval. Se ve que no le gustó a mucha gente ya que muy pocos se presentaron allí. Mejor para mí. El suelo estará pintado tal como los playground. Habrá un gran contraste con el gris del edificio”. “El ángulo de esa calle da sobre la entrada de una guardería de niños y muchos padres suelen esperar aquí. La intervención, por tanto, tiene un uso muy funcional”. Todas las obras comenzarán a tomar cuerpo a partir de agosto.
El proceso abierto por la municipalidad de París, con un carácter completamente global, abre dos debates: 1) el sentido del embellecimiento. A partir del propio nombre de la iniciativa, ¿de verdad se trata de embellecer el espacio público?, 2) el momento cronológico en el que los artistas toman parte de la ciudad, ¿por qué no antes de la propia construcción de nuevos edificios?
Escif y Loubet valoran ambos frentes. “Debe hacer pensar a urbanistas y arquitectos -reflexiona Loubet. Me gustaría que en vez de hacer concursos para arreglar las cosas, se lo piensen al momento de construir, y colaboren en el proceso de manera más espontánea con artistas. Antes era más habitual hacerlo así”. Escif interviene: “Mi propósito, por lo general, no es el de embellecer la ciudad, pero sí quizás el de señalar la belleza ya existente y evidenciar otras formas de mirar, de pensar e incluso de vivir las ciudades. No pretendo indicarle a nadie cómo hacer, ni pretendo juzgar si algo está bien o mal. Quizás se trate más bien de un ejercicio de introspección y de búsqueda que me permito compartir, sin demasiada pretensión al respecto. Es maravilloso cuando alguien se identifica o se reafirma con alguna de mis pinturas, pero pocas veces este proceso está en la base del enunciado”.
Loubet concluye: “No me gusta el término ‘embellecer’ porque es muy subjetivo y encima pareciera que quieren disimular algo no funcional tapándolo con algo lindo”.
Toda una carga de referencias sobre cómo capitalizar un talento ya bien reconocido. También sobre la importancia de que los propios artistas urbanos formen parte anticipada de las nuevas creaciones de la ciudad, y no solo intervengan para disimular el entuerto. Más allá de embellecer la ciudad.