El problema esencial no es la amnistía, esta es la consecuencia derivada de las dos concepciones enfrentadas que se han ido desarrollando desde el siglo XIX sobre cómo configurar España. Todo el sustento teórico se ha ido configurando a partir las obras de autores del XVIII defensores de la causa austracista, que perdería en 1714 la Guerra de Sucesión. La promulgación de los Decretos de Nueva Planta es analizada por la historiografía como un paso hacia la unidad de España, que culminará con la denominación de nación única a partir de las Cortes de Cádiz. Pero el nuestro es ya otro tiempo, con otras perspectivas teóricas políticas nacidas con la Revolución Francesa y la difusión del liberalismo en sus vertientes doctrinaria conservadora y progresista.
En las últimas décadas algunos intelectuales catalanistas han recuperado autores dieciochescos que defendían la posibilidad de una alternativa al modelo unitario de los borbones, incluso han reivindicado el Imperio Austrohúngaro, que desapareció después de la I GM, como una manera de convivencia de distintas nacionalidades. De hecho los líderes catalanistas de finales del siglo XIX se entrevistaron con la reina Regente, María Cristina, la segunda esposa del fallecido Alfonso XII, que procedía de la familia del emperador Habsburgo, y le propusieron que en España se pudiera llegar a un estatus parecido a los dos reinos bajo un mismo emperador, Austria y Hungría. Aquí sería la monarquía dual de Castilla y Cataluña. Era la manera de caminar hacia la concepción nacional catalana sin explicitarla.
El caso es que durante el siglo XIX el liberalismo, tanto de izquierdas como de derechas, luchó por la consolidación de una España unitaria siguiendo el jacobinismo francés. Por una parte estaban los carlistas de Euskadi y Navarra, que mantuvieron los fueros al ayudar al pretendiente borbón Felipe V a la Corona española, lo que posteriormente se traduciría en los Conciertos. Cánovas quiso suprimirlos en la Constitución de 1876, al comienzo de la Restauración, pero no pudo después de tres guerras civiles con los carlistas. Militares como Espartero, Narváez, Prim, Serrano, Pavía o Martínez Campos, entre otros, lucharon contra el carlismo, republicanismo y el federalismo que en la I República de 1873 llegó hasta el cantonalismo, e incluso el cantón de Cartagena pidió convertirse en un Estado más de los EEUU que había atravesado una guerra civil entre unionistas y confederados entre 1861 y 1865. Durante el franquismo se mantendrían en el caso de Navarra y Álava, pero no en Vizcaya y Guipúzcoa por ser consideradas provincias no afectas al nuevo régimen de 1939. La Constitución de 1978 rehabilitó los Conciertos para todo el País Vasco y Navarra.
Es decir, la construcción del Estado español estuvo auspiciada por los militares junto a partidos políticos de elites liberales, conservadores y progresistas. Defendieron la España única e indivisible frente al carlismo y los nacionalismos y que empezaron a crecer desde mediados del siglo XIX con el PNV y los partidos catalanistas. En Cataluña nació la Revolución industrial, y en parte también en Euskadi, con la metalurgia, pero, al contrario que otras zonas europeas industrializadas, ni catalanes ni vascos controlaban el aparato político del Estado, en manos de unos políticos de base agraria y con un sistema basado en el caciquismo electoral, y tuvieron que pactar con ellos. En Alemania fueron los prusianos, los junkers, quienes protagonizaron la industrialización y con Bismarck unificaron Alemania en 1871 desde Berlín. Los italianos lo harían desde el Piamonte y la Lombardía, donde culminó la industrialización italiana, y la casa real de Víctor Manuel unificó Italia con Garibaldi en 1860. No hay más que leer Corazón, de Edmundo de Amicis, para entender el sentimiento nacionalista italiano; libro que se puso como lectura obligatoria en las escuelas públicas de la II República.
Algo parecido pasó en Francia desde París, en la Ille de France, zona de la irradiación de la industria francesa; en Gran Bretaña, en Londres y los Midland; en Suecia en Estocolmo; en Rusia en Moscú: y en la India en el Punjab que aspira a ser un Estado independiente. La industrialización es el mecanismo de modernización económica, política y social de las sociedades contemporáneas. Es en las fábricas donde crecen las reivindicaciones obreras y el nacimiento de los partidos socialistas en Europa. Sin embargo, el PSOE y la UGT no cuajaron en Cataluña, donde la clase obrera, mayoritariamente, militó en la CNT que era anarcosindicalista y estaba en contra del Estado. En la etapa de Felipe González se creó el PSC, donde confluyó una militancia obrera emigrante (andaluza, murciana y extremeña) con sectores catalanistas, que llegaron a un acuerdo con el PSOE, pero con una organización y una economía propia. Esos sectores catalanistas irían poco a poco siendo dominantes en el PSC, pero los socialistas españoles mantuvieron siempre la unidad de España aunque aspirando, en algunos casos, a un Estado Federal en el que podían converger las Autonomías de 1978.
En la segunda mitad del siglo XX se extiende la idea de la Plurinacionalidad de España, y se toma como referencia a un socialista español, leonés, exiliado en México, Anselmo Carretero, que señaló que España es una "nación de naciones", que los sectores nacionalistas utilizaron para reafirmar que en ella existe más de una nación, y era posible reivindicar la independencia, sin entender que la expresión utilizaba el genitivo superlativo como en el Eclesiastés o en los Evangelios se alude a rey de reyes o vanidad de vanidades, sin que eso supusiera que hubiera otros "reyes" iguales a Cristo, o una vanidad distinta de la de la Biblia. La lucha por configurar el Estado español provocó dos concepciones contrapuestas: una España Federal, Confederal o una península de nuevos Estados independientes, y una España unitaria e indivisible que articuló las autonomías como la solución al péndulo de una España única y una España diversa con lenguas y culturas propias.
La defensa de una España unida e indivisible, frente a la que pretendía varias repúblicas dentro de la República española, provocó, en parte, la Guerra Civil. Franco participaba de la tradición de los militares del siglo XIX, acentuando los rasgos de nación española única, pero lo hizo desde posiciones centralistas, de derechas, y nacionalcatólicas. A él no le gustaban los partidos políticos y trató de crear un sistema político diferente que no tenía perspectivas de futuro en una Europa democrática, pero dejó claro a su sucesor, el rey Juan Carlos I, que hiciera lo que creyera oportuno en una España que no tenía más salida que la Unión Europea, (al contrario que el peronismo en Argentina que no tenía otra "Europa" en Sudamérica y transitó de Perón a Perón) pero dejó escrito: "Permanecer juntos", porque para un militar del Ejército español eso suponía, en su época, mantener el concepto de nación española única e indivisible, y esa mentalidad permanece en gran parte de la ciudadanía española, sean de izquierdas o de derechas, es trasversal.
El PSOE nunca lo discutió hasta el siglo XXI cuando el PSC fue determinante para conseguir el gobierno, y ha tratado de buscar una solución con los partidos y fuerzas nacionalistas para ver si se puede llegar a un acuerdo dentro de la Constitución vigente, pero sin especificar dónde termina el modelo. El tema es que el acuerdo, sostengo, tiene que venir en convergencia con el PP, porque socialistas y populares cubren más de los dos tercios de la representación de la soberanía española (260 diputados y la mayoría del Senado). Si no hay entendimiento entre ellos sobre qué salida le damos a los movimientos reivindicativos nacionalistas, no veo que pueda resolverse el tema, al contrario, porque para los independentistas España no tiene solución, está en manos de unas elites oligárquicas históricas inamovibles que impiden la libre expresión de sus capacidades económicas o culturales identitarias. Se necesita estudiar, escuchar y articular fórmulas para que España pueda seguir existiendo. Y tener claro que si se quiere una España Federal, como ya existen en el mundo distintos modelos de federalismo, cada lander, estado o provincia -como se denomina los distintos estados en Argentina- tenderán a producir rentas diferenciales aunque el Estado pueda paliarlas. Aun así, las diferencias sociales y económicas, por ejemplo, entre California, Ohio, Virginia, Illinois, Arizona o Tucumán, dependerán de los ciudadanos de cada estado. Pero eso también ocurre en las regiones de Francia, Grecia, Suecia o Italia, que son Estados unitarios.
Javier Paniagua Fuentes es catedrático y afiliado al PSOE desde1978