Que Nvidia es la empresa de moda de los últimos dos años dentro de las empresas tecnológicas y al calor del boom de la Inteligencia Artificial, es algo que no discute nadie.
Prácticamente cada semana, me atrevería a decir que cada día, copa los titulares de los medios de comunicación, especializados o no.
Desde comienzo de año y en el momento de escribir estas líneas, sus acciones se apuntan un 175% de subida, acrecentada especialmente desde el pasado 22 de mayo tras la publicación de unos resultados trimestrales espectaculares, batiendo de largo a las más optimistas previsiones, y dejando una guía para los próximos períodos simplemente espectacular.
Tras realizar un split 10x1, el día 10 de junio, su cotización ha seguido una marcha ascendente que le ha llevado a convertirse en la empresa más valiosa del mundo por capitalización, dejando atrás a gigantes como Apple y Microsoft, a pesar de que éstas se han apuntado también importantes subidas gracias a la “poción mágica” que la Inteligencia Artificial está aportando a sus cotizaciones.
Nvidia es vista como la mayor y la primera beneficiaria de la IA, ya que domina el mercado con sus codiciados chips. Microsoft, por su parte, también es visto como uno de los primeros ganadores de la IA dada su asociación con OpenAI, que creó ChatGPT y Apple, en su última conferencia de desarrolladores, también ha anunciado que se incorpora a la carrera introduciendo en sus afamados dispositivos una buena dosis de IA.
A efectos de la Bolsa, el resultado de este último repunte tecnológico acercó al S&P 500 al hito de los 5.500 puntos, alcanzando sucesivamente varios récords históricos.
Con estos antecedentes y estas realidades, cabe preguntarse si existe la posibilidad de que estemos presenciando la formación de una gran burbuja en el sector, con el peligro que conllevaría para el conjunto de la Bolsa, teniendo en cuenta el enorme peso que tienen estas macrocompañías.
Por experiencia he de decirles que uno ya ha visto alguna que otra burbuja y algún que otro “pinchazo de burbuja”, como el protagonizado por las “punto com” a finales del siglo pasado y comienzos de éste. Muchos comparan la actual situación con aquella.
Desde luego que puede haber un paralelismo tanto en cuanto, en aquellos momentos, nadie era capaz de imaginar para qué serviría internet, de la misma forma en la que ahora nadie es capaz de imaginar para que servirá realmente la Inteligencia Artificial. Ni siquiera ahora somos capaces de identificar con claridad las empresas que componen este sector, más allá de Nvidia, y poco más relacionado con el diseño y fabricación de chips, microchips y semiconductores.
Sin embargo, creo que hay un aspecto importante en el que fijarse y que en aquel momento se obvió completamente: la capacidad de las empresas protagonistas para generar beneficios.
En aquellos años de la aparición de la “fiebre punto com”, las empresas pioneras eran incapaces de generar beneficios.
Ahora se dice que estas empresas cotizan a un PER elevadísimo, pero entonces con casi ninguna empresa podíamos hablar de PER, porque mayoritariamente daban pérdidas.
En la búsqueda de múltiplos para valorar, la vista subía desde la parte baja de la cuenta de resultados, parándose en los diferentes escalones sin dejar de ver cifras en negativo (Cash-flow, EBIT, EBITDA…).
Se llegó a valorar por ventas e incluso ¡por número de clientes potenciales!... Cuando ni siquiera se sabía si aquellas empresas llegarían a tener clientes, que generasen ingresos suficientes para generar resultados positivos en algún momento del futuro.
Afortunadamente, ahora no es así. Muchas empresas tecnológicas no solamente generan resultados positivos, sino que estos crecen en tasas interanuales en porcentajes importantes, generan caja de forma sustancial hasta el punto de que no necesitan financiación ajena para pagar nuevas inversiones o para financiar nuevos productos porque disponen de liquidez suficiente.
Es verdad que veremos empresas en los próximos años que no serán capaces de generar resultados, pero entonces eso nos dará la pista de una sobrevaloración para aquellas que incurran en esta situación.
También observamos una diferencia importante respecto a la burbuja de las “punto com”: el número de empresas relacionadas que salieron a bolsa entre 1995 y 2000 fue enorme, algo que no ha ocurrido actualmente. La inmensa mayoría de las empresas relacionadas ahora con la Inteligencia Artificial llevan años en el mercado y cuentan con una importante solidez financiera.
Otro asunto es determinar cómo evolucionará la Inteligencia Artificial y esto realmente no lo sabe nadie. La clave será determinar qué aplicaciones pueden darle no solo las empresas denominadas “tecnológicas”, sino empresas convencionales que sean capaces de aplicar a sus negocios y a su actividad los procesos de Inteligencia Artificial.
Creemos que la demanda subyacente de IA generativa se encuentra en sus primeras etapas. Si la Inteligencia Artificial generativa proporciona ahorros de costos tangibles y una mejor retención de empleados y clientes, las empresas seguirán invirtiendo en esta tecnología y esta inversión corporativa podría impulsar el negocio de la IA durante años.
La clave, como siempre, será invertir en acciones de calidad, acciones de empresas con una rentabilidad sobre el capital alta y fiable y un balance sólido. Y Nvidia, por el momento, parece que cumple esas premisas.