Esta semana proponemos un plan diferente a dos pasos de la playa. Un tapeo sin calamares ni titaina. El viaje nos lleva al sur de Alemania.
Con su auténtica Weisswurst con denominación de origen, sus bretzels calentitos y crujientes y una kartoffelsalat con receta de la abuela. Así sabe la nueva etapa del bar No Hay Nada Mejor Que 27 Amigos.
Flo Boos y Laslo Reichert son dos vecinos muy populares en El Cabanyal. Llegaron al barrio hace casi una década, con ganas de hacer muchas cosas. Abrieron un pub de nombre muy peculiar - No Hay Nada Mejor Que 27 Amigos -, que se convirtió en uno de los ejes del nuevo ocio nocturno del distrito marinero; junto a otros socios, se lanzaron después al sector de la hostelería con el bar-restaurante La Otra Parte, y finalmente dieron el salto definitivo a la gestión cultural impulsando el Festival Mar i Jazz de El Cabanyal.
A mediados del pasado mes de agosto, los dos jóvenes emprendedores alemanes sorprendían con otro giro de guion… el local de No Hay Nada Mejor Que 27 Amigos en la calle de la Reina reabría al público reconvertido en un bar de tapeo diferente a todo lo conocido en el barrio. Un replanteamiento con el que los propietarios quieren rendir homenaje a los sabores de su tierra. “Los dos somos muy felices en València -nos explica Flo-. Casi lo único que echábamos de menos eran los platos típicos de Alemania, que aquí no se pueden encontrar en ningún bar ni restaurante. Y lo que se vende en España en los supermercados como salchicha alemana es algo que soy incapaz de comer”, nos explica Flo entre risas.
El resultado de todo ello es una carta sencilla e informal, con pocas referencias pero todas elaboradas con cariño y buenas materias primas. Por cierto, ha cambiado el contenido, pero no el continente… el local sigue conservando su encanto “berlinés” de siempre: muebles antiguos y desparejados, atmósfera cálida y buena música (a menor volumen).
Flo y Laslo proceden de la ciudad de Würzburg, situada al sur de Baviera. Este es un Estado conocido por sus buenos vinos (sobre todo los de la región de Franconia), por sus almuerzos populares a base de salchicha blanca (Weisswurst), mostaza dulce y cerveza de trigo, y, cómo no, por el Oktoberfest.
Precisamente ese Weisswurstfrüshstück típico de su región (que podría traducirse así a lo bruto como “desayuno de salchicha blanca”) es el primer plato que nos presentan. “Este es el almuerzo potente que tomamos en el sur. Dice el refrán que siempre hay que tomarlo antes de que suenen las campanas de las doce del mediodía. No lo encontrarás en otras partes de Alemania”, explican. Esta jugosa y suave salchicha -que compran a una pequeña carnicería de Denia que importa los productos de Alemania- llega al comensal en forma de plato combinado, acompañada de mostaza dulce y un delicioso bretzel (el famoso bollo con forma de trenza) recién sacado del horno, con un toque de mantequilla y tropezones de sal muy gruesa. Crujiente por fuera, tierno por dentro…. el non plus ultra del arte de los alemanes con el pan y la bollería.
Seguimos con un Käsespätzle, un plato popular de la zona de Stüttgart y los Alpes. Consiste en una pasta fresca casera que se corta en “forma de gusanitos”, y sobre la que se vierte una mezcla de distintos quesos fundidos. El plato se remata con un topping de aritos minúsculos de cebolla recién salida de la sartén. “Esto es perfecto para un día de resaca”, reflexiona con acierto nuestra fotógrafa Eva Máñez.
Llega al pase otro clásico imprescindible de la gastronomía germana: el Currywurst. Una salchicha de sabor más potente que la blanca -más especiada, y con sabor ahumado-, maridada con una deliciosa salsa casera de curry y patatas fritas gruesas. “Esto no solo es comida callejera; incluso en restaurantes elegantes suelen tener su versión de la Currywurst”, apunta Flo.
La Schnitzel Kartoffelsalat viene a ser como una milanesa de toda la vida pero en lugar de ternera, la carne es de cerdo, lo que añade un punto de grasa y jugosidad que contrasta muy bien con la textura crujiente del empanado. Un plato muy teutón -buena elección para estómagos hambrientos-, que acompañan de la clásica ensalada de patatas al estilo Baviera. “La receta que sigo es la de mi abuela, que tenía una granja con 15 trabajadores a los que daba de comer cada día -nos cuenta Flo-. Me recorrí todos los puestos de patatas del mercado de El Cabanyal, hasta que di con un tipo de patata roja ecológica que se parecía más a la alemana. Es decir, que no es harinosa, no se rompe y tiene más sabor. Se la compro a una abuelita que tiene la huerta en Alboraya” ¿El truco de la Kartoffelsalat? Macerar la ensalada en caldo de verduras durante 24 horas, hasta que la mezcla de patata, cebolla, pepinillos y vinagreta ha absorbido el líquido completamente. “Además, el secreto de mi abuela es echarse un poco de avena para espesar”. Tomamos nota.
Claro, uno llega al menú de ensaladas y bocadillos y se topa con una duda. Encontramos el tradicional bocadillo Frikadellen (que elaboran con pan de brioche, hamburguesitas de cerdo, con pepinillo y mostaza a la miel), pero también el de fallafel, el de pollo de corral al curry… Y la ensalada griega o el taboulé (que aquí se prepara con dátiles, tomate seco, verduras salteadas y carpaccio de calabacín). “Aunque pueda chocar, la realidad es que en Alemania hay una comunidad griega y turca muy grande, y parte de nuestra cultura gastronómica heredada incluye estos sabores, que la gente de mi generación hemos tomando desde la infancia”, nos aclaran.
La guinda de este potente y suculento viaje a las tripas de Baviera es la tarta de nueces casera, que sigue a pies juntillas la receta de la madre de Laslo y se acompaña de helado de leche merengada.
Quizás el máximo acierto de la nueva etapa de No Hay Nada Mejor Que 27 Amigos es la sabia decisión de no complicarse la vida con platos de elaboración compleja ni con invenciones extrañas; su propuesta carece de pretensiones, pero cuida los detalles al compaginar las materias primas autóctonas alemanas (salchichas, bretzel, pepinillos, etc) con los productos frescos de la huerta o de proveedores locales (como el pan, que lo compran a La Tahona del Abuelo). Celebremos la llegada de este nuevo destino de tapeo, donde podemos, por fin, comer una salchicha como mandan los cánones.