VALÈNCIA. Alexandre Escrivà nunca a visitado San Francisco ni Los Ángeles, pero no lo ha necesitado para contextualizar la historia de su primera novela, El último caso de William Parker, en aquellas ciudades norteamericanas. Él es natural de Tavernes de la Valldigna, que también sale en la novela porque forma parte del pasado de uno de los protagonistas de la trama. Con la misma precisión describe los espacios que ha recorrido desde pequeño como los que ha conocido pasando horas y horas en Street View.
Con todo este entusiasmo como materia prima, Escrivà debuta en la literatura publicando en la colección novela negra de Alfaguara, sello que no ahorra elogios para describirle como el “nuevo joven prodigio del thriller español”. El valenciano se presenta con un clásico whodunit lleno de giros de guion y sorpresas, e hiper-complejizado en una trama que junta tres líneas temporales y cuatro historias (dos de cada uno de los protagonistas).
Por un lado William Parker es un inspector de policía en exedencia que dejó la investigación por la literatura tras el final trágico de su último caso. Ahora el cuerpo al que perteneció le pide que regrese para ayudarles a resolver el crimen que empieza con el descubrimiento, en mitad de la calle, de la cabeza degollada de una mujer sin cuerpo. Por otro lado, Fernando Fons, se mudó de Tavernes a diferentes ciudades de Estados Unidos, trabaja ahora en una cafetería en la que conocerá a una nueva compañera. Estas dos historias, que parecen tan alejadas entre sí, pontro se juntarán bajo el misterio de quién mató a Sarah Evans.
El camino hasta la edición de este libro no ha sido sencillo, según confiesa el propio autor a este diario. En realidad, lleva muchos años escribiendo, desde que era niño. Todas sus historias, de géneros diferentes, transcurrían en Tavernes de la Valldigna, y su primera inspiración la encuentra en las novelas de Carlos Ruiz Zafón. “Escribía historias. Todas malas, que no se podían publicar”, cuenta. Y de repente, un principio de novela que se extendió a lo largo de 250 páginas. “Entonces era lo que se llama escritor de brújula, dejando que la trama y los personajes se desarrollarán libremente. Eso hizo que abriera tantos frentes que la historia se acabó dispersando y metí el proyecto en un cajón”, añade.
Con la idea enterrada, una noche, le empieza a contar la trama y esta le convence de que tiene que retomar el libro. Decide empezar de cero y con la ayuda de una escuela de escritura. El final de la historia es, precisamente, la publicación de esta novela, su primera. Mientras hace promoción del libro, ya prepara su segunda historia, que puede adelantar que no se desarrollará ni en Tavernes, ni en San Francisco, ni en Los Ángeles. Tampoco seguirá con los personajes que ha planteado en este primer proyecto. Si bien les “ha cogido cariño”, quiere plantear una historia “que no necesite de una primera”.
Su vida de novelista la combina con su principal ocupación: músico en diferentes compañías y docente. “Las primeras correcciones de la novela las hice en el bus, mientras estaba de gira por Francia haciendo La Bohème”, confiesa.
Escrivà desvela su proceso creativo. “Tenía claro desde el principio cómo empezaría y cómo acabaría la novela. Lo que sí que ocurrió es que surgieron, mientras escribía, dos subtramas que finalmente están presentes y son una parte esencial de la novela”, detalla, mientras desgrana un meticuloso proceso creativo.
Esto es lo que ha permitido poder desarrollar ese complejo artefacto de tramas y subtramas, personajes y líneas temporales sin apenas posibilidad de que el lector se aturda en ningún momento. “Yo quería que mis personajes se presentase en su propia trama, no tener que parar a presentarlos y hacer literatura de relleno”. El reto también era “equilibrar las historias para que nunca le quitara importancia ni ritmo a la trama. Si lo hiciera de manera desordenada, seguramente no tendrían sentido”.
Haciendo la entrevista en la redacción de un diario, es casi inevitable preguntarle por la visión sobre esta, muy presenta a través del personaje de Fernando Faus y el periódico local Les Tres Creus: "Fernando es el perfil de periodista amarillista que es capaz de todo por encontrar una noticia interesante. No creo que todo el periodismo sea así, claro, pero sí existe, y para este género de novelas siempre viene muy bien".