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'Democracia bikini', un documental sobre los cambios que introdujo el turismo en España

Es uno de los documentales más interesantes que se pueden ver ahora mismo en la web de RTVE, aunque solo sea por las imágenes de las procesiones religiosas que durante los 60 en las playas españolas a las que acudían turistas extranjeras en bikini. Democracia bikini: Dictadura, divisas y bikinis, de David Fernández de Castro, entrevista a los que fueron testigos de la llegada de veraneantes europeos y, por un lado, alucinaban con la poca ropa o, por otro, empezaban a liberarse al tener otras referencias en ellos

30/04/2022 - 

VALÈNCIA. Hace más de una década, mucho antes de que la crisis de deuda cambiase la mentalidad de tanta gente en España, Alfonso Guerra dio una conferencia sobre la Transición en la Universidad Europea de Madrid. El tono de la charla fue curioso, porque desmitificaba la época, aunque el socialista asegurara "sentirse orgulloso" de todo lo que se logró. Lo relevante sobre el tema que nos ocupa hoy es que manifestó: "las primeras turistas que llegaron con bikini ayudaron más a la Transición que muchos discursos políticos".

Se refería a un fenómeno al que había que añadir la enorme diáspora de trabajadores españoles en Bélgica, Alemania y Francia, entre otros países. Cuando volvían, habían visto que todo no tenía por qué ser como era aquí. Esa revolución cultural fue el combustible fundamental para el cambio, aunque Guerra matizara las afirmaciones categóricas tan suculentas y abogara por un proceso multifactorial: "Algunos han interpretado que fue una obra de un grupo de políticos. Es falso. Ahora se dice que todo fue obra de la sociedad y nada de los políticos. También es falso".

Para pensar sobre este singular equilibrio, TVE emitió en Somos documentales Democracia bikini: Dictadura, divisas y bikinis, de David Fernández de Castro, un reportaje que analiza cómo la llegada de turistas afectó a la sociedad española. El problema del reportaje es que se centra solo en el turismo, cuando, como se ha explicado, a otros lugares llegaban los gastarbeiter con la experiencia de haber vivido en el extranjero, pero aún así los testimonios son muy provechosos sobre todo lo que ocurrió en litoral mediterráneo.

Al inicio, Maruja Garrido, cantante y bailaora, explica cuál era la situación antes de la llegada de los veraneantes. Confiesa que dormía con toda su familia en un mismo colchón. Los padres a cada lado y los hijos, en el medio. Luego el economista, entonces comunista, Ramón Tamames señala que los pactos de Franco con Estados Unidos sirvieron para que llegara un sistema regular de apoyo económico que fue cambiando la faz del país.

El problema era que España no lograba asociarse a sus vecinos europeos. Pese a su feroz anticomunismo, no cumplía ni los más mínimos requisitos democráticos. Unas palabras de Franco al respecto rescatadas por el documental dan una idea de cuáles eran sus prioridades y cómo eludía esa cuestión. Decía que no quería "compartir el egoísmo europeo" sino "incorporar un sentido humano y social de la política exterior", una "conciencia cristiana de la justicia entre los pueblos".

Así, llegó el turismo durante los años 50. Una oportunidad de mostrar a los vecinos del norte que España no era la dictadura que creían. Al mismo tiempo, para los trabajadores europeos, que empezaban a entrar en la figura del "obrero opulento", el turismo en España era una bicoca por los bajos precios. Los tour operadores empezaron a ofertar paquetes muy baratos y las llegadas se produjeron en masa. En este punto, hay un aspecto que no toca el documental y que hubiera sido interesante. Muchas de esas empresas anglosajonas y europeas hicieron firmar contratos leoninos a pequeños hoteles españoles y les exprimieron por beneficios exiguos.

En esas fechas, el régimen empezaba a hablar de que el sistema español no era una dictadura, sino una "democracia orgánica". Según el documental, el espíritu era señalar que si venían tantos extranjeros sería porque el país tan malo no era. El régimen franquista, como sabe todo aquel que lo haya estudiado, vivió muchos años de la pasividad entre la ciudadanía lograda por la represión y la miseria, pero eso no quería decir que hubiese adhesión mayoritaria. Ese problema obsesionó a los jerarcas de la dictadura, que durante años buscaron ampliar sus bases y la legitimidad de la que carecían, pero sin éxito.

En cuanto a los turistas, poco o nada les importaba todo esto. Ellos pensaban que España era un país exótico, como de cuento, pero eran acríticos, venían a divertirse, no a cuestionar el sistema. De hecho, cómo se señala aquí, de alguna manera a lo que venían era a aprovecharse indirectamente de las condiciones de trabajo de los españoles. Por eso, en parte, les salía tan barato. Esto no quita que, como dicen los testimonios de la película, cuando llegaban aquí en los años 60 era como haber vuelto 30 años atrás en sus vidas, era volver a las costumbres y valores de sus abuelas. Machismos aparte, en Benidorm se veía a la gente transitar con carros tirado por burros.

Resulta gracioso, no obstante, que a todos les horrorizasen las barras de los bares en las que se tiran los restos del marisco y las servilletas al suelo. Costumbres que siguen hoy y hoy también siguen extrañando a los foráneos y metiendo en bretes a los españoles que se piensan que en los bares del extranjero se puede hacer lo mismo.

Aquí la perplejidad con ellos era parecida. Llaman la atención los vecinos de Lloret que recuerdan que sacaban sillas a la calle solo para sentarse a ver pasar a los turistas. Generalmente, a las mujeres con sus escotes y sus espaldas descubiertas. No es de extrañar que en esta situación los guardianes de la moral hicieran actos de sabotaje como los de las guerras. Cambiaban los carteles que dirigían a las playas para que no pudieran llegar las turistas. También son curiosas las escenas de la irrupción de procesiones  religiosas por las playas, que seguramente pertenezcan a la de la Virgen del mar de Benidorm. Al final, como señalan los expertos entrevistados, la influencia del turismo fue notable, pero seguramente la aprovechó la generación que llegó después. Una prueba es que eran los y las adolescentes los que se escapaban de sus pueblos de interior hacia la costa para hacer el hippie y ser libres. Los más mayores, seguramente, estarían trabajando más que disfrutando. Pese a todo, como concluye Juan R. Sanz, la apertura de las costumbres que trajeron los turistas incidió "en los aspectos menos revolucionarios" y a España "la democracia y las libertades las trajo la clase trabajadora".

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