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catedrático emérito de Humanidades en la Universidad Carlos III de Madrid

De las Heras: “La tecnología va a provocar que las ciudades crezcan todavía más de lo que lo hizo el transporte"

3/12/2019 - 

VALÈNCIA. Antonio Rodríguez de las Heras es el invitado especial a la Charla #EnModoAvión ‘Lógica humana para Smart cities’, organizada por Cuatroochenta y Ciudadanos Digitales con la colaboración de Pavasal, que tendrá lugar este miércoles 4 de diciembre a las 19:00 en Convent Carmen de València.

De las Heras es catedrático emérito de Humanidades en la Universidad Carlos III de Madrid, donde también es director honorífico del Instituto de Cultura y Tecnología, y ex director del Laboratorio del Centro EducaRed de Formación Avanzada de la Fundación Telefónica, es uno de los intelectuales de referencia y pioneros en la investigación, publicación y divulgación sobre los cambios culturales que genera la tecnología en la sociedad. Hablamos con él sobre la relación entre la tecnología y la calidad de vida en las ciudades conectadas, del cambio cultural que estamos viviendo, de participación y empoderamiento ciudadano. El también articulista de la revista Retina debatirá con la experta en energías renovables y directora de AVAESEN, Bianca Dragomir, el jefe de la Oficina Ciudad Inteligente de València, Ramón Ferri, y el profesor de urbanismo en la UPV Joan Olmos, con moderación de la periodista Mariola Cubells

 -¿Puede la tecnología mejorar la calidad de vida en las ciudades, hacerlas más eficientes, limpias y habitables?
-La historia de la aglomeración urbana, que es la historia de la civilización, en la que vamos contra la naturaleza para unirnos mucha gente en un espacio reducido hasta estar viviendo unos encima de otros, trae unas consecuencias culturales estupendas, pero también trae toda una serie de problemas que se han ido resolviendo. La historia de la ciudad es la historia de aplicar las técnicas en ese momento disponibles para superar los problemas de la aglomeración en sus múltiples prestaciones, así que ahora que tenemos, no solo técnicas, sino tecnología muy desarrollada, esa aplicación es prácticamente irrenunciable.

-En uno de tus últimos artículos pones el acento en cómo nos afecta a la mirada la fijación por las pantallas y la aglomeración en las grandes ciudades. ¿Qué son los seres “protéticos”?
-Realmente es una forma de definirnos ahora, porque esta tecnología nos afecta individualmente de una manera muy intensa, y sirve para entender el tema del que hablaremos el miércoles 4 de diciembre en la Charla #EnModoAvión en València. Los humanos estamos afectados por esa tecnología y percibimos de otra manera el espacio y el tiempo. Estamos con esa aceptación de la tecnología en forma de prótesis, como por ejemplo lo es el móvil, la más clara. Están permanentemente junto a nosotros y ya condicionan todos nuestros comportamientos, ya que es la prótesis que nos conecta con una experiencia que hasta ahora no habíamos tenido, que es la red. Un espacio nuevo que afecta a todas nuestras percepciones del espacio y el tiempo, y eso es realmente interesante. El ser protético sería un ser humano de hoy en el que la tecnología miniaturizada tiene una prótesis que está permanentemente conectada a él, y que le condiciona sus comportamientos.

 -¿Y cómo está cambiando esa percepción del espacio y el tiempo?
-Algo muy importante para entender los cambios en la ciudad es que ese urbanita que ya se había adaptado a los modos de la vida urbana ahora tiene una nueva percepción del espacio. ¿Por qué? Porque esas prótesis, esa conexión a la red, le hacen percibir la proximidad sin lugares, es decir, se aproxima a las cosas sin necesidad de lo que hasta ahora era fundamental, que era encontrarla en lugares. Puede prescindir del traslado para llegar a un determinado lugar en el que tenía alcance lo que él pretendía, encontrarse con un bien, con otra persona… Hemos vivido siempre de lugar en lugar, y eso ha llegado al máximo en la ciudad en la que el movimiento es intensísimo y vamos de un lado para otro continuamente para alcanzar aquello que deseamos o necesitamos. Ahora lo interesante es que la red nos da esa sensación de presencia y proximidad, pero sin lugares; y esto realmente condiciona mucho nuestras formas de calidad de vida, de exigencias de los espacios, en este caso el urbano. Y va a suponer unas transformaciones, a mi entender, muy intensas. En cuanto al tiempo, hasta ahora si una persona iba de lugar en lugar tenía que superar una distancia para la que estábamos aceptando la demora, pero a este ser protético el mundo en red le permite alcanzar las cosas sin demora. Y eso también lleva a comportamientos muy distintos en las personas con respecto a lo que era nuestra vida en una ciudad o fuera de ella. Para entender los posibles y necesarios cambios en la vida urbana, en el urbanita, es muy importante ver cómo nos está cambiando la tecnología a las personas, para entender los posibles caminos o evolución que va a tener la ciudad y su concepto.

-¿Qué otras claves tiene el cambio cultural que está produciendo en las personas la digitalización de las ciudades?
-Esta percepción del espacio y el tiempo va a plantearnos otro reto del concepto y existencia de ciudad. En la constitución de la civilización encontramos la idea de ciudad amurallada, que era un recinto de gran aglomeración en el que los seres convivíamos y nos movíamos. La gran transformación de la revolución industrial fue la incorporación de una máquina, que es el transporte, y rompe ese concepto de ciudad como recinto y se derrama hasta quedar su perímetro prácticamente indefinido. Las grandes megalópolis se caracterizan por lo difícil que es delimitar el perímetro de esa ciudad que se ha derramado fruto de las posibilidades que abría esa máquina. Ahora nos encontramos con que quienes habitan esa ciudad, esos protéticos de los que hablamos, tienen unas posibilidades de aproximarse a las cosas sin alcanzar los lugares, entonces van a tener formas de habitar esa ciudad completamente distintas a las que tenemos ahora. Es muy posible que tengamos una nueva ciudad todavía si cabe más dilatada que la que nos ha traído el transporte, que ha permitido multiplicar la aglomeración y el crecimiento de megalópolis. Y nos vamos a encontrar con otro reto: cómo vamos a entender el concepto de ciudad cuando ya haya una extensión que no va a ser ni comparable a la que ahora tienen las ciudades; y esto va a condicionar mucho la propia idea de qué es una ciudad.

-¿Tenemos planes para digitalizar las ciudades de forma integral o vamos a golpes de efecto?
-Se están haciendo cosas interesantísimas sobre cómo se tiene que integrar la tecnología. Igual que llegó el momento del saneamiento de la ciudad, que fue una revolución con unas consecuencias indiscutibles; una de ellas, que desapareció algo que caracterizaba a las ciudades entonces, el olor. Creo que hay planes muy interesantes, pero creo que esa idea de la tecnología en la ciudad no podemos solo limitarla a la gestión de los datos o los problemas que tiene en estos momentos esta concentración urbana. Como decía, tenemos que plantearnos un escenario distinto de lo que entendemos por ciudad y unos habitantes con una mentalidad distinta. Hay que ir un poco más allá.

-¿Hay técnicos actualizados en la administración para abordar el cambio cultural con garantías?
-Eso es importante no solo en la administración, sino en otros campos como el sistema educativo, los medios de comunicación… Todo eso está, en general, desbordado por la velocidad del cambio que se está produciendo en el entorno tecnológico y, a la vez, las dificultades que tenemos. Ya no solo se trata de tener la destreza o conocimientos que se necesitan para sacar todo el provecho a la tecnología, sino, sobre todo, la mentalidad, la forma en la que miramos todo esto ahora.

-Quizás más luces largas…
-Exacto. Porque muchas veces falta esa visión, esa mirada, que es la mentalidad; en cómo entender lo que se está produciendo. Por tanto, ese desajuste crítico en el que estamos ahora, en el que nos damos cuenta de que tenemos en nuestras manos unos instrumentos poderosísimos y que, sin embargo, aún nos falta la forma de entenderlos en toda su capacidad. Y esto lleva, naturalmente, a desajustes entre las posibilidades y el uso; y no solo en el caso de la ciudad.

-¿Cómo está participando la ciudadanía en el diseño de la smart city? ¿Hay canales para que realmente responda a sus necesidades?
-Aún queda un campo inmenso, estamos en el umbral de un nuevo concepto de participación ciudadana. Esa participación ciudadana va, no solo de que puedas trasladar tu voz a un lugar en el que se te atienda, sino de cómo estás dispuesto a que tus datos diarios puedan ser procesados por el bien de una comunidad. En ese concepto de participación, que no es la voz sino que es el comportamiento diario, aún queda un campo inmenso. Prueba de ello es que, como ahora se ha visto, se ha solicitado por parte del Gobierno el uso de datos del móvil a las operadoras y la gente aún se revuelve, y con razón; no quiere decir que se rechace, sino que hay que trabajar mucho esa parte porque hasta ahora pensábamos que la participación ciudadana suponía que, de alguna manera, tu mensaje llegaba a los gestores. Sin embargo, ahora tenemos que pensar que esa participación permite que tu comportamiento sea tratado en forma de datos, y esto es muy interesante.

-Supongo que también es algo muy frágil
-Sí, y ahí queda muchísimo por hacer. Pero es natural, porque vamos a gran velocidad y no todo se puede absorber a la primera y vienen todos los problemas legales, muy necesarios. Tenemos que cambiar también cuestiones de tipo ético. Hay una preocupación de cómo plantearnos cuestiones éticas cuando parece imparable que vamos a estar observados en nuestros comportamientos; y todo esto va exigir unas garantías éticas, además de la reformulación que eso suponga.

-¿Cómo controlamos los datos que generan las smart cities? ¿Hay suficiente transparencia?, ¿Está segura toda esa información?
-Esa es la clave ahora. Lo que se tiene que saber es que si yo tengo que aceptar que mi participación en una colectividad consiste en dejarme ver, sentir que los demás me miran… Que en realidad es volver atrás, en el buen sentido, porque hemos pasado casi toda nuestra existencia sintiéndonos presentes y observados por los demás, ya que vivíamos en grupos de 20 o 30 miembros, y te comportabas sabiendo que te observaban los demás; y tú comportamiento se adaptaba a eso. Cuando llega la ciudad, cuando llega la civilización aparece una forma de anonimato; es decir, tú eres un número más en una masa considerable de ciudadanos, y eso lleva a otras formas del concepto de intimidad, privacidad, etc. Ahora entramos en una sociedad en red en la que volvemos casi que a esos orígenes -ríe- en la que, una vez más, nos sentimos observamos, sentimos que los demás nos miran; como ocurre con las redes, la video vigilancia…

-Lo sentimos y casi que pasa a ser importante y nos interesa que nos miren
-Exacto, porque es algo muy de nuestra naturaleza; cuando vivíamos en grupos muy pequeños hacíamos todo lo posible para que nuestras acciones fueran percibidas por los otros porque eso suponía el estatus que te da el reconocimiento de los otros, y eso es fundamental para la supervivencia del individuo en un grupo. Tendemos a hacernos contentar por los otros, y ahora todo esto se amplifica con la red. Lo curioso es que antes, para que todo eso funcionara, se necesitaban grupos tan pequeños que no pasaban de 20 o 40 miembros; sin embargo ahora, en un mundo en red, no importa el número, pero tú te sientes observado de manera que puedes caminar por una gran ciudad, como paseando por aquel grupo pequeño en el que todos te conocen. Por ejemplo el blockchain es, obviamente reinterpretándolo, volver a eso que ha funcionado en todas las relaciones humanas en tiempos en los que los grupos eran pequeños: si tú tenías un acuerdo con otra persona, bastaba con un apretón de manos y no había necesidad de documentos o de terceros porque la comunidad donde tú hacías ese trato te observaba, sabía quién eras, lo que hacías y cómo te comportabas. Eso es la cadena en una sociedad en red: cualquier cosa que hagas deja huella en un tercero que ya no es una persona, sino un software -ríe-.

-Nuestra huella digital
-Eso es, que además vas dejando consciente e inconscientemente en todos lados. Porque hay que acostumbrarse a que muchas de nuestras acciones de protéticos van a ser dejar marcas, huellas, del comportamiento no consciente, y entonces las dejas ahí y son unas huellas que se convierten en datos. Y esos datos pueden dar comportamientos, si no individuales, sí colectivos. Y esto es clave para los cambios que vamos a tener en las ciudades y su gestión.

 



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