Hubo un tiempo, en la segunda mitad del siglo XX, en que mayoritariamente se pensaba que las reivindicaciones nacionalistas que habían explosionado en el XIX se diluirían en estructuras unitarias superando a los estados. El nacimiento de la Comunidad Económica Europea (CCE) era un paso hacia la construcción de la Unión Europea, al tiempo que se manifestaban propuestas parecidas en Sudamérica, Oriente Medio, Asia o África. La creencia en la globalización futura era un pensamiento dominante, y se consideraba que los nacionalismos correspondían a una etapa histórica superada. Sin embargo, al mismo tiempo, se producían nuevas aportaciones sobre las raíces de la configuración de los pueblos y sus cultura nacionales, y entre 1960 y 2020 la bibliografía sobre la reflexión de la nación creció de manera exponencial en la mayoría de las universidades occidentales. En determinados territorios comenzaron a configurarse movimientos políticos reivindicativos de nacionalidades que, o bien no se habían constituido en Estados o se mantenían en unidades compuestas por varias de ellas. De hecho número de estados han aumentado en el siglo XX, incluida Europa, al tiempo que se reafirman las señas de identidad nacional en todos.
Se consideraba, además, que el crecimiento económico conducía a un sistema de democracia liberal, como el que se había desarrollado, o se intentaba implantar con resultados desiguales, en América y Europa. Desde la Revolución Industrial las economías de libre competencia no tenían más salida si querían progresar que instituir un sistema de libertad de partidos, con una Constitución reguladora de los derechos y deberes de los ciudadanos. Fue el caso de dictaduras duraderas como la española, portuguesa, griega, polaca, húngara, checa y otras para asimilarse a los países democráticos de la Unión Europea. Pero la realidad ha demostrado que la economía puede crecer y alcanzar una base mínima de bienestar para la mayoría de la población con regímenes de partido único y una estructura administrativa y política controlada por los dirigentes del mismo, como en China o, en parte, la antigua URSS que pasaron en poco tiempo de un sistema de economía atrasada a un desarrollo expansivo y sostenible Esta relación entre crecimiento económico y democracia liberal suscitó debates políticos con el triunfo bolchevique en la Unión Soviética y la contrarréplica del nazismo y fascismo en Alemania e Italia, que intentaban impedir la expansión del comunismo, o propuestas revolucionarias mediante sistemas dictatoriales. De hecho contaron con el respaldo de gran parte de las clases populares, agobiadas por conseguir un trabajo estable en medio de la crisis de 1929.
Después de la II Guerra Mundial el mundo entraría en otra fase. Los descubrimientos científicos y tecnológicos cambiarían, en gran parte, las formas de producción al tiempo que en Europa, Japón y América del Norte, con dinámicas distintas, extenderían lo que ha sido denominado “estado de bienestar”. La economía de libre comercio produciría empleos suficientes para los sectores populares que irían alejándose del comunismo, limitado a la URSS, los países del Este de Europa, China y con algunas experiencias fracasadas en Asia, América y África. La clase obrera conservaba su tradición de reivindicación sindical pero se adaptaba cada vez más al capitalismo y dejaba de plantear alternativas revolucionarias. A partir de 1989 Rusia y la Europa del Este abandonaron la economía de planificación dirigida por el Estado. Una gran parte de las sociedades occidentales, que aprendieron a controlar y superar sus crisis económicas, creían que habían entrado en el “fin de la Historia”, con la ineludible consolidación de la democracia. Las nuevas comunicaciones y la expansión demográfica de países subdesarrollados o a medio desarrollar, posibilitaron la emigración a las zonas desarrolladas para encontrar una salida de futuro para sus vidas. El mundo parecía globalizarse con unas relaciones comerciales cada vez más abiertas y la extensión de nuevos derechos (divorcio, diversidad sexual y familiar, matrimonio gay, aborto…) en muchos países occidentales aumentó desde las últimas década del siglo XX y el XXI.
Sin embargo, la configuración política y social comenzó a resquebrajarse ante la competencia entre los países desarrollados y la explosión de la economía China que en cuarenta años igualó o superó la capacidad tecnológica de Europa y EEUU. Comenzó el declive del optimismo de los sistemas políticos liberales. Una gran parte de las poblaciones experimentaron, ante las nuevas tecnologías, los trastornos del cambio climático, la emigración, la prolongación de la edad media de vida, el aumento de personas jubiladas y los cambios sociales, un temor a la pérdida de sus condiciones laborales y familiares. Lo que fue aprovechado por dinámicas políticas que estimaban que era ya hora de cuestionar los valores sociales que se habían ido extendiendo por las sociedades occidentales, los de la denominada "progresía woke", y en eso EEUU ha sido una avanzadilla, con su incidencia en eliminar las desigualdades sociales y en el cuestionamiento de los géneros tradicionales. Su deterioro industrial y comercial ha revalorizado el proteccionismo, negación del cambio climático, ampliar el uso de las energías tradicionales y considerar que el país puede volver a su hegemonía mundial con la dirección de aquellos que han demostrado capacidad de amasar fortunas. Estas grandes fortunas no son consideradas, como en la tradición europea, un elemento de explotación sino la consecuencia del éxito en una sociedad abierta. La relación entre poder económico y político es cada vez más estrecha. Estos nuevos dirigentes han rechazado la cultura progresista con radicalidad, y para ello ha optado por no entrar en debates. Se han limitado a negar sus propuestas y extender los valores tradicionales considerados necesarios para recuperar la hegemonía social y buscar una unidad política que supere el liberalismo tradicional, político y económico, y se enfrente al sistema de partido único chino. Y gran parte de las clases populares les han seguido como está ocurriendo también en Europa.