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Decepcionantes Abenomics

15/03/2020 - 

VALÈNCIA. Estos días, dada la convulsión social en la que estamos inmersos, resulta muy difícil hablar de nada que no sea el disruptivo coronavirus. De hecho, tratar de hacer referencia a otras realidades provoca una sensación en la que se entremezclan la irrealidad con cierta frivolidad culpable. Pero, aunque confiese que la tentación de no escribir esta columna que tenía prevista desde hace algún tiempo ha sido grande, también creo que una de las formas necesarias para luchar contra el COVID-19 es, en la medida de lo posible (muchas veces no lo es), darle la espalda y no estar permanentemente obsesionado por el mismo. 

Estamos viviendo momentos dramáticos y vienen retos y vivencias extrañas que se van a prolongar en el tiempo. En este sentido, es muy posible que un confinamiento severo se imponga durante varias semanas que se nos van a antojar muy largas. Sin embargo, también va a ser una oportunidad para demostrar nuestra templanza, nuestro compromiso con un proyecto de sociedad y civilización que queremos que se restablezca de la forma más rápida y sólida posible, y que saldremos de esta mejor de lo que entramos: más solidarios, más sensibles de nuestras fragilidades y por ello más genuinamente humildes. En consecuencia tendremos que poner al mal virus buena cara (la actitud optimista es esencial) y, lo dicho, seguir tozudamente con nuestras vidas dentro de las inevitables restricciones que nos van a marcar las circunstancias durante un tiempo. Por lo tanto, escribir un artículo sobre la economía japonesa en una nuestro país, cuando el bicho en nuestra querida ciudad nos ha arrebatado las Fallas, estando los bares cerrados y con la vida a medio gas, se convierte en una obligación moral casi tan necesaria como la botella de vino tinto que me tomaré durante la comida encerrado con mi familia en casa. Son nuestros ataduras a nuestra forma de vida que tenemos que reivindicar y preservar ahora más que nunca.

¿De dónde sale el término Abenomics?, ¿en qué ha consistido? y (haciendo un spoiler) ¿en qué ha podido fallar? Abenomics es la forma con la que se denomina la política económica del primer ministro del Japón, Shinzo Abe. Shinzo Abe no es un primer ministro cualquiera. Es un hábil político con grandes recursos. Tras haber sido primer ministro durante un año en 2007, desde finales de 2012 ha sido el primer ministro que más tiempo ha estado en el cargo. En noviembre de 2019 consiguió superar a Taro Katsura que estuvo más de 7 años al mando del Japón a principios del siglo XX. Y todo ello a pesar de que su primer mandato fue un fiasco y tuvo que superar problemas de salud que prácticamente le incapacitaban para dedicarse a la febril actividad política. Sin embargo una equilibrada combinación de perseverancia, instinto político formidable, cambios estructurales en la política japonesa y una  gran dosis de buena suerte le han permitido sobrevivir en un país cuyo sistema político se caracterizaba por devorar a sus líderes de forma despiadada. Abe ha conseguido dotar a su país de una estabilidad política que no había conocido en muchos años (de 1989 a 2012 hubo 17 cambios de primer ministro) y ha evitado el triunfo de las alternativas populistas que lamentablemente han conseguido triunfar en otras latitudes.

Shinzo Abe. Foto: Bernd von Jutrczenka/EP

A esta permanencia ha ayudado (i) que su rival, el Partido Democrático de Japón, colapsó haciéndose un harakiri del que todavía no se ha recuperado; (ii) que su círculo interno y cercano de colaboradores se ha mantenido prácticamente intacto (de hecho su jefe de gabinete, el Sr. Yoshihide Suga y su ministro de economía, Taro Aso están en el cargo desde 2012); (iii) el cambio profundo producido en la política japonesa a través de la centralización del poder en la oficina del primer ministro (con anterioridad, cada ministerio era como un reino de taifas en sí mismo); y (iv)  haber priorizado la faceta económica del gobierno por encima de las demás (y eso a pesar de los coqueteos del primer ministro con algunas de las facciones más duras del conservadurismo nipón que abanderan un cambio constitucional profundo que permitiría a Japón una mayor asertividad militar en el mundo).

Y ese énfasis en la economía se materializa en las llamadas Abenomics que no es otro que el formidable  conjunto de políticas económicas de activación que arrancaron en 2013 con la colaboración necesaria del Banco Central del Japón y cuyo objeto era acabar con el estancamiento prolongado de la economía japonesa (¡20 años!) y ponerla en la senda del crecimiento de forma sostenible y sólida. Abenomics se proyectó fundamentalmente en tres ámbitos (o “flechas” en la retórica oficial). En primer lugar, mediante un estímulo fiscal cercano a los 210 mil millones de dólares en 2013 cuyo destino esencialmente fue gasto público en proyectos de infraestructura esenciales. En abril y diciembre de 2014, también se inyectaron nuevas aportaciones millonarias a la economía. El broche de oro de esta vertiente de los Abenomics sería la celebración de los juegos olímpicos de 2020 que estaba concebido con una operación de marketing irresistible sobre las virtudes y la salud de la economía nipona. En segundo lugar se ha recurrido a una política monetaria atípica para un sistema que se dice liberal y que supuso, entre otras medidas, la compra masiva de activos empresariales (renta fija) por parte del Banco Central de Japón. Esta política tenía como propósito una bajada de los tipos de interés. Y finalmente una última “flecha” que apunta a las reformas estructurales cuya implementación ha resultado recurrentemente retrasada. Este último bloque de medidas se refiere esencialmente a la liberalización del mercado laboral y la apertura y modernización del sector agrario, reducir las regulaciones que gravan al desarrollo empresarial, recortes fiscales selectivos e incrementar la diversidad en la fuerza laboral dando entrada de forma decidida a la mano de obra femenina. Todas las anteriores políticas deberían haber redundado en que tanto los consumidores como las empresas gastaran más dinero, lo que habría repercutido en una aceleración de la economía en general.

Foto: Rodrigo Reyes Marin/EP

Es cierto que en sus primeros años, Abenomics tuvo algunos resultados satisfactorios como la dinamización de las exportaciones a través de la depreciación del yen frente al dólar americano. Pero su objetivo esencial, es decir, estimular las inversiones, incrementar los salarios y conseguir de esta forma un aumento en el consumo de las familias japonesas nunca se consiguió. Los críticos explican que este fracaso se ha debido esencialmente a que no se acometieron las reformas estructurales que eran el reverso necesario para equilibrar la política expansiva descrita antes. Así no se han consolidado las medidas para contribuir a la incorporación de la mano de obra femenina en el mercado laboral. Ni resultan satisfactorias las políticas para permitir una mayor inmigración dada la insuficiencia de la fuerza laboral. Y sobre todo, dada su impopularidad, no se ha conseguido el abaratamiento del despido que si bien podía haber generado un incremento del paro a corto plazo, habría permitido una flexibilidad necesaria. La guinda para noquear el consumo ha sido el nuevo incremento en 2019 del llamado impuesto sobre consumo (el IVA japonés) del 8% al 10% que ha motivado que Japón se encuentre en estos momentos en una situación de recesión técnica resultante de la contracción de su economía en una tasa anualizada del 6.3% por la relevante disminución del consumo.

Es cierto que el excedente de recaudación se quiere utilizar por el gobierno para enfrentarse a la dramática situación de envejecimiento de la población que padece el país cubriendo los exorbitantes gastos de seguridad social generados así como para hacer frente a una deuda pública resultante de la mencionada política de estímulos rayana en el 253% del PIB. Dadas las circunstancias, cualquier tipo de imprevisto puede tener un efecto devastador en la economía japonesa. Y esto es precisamente lo que está pasando con el Coronavirus que están gestionando, como el resto de los países, como buenamente pueden.

 El primer ministro Abe va a necesitar mucho talento y sobre todo mucha de la suerte que ha caracterizado su trayectoria política para hacer frente a la epidemia con una situación económica tan debilitada y desequilibrada.


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