Libros y cómic

SILLÓN OREJERO

Deliranta Rococó, lucha de clases para niños en 1976

"Dibujar en el silencio de la madrugada es como bañarse desnudo en una bella playa solitaria". El autor de esta frase es Martz Schmidt, seudónimo del murciano Gustavo Martínez, y está recogida en una antigua entrevista rescatada por la web Humoristán. Natural de Cartagena, llegó a Barcelona en los años 40 y desde 1951 trabajó en Bruguera. Su legado es de los más apreciados de la historieta española. Personajes como Deliranta Rococó, el doctor Cataplasma o el profesor Tragacanto forman parte del panteón de clásicos como Zipi y Zape o Mortadelo y Filemón. Lo sabe cualquiera que comprase tebeos semanales cargados de autores, que no solo leyera el sota, caballo y rey.

Con Deliranta, creación original de la guionista Montse Vives, aprendimos a reírnos de los ricachos y la ostentación. La protagonista era una aristócrata presumida, pero poco agraciada, que era continuamente boicoteada por su "menordomo" Braulio, al que trataba con desdén. El universo superficial y egoísta en el que se desenvolvía torpemente esa mujer era perfectamente intercambiable con el de esas personas que conocíamos que dejaron de serlo para convertirse en influencers o simplemente han logrado un número suficiente de followers como para enloquecer y dislocarse de la realidad.

Esta señora fue creada en 1976, con lo que suponía en aquella época mostrar a una señora adinerada, obesa porque comía compulsivamente, frente a su servicio, un hombre que odiaba a su patrona, pero que no podía apartarse de ella por necesidad. Para el crítico Antoni Guiral era un ejemplo clásico de lucha de clases, solo que en un contexto para el lector infantil y juvenil.

Pese a todo, había episodios que rompían la pauta. Como en Sed, donde Deliranta se dejaba llevar por la publicidad hasta aprender que le estaba creando necesidades absurdas. Cuando luego veía que su amiga de atrevido título, marquesa de Rabotieso, estaba loca por los productos de la tele, en lugar de rematar la historieta con un gag, Deliranta se iba al campo a huir del mundanal ruido y exclamaba "¡Qué a gusto se está aquí!".

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