Hoy es 7 de octubre
VALÈNCIA. La soprano de moda en todos los teatros operísticos del mundo Lisette Oropesa, recaló en Les Arts el sábado para dejar con la boca abierta a los aficionados con su canto delicado, soberbio y seductor. A teatro lleno, con grupos de músicos jóvenes, la hispano norteamericana dejó claro desde el inicio de su recital que es una figura indiscutible en esto del arte lírico, y que las nuevas hornadas de cantantes, -recuerde el excepcional Benjamin Bernheim-, están aquí ya para tomar el relevo natural de los grandes.
No cantó ópera, que es lo suyo sin duda, y a cambio hizo un repaso de la canción de los siglos XIX y XX, empresa acaso demasiado ambiciosa y demasiado arriesgada que remató con zarzuela. El programa, amplio en ese abanico, fue además extraordinariamente generoso, tanto como la cercanía de la cantante. Oropesa no lo puede evitar. Es simpática y extrovertida, y necesita el contacto constante con el público. No importa si canta o no. Ella es pura comunicación permanente.
Y generoso y grande también es su nivel interpretativo, ya que la soprano es dueña de un instrumento, y de unos conocimientos, propios de los mejores. Y por eso es un privilegio escucharla; porque cante lo que cante, lo hace con sabiduría, e imprimiendo un estilo que recuerda a épocas donde deslumbraron los grandes como De los Ángeles o Callas.
Lisette Oropesa es soprano ligera, pero no tanto. Dispone de un sutil y enriquecedor vibrato para una voz de cuerpo adecuado, y de volumen importante en todos los registros, por los que se pasea con igualdad de color. Tiene timbre sombreado entre acerado y carnoso, pero no brillante. Posee un centro de cierta robustez, y domina la media voz. Exquisita es su musicalidad, y practica un canto sabio y cuidadoso de corte belcantista y gran personalidad. Su perfecta colocación, le permite desarrollar un canto controlado, libre y de fácil y segura emisión, apto para cualquier partitura. Su fuerte es el control de la respiración. A partir de ahí todo fluye hacia los resonadores para frasear y moldear su canto distinguido.
Estuvo acompañada al piano por Rubén Fernández Aguirre, músico de sólidas experiencia y técnica. Aportó su gran musicalidad y seguridad en su tarea, con gran soporte para la soprano, especialmente en la segunda parte del recital. Descuidado con sus fotocopias, -detalle informal-, al aire luchó para inmovilizarlas, y precisamente supo sacar de ellas los distintos aires, del heterogéneo repertorio elegido. Se lució con Poulenc, y con los arpegios de Fabini y Piazzzolla. Fernández no solo acompañó; también cantó con la soprano, -y no solo al final-, estableciéndose un dúo permanente entre ellos, especialmente con las partituras más modernas del concierto.
La amplitud del abanico del variopinto repertorio traído, influyó sin duda en que no siempre el estilo estuviera a la altura de lo esperado por parte de ambos músicos, y especialmente en la primera parte del recital. Allí, Oropesa se paseó por las frondosidades de los bosques, y el amor de las obras de Mercadante, Schubert, y Schumann haciendo un canto sutil, lleno de gusto, finura y cuerpo, pero separado el lied intimista. Con el italiano lució su emisión segura basada en el perfecto control del fiato. Y con los alemanes, especialmente en las 4 piezas de los Kerner lieder presentados, puso su limpia voz al servicio de la poesía con enormes gusto, finura y cuerpo, en pura expresión al borde del estilo.
Más partituras de tesitura central llegaron con seis deliciosas canciones de Fauré y Bizet. Volvió ahí Oropesa a hacer una exhibición del control de la respiración y grandes frases, para entonarlas con un maravilloso canto equilibrado y elegante, dando color sumo al Au bord de l’eau del primero, y dejando sus dotes más expresivas para el singular Adieux de l’hôtesse arabe del autor de Carmen, dichos en un francés inmaculado.
¡Te queremos!, se oyó desde el público; a lo que respondió la soprano: ¡Yo también! Dígame si se puede ser más espontánea y simpática.
Tras el descanso discurrió la parte más suya, que fue lo mejor, con partituras de más alta tesitura. Los Cuatro madrigales amatorios de Joaquín Rodrigo fueron recitados perfectos. Magistral y singular fue en especial su canto expresivo en el De los álamos vengo, madre, en los que ambos músicos trajeron soberbios el contraste de las frases alargadas para el canto pizpireto, y tintineante en pura coloratura de Lisette Oropesa.
Control del agudo, timbre y buen ritmo expuso la soprano para abordar las conocidas Siete canciones populares españolas de Manuel de Falla. Faltó raza, sí, y sobraron aires belcantistas. Pero técnicamente el canto de la norteamericana fue expresivo y puro, en el despliegue de todos sus impecables recursos. Cantó una Jota de escalofriantes pianísimos labiados, y una Nana de ensueño acariciador.
Del injustamente olvidado cubano-español Joaquín Nin, la cantante, -de padres cubanos-, trajo las frescas Montañesa y la Tonada del Conde Sol, dichas con especial sentimiento y cariño. De ahí pasó al festival más expresivo. Oropesa comenzó a trabajar el vuelo garboso de su vestido florido, que bien implicó en su arte completo. Desde el telón inició la salida ¡Yo soy Cecilia! de la zarzuela cubana de Gonzalo Roig Cecilia Valdés. Había llegado el clímax. Lisette Oropesa, en su salsa, dijo con especial gracejo y adecuación estilística, -ahora sí-, que “bailando es la mejor”, y digo yo, que cantando es soberbia, al cuidado de las flores de su jardín.
Oropesa, para responder a los incesantes vítores y aplausos del público preguntó: ¿Quieren más Cuba o España? Entonces cantó el aria de otra mujer habanera, Mulata infeliz, de la zarzuela de Lecuona María la O. Se la dedicó emocionada al pianista, y cantó con enorme complicidad dejando en Les Arts el auténtico sabor cubano y la mejor musicalidad en pura lección de canto. Cerró con la romanza de Lissete, de la zarzuela de Giménez y Vives, El húsar de la guardia, haciendo fácil lo que no lo es, con los mejores trinos y agudos de la tarde para el delirio general.
Y con el alma loca, Lisette Oropesa volando va, porque lo tiene todo para seducir: presencia, elegancia, técnica, conocimiento, instrumento, enorme gusto, y juventud. Es ya una realidad de excepción en el mundo del canto. Con todo ello, y con su simpatía arrolladora encandila. Como lo hizo en 2020 el Teatro Real de Madrid, convirtiéndose en la primera soprano que hace un bis en ese coliseo, donde rasgó sentidos. Cantaba Traviata. El público la espera.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía. 5/03/2022
Recital canción XIX y XX
Obras de Mercadante, Schubert, Schumann, Poulenc, Fauré, Bizet,
Rodrigo, Falla, Fabini, Piazzzolla, Nin, Roig, Lecuona
Soprano, Lisette Oropesa
Pianista, Rubén Fernández Aguirre