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SILLÓN OREJERO

"Deja que Mr. Natural piense por ti", el personaje con el que Crumb se mofaba de los urbanitas

Robert Crumb empezó vendiendo sus cómics por las calles de San Francisco. Al imprimir su propio trabajo, este dibujante impulsó una tendencia, el llamado cómic underground o fanzines, en el que cada uno era dueño de su mensaje. El de Crumb era escueto: sois todos, incluido yo, lo peor. Ese podría ser el resumen. Y si alguien lo personificó, fue el personaje Mr. Natural, un gurú que iba poniendo de manifiesto lo estúpida que era la sociedad en la que vivía. Hoy, todo aquello que criticaba, está amplificado

26/09/2022 - 

VALÈNCIA. En nuestra sociedad se pueden encontrar rasgos de la estadounidense. Cada vez en más aspectos, porque compartimos múltiples referencias culturales y pasarse la vida mirando pantallas y consumiendo es un hábito que homogeneíza mucho, sin embargo, es complicado todavía alcanzar el individualismo profundo que aún conservan al otro lado del océano. Una mentalidad en la que todo, hasta la amistad, es una transacción. No hay que ser un genio para entender que vivir o pensar así es el camino directo, por autopista de cinco carriles, hacia la frustración y estados peores. No vamos a descubrir nada tampoco acerca de la automedicación, los antidepresivos o la búsqueda de soluciones esotéricas que impulsa esa educación.

El hecho es que, mientras Estados Unidos se entregaba a la revolución de los años 60, en la que lo joven era lo cool, un antes y un después, Robert Crumb en lugar de unirse al nuevo pensamiento dominante, de garantizarse los aplausos, lo que hizo fue desconfiar de todo aquello. Ser un aguafiestas. Paradójicamente, eso le hizo ser reconocido, pero a diferencia de los que se dejan llevar por la corriente, lo fue para siempre. Las revoluciones de los 60 en Estados Unidos tuvieron un impacto cultural positivo y profundo, pero si nos remitimos a los hechos, desde el inicio de la crisis del petróleo y su continuación con los años de Reagan, a esa sociedad le dieron un hachazo y la desigualdad que se alcanzó en algunos sectores fue tercermundista. Todo con buena música alrededor, eso sí.

El talento e inteligencia de Crumb fue que, desde una óptica totalmente apolítica, supo detectar el vacío que estaba torturando a mucha gente. La posterior sofisticación del consumo y su derivada consumista pudo paliar esos efectos, pero cualquiera que conozca bien la sociedad estadounidense, sabe que esa soledad cósmica persiste de alguna manera en amplias capas de la población. En viñetas, el personaje que empezó a retratar esta tragedia nacional fue Mr. Natural, una especie de lama, un sabio o guía espiritual, que hacía de lo que ahora llamaríamos coach de urbanitas tristes y alienados. Particularmente, personificados en otro personaje, Flakey Foont, un varón de San Francisco. La actual meca de Sillicon Valley, el lugar desde donde se lanza a todo el planeta la mayor innovación del siglo XXI, esto es, herramientas que promueven la esclavitud y la discriminación de formas extremas, pero a través de sofisticados ingenios técnico-informáticos. Una metáfora que ni a Crumb se le hubiera ocurrido si en un capítulo le hubiese dado por situar a Mr. Natural en un distopía.

El personaje de Mr. Natural en sí no tenía grandes secretos. Era gruñón, caprichoso, amante del buen sexo y la buena mesa, todo de forma desprejuiciada y, por supuesto, dada su condición de profeta o mesías, tenía un perfil extravagante y mágico. No obstante, las cargas de profundidad estaban en la imagen que daba de sus clientes. Ese era el vivo retrato de aquella sociedad que se estaba buscando a sí misma con un éxito relativo.

"Deja que Mr. Natural piense por ti" ese era el eslogan que este coach sesentero tenía en la mesa de su consulta. Lo mejor eran las demostraciones de su poder. Como era un personaje famoso, pero misterioso, tenía una alta capacidad de sugestión. La gente, en lugar de desconfiar de alguien con esa aureola, sentían la pasión propia del fenómeno fan. En una ocasión, Mr. Natural hablaba con un ligue, así se llamaba la historieta, de Flakey Foot. El cliente estaba muy enfadado, temía que le fuese a quitar a la novia, pero el lama, consciente de ello, lo que hacía era comentarle a la mujer lo valioso que era Flakey. Ella, más atenta a lo que le dijera alguien importante que a lo que pudiera pensar por sí misma, se entregaba sexualmente a ese hombre ordinario y mezquino.

Hubo una historieta larga, publicada en el tomo que sacó La Cúpula hace años llamado Las revelaciones, en el que unos periodistas cool, prototípicos de la revista Rolling Stone, intentaban  hacer un reportaje sobre Mr. Natural, que en ese momento había sido encerrado en un psiquiátrico. Cuando hablaban con "su mejor amigo", alter ego del autor, les soltaba una parrafada perfectamente actual: "¡Tipos como vosotros zumbando por todo el país con vuestras ruidosas máquinas, buscando la última novedad que venderle al público y así seguir manteniendo vuestro 'estilo de vida' que está matando el planeta! ¡Avergonzaos! ¡Pensad! ¡Los últimos restos de bosques están siendo rápidamente devorados para mantener toneladas de revistas inútiles llenas de charlatanería predigerida fabricada por mediocres como vosotros! ¡Qué vergüenza! ¡Y encima me preguntáis porqué Mr. Natural ha perdido el juicio!"

Crumb tenía mucho de este personaje. Baste decir que se mudó a Francia bastante harto de la vida en su país, aunque lo que declaró a la prensa expresamente también es válido hoy, su compañera y él querían proteger a su hija Sophie de "una creciente influencia cristiana conservadora y fundamentalista". No dejaba atrás un mundo al que no le hubiera podido sacar partido. Pudo haber presentado Saturday Night Live o dibujado una portada para un disco de Rolling Stones, pero rechazó ambas ofertas, la última diciendo: "odio a ese grupo". Cuando luego empezó a recibir críticas por su obra desde la izquierda, por los "estereotipos raciales" y la "violencia contra las mujeres", se puso a gritar de broma ante un reportero del New York Times "Quiero que todos me amen, por favor, ámame".

Solo intentó encajar una vez, en el instituto, y fracasó miserablemente. De ese hundimiento sacó su visión social: "Yo era un idiota enorme, nadie me quería. Sentí esa horrible y dolorosa sensación de rechazo. Hubo un período de 10 años en el que me sentí ferozmente alienado del mundo. Seguro que no me habría puesto a dibujar como lo hice si esto no hubiera sucedido". De ese empeño surgió su humor negro, con varias capas, contra todos, contra toda la humanidad, pero especialmente, contra sí mismo. Una receta tan sencilla, pero que muy pocos saben seguir. Por eso se imita, se trata de estar en la línea del cómic underground del siglo pasado, pero muchas veces solo se obtiene grima. Ocurre lo que gritaba Crumb en Francia al periodista neoyorquino. Queremos que nos amen. Es muy difícil mostrar, a quien queremos que nos quiera, por qué no debería hacerlo. En esa cobardía está la mediocridad de muchas viñetas contemporáneas, pero no es fácil. No por casualidad, a Crumb se le considera el número uno.

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