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NO ÉRAMOS DIOSES. DIARIO DE UNA PANDEMIA #9

De la amistad

26/03/2020 - 

VALÈNCIA. La alegría del día ha sido recibir la llamada de mi amigo Sergio. Quiero mucho a Sergio. Nos conocemos desde hace al menos veinte años, cuando combatíamos como periodistas en diferentes diarios.

Hablamos del estado de pánico en que estamos sumidos, de nuestros miedos, de lecturas para aliviar la soledad y de hallar un mínimo de esperanza para mantenernos en pie. Nos hacemos compañía unos minutos. Él también vive solo.

Me comunica una mala noticia personal y no sé qué decir. Ante una desgracia uno nunca encuentra las palabras adecuadas. Balbuceo alguna frase y le digo que lo siento.

Cuando acabe esta guerra, la guerra de nuestra generación, hemos quedado en volver a vernos en el restaurante Le Cinque Lune, en la calle Ciscar, donde comeremos y beberemos vino italiano a mayor gloria nuestra. Ojalá que no tardemos mucho en vernos las caras. Eso querrá decir que seguimos vivos.

La calle Ciscar me trae recuerdos de la juventud. Allí vivía una novia rica que me eché, hija de un juguetero, madre de dos hijas muy lindas. Salimos un año y medio, lo que no estuvo nada mal teniendo en cuenta que éramos muy diferentes.

El miércoles era nuestro día. Era cuando las niñas se iban a dormir con el padre.  Después de trabajar iba a su casa —un piso grande con techos muy altos y un pasillo muy largo—; cenábamos y deshacíamos el amor mientras su perrito nos observaba desde la puerta. Por la mañana, antes que llegase la señora de la limpieza, me esfumaba.

Los ricos que veranean en Jávea

Unas vacaciones descubrí Jávea gracias a ella. Es de sobra conocido que los ricos valencianos veranean en Jávea y Dénia. Recuerdo el paseo del Arenal repleto de turistas que regateaban en los puestos de jipis, y luego tomar una copa en La Sal. En la Granadella me bañé como un príncipe años antes del incendio que la arrasó.

Al morir su padre hablamos por teléfono. Le di el pésame. Mi periódico de entonces publicó un obituario sobre él. Ella se había casado por segunda vez y estaba orgullosa de que su hija mayor hubiese aprobado unas oposiciones.

A mi novia rica le gustaban el golf y la buena mesa. Era pequeña y atractiva, tenía los ojos oscuros y era castaña. De su rostro sobresalían unos pómulos afilados como cuchillos. Había nacido antes que yo.

En los últimos veinte años no la he vuelto a ver. ¿Qué habrá sido de ella?

La conocí unas Fallas en el pub en el Café Negrito. Entonces yo salía de farra con mi amigo Txelu Izaguirre. Trabajábamos en Las Provincias. Aquel vasco grandote y noble fue el embajador que me abrió las puertas de València. Sus carcajadas me han acompañado hasta hoy. Murió en 1999. Asistí a su entierro en Gallarta, el pueblo de La Pasionaria. Aquella tarde de lluvia y llanto empecé a envejecer. 

Es un lugar común sostener que la amistad dura más que el amor, pera es una verdad cierta como también lo es que los amigos auténticos, pocos pero muy valiosos, nos ayudan a cicatrizar las heridas de las primaveras muertas.

El príncipe Carlos de Inglaterra, en una imagen de archivo. Foto: EP.

La infancia, paraíso de la amistad

Quizá no haya mejores amigos que los de la infancia, cuando aún practicamos el don de la gratuidad. En septiembre me reuní con tres de ellos en Albacete, la ciudad donde nací. Todos habíamos cursado la EGB en los salesianos. Como los mosqueteros de Dumas, nos sentamos alrededor de una mesa veinte años después, y nos vimos más viejos, más gordos y más cansados. Hablamos de nuestras vidas, de lo bien o lo mal que nos fue, y preguntamos por compañeros a los que les habíamos perdido la pista.

Después de cenar fuimos a una terraza a tomar unas copas. La gente charlaba, se reía, bebía. Llevaba una vida normal y no lo apreciaba.

Un camarero nos hizo unas fotos como recuerdo. Prometimos vernos este año. Desde que comenzó la reclusión no he hablado con Luis, José y Javier. Es algo pendiente. Espero que estén bien.

Me asomo al televisor con miedo. El parte de guerra es estremecedor. España es —si nos creemos las cifras— el segundo país del mundo con más muertos por el coronavirus.

Este virus es interclasista y ferozmente demócrata.

 El príncipe Carlos de Inglaterra ha contraído la enfermedad. Triste y melancólico el destino de este inglés, condenado a no reinar por culpa de una madre matusalén.

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