Disponible en Movistar+, la serie narra las labores de espía de un joven alemán del Este infiltrado en la Alemania occidental durante la guerra fría
VALENCIA. 8 de marzo de 1983. Sitúense en Orlando (Estados Unidos), en la Asociación Nacional Evangelista, un lugar muy visitado por los políticos republicanos. Ronald Reagan soltaba uno de sus discursos más famosos y estremecedores: el del Imperio del mal. Se vivían tiempos de guerra fría, la carrera armamentística iba subiendo de volumen, y para el Presidente de los EEUU sus enemigos los rusos representaban el imperio de los malvados. “Ellos son el foco del mal del mundo moderno”, dijo. “¡Comunistes!”, diría el Tío Masclet, primer youtuber fallero, si lo viéramos en versión valenciana.
El discurso del imperio del mal daba un miedo tremendo. Los comunistas eran unas bestias con cuernos y tridente dispuestas a dinamitar nuestro mundo. Ese en el que también teníamos a unos lunáticos a punto de darle al botón, aunque estos sí estaban bien vistos a los ojos de cualquier occidental porque tenían supermercados, walkmans y tabletas Toblerone.
Con una efectividad fuera de duda, el speech del líder más importante del mundo capitalista provocaba tales pesadillas que a los guionistas de Deutschland 83 les pareció el detonante perfecto para arrancar la serie de 8 capítulos, producida por el canal alemán RTL en coproducción con Sundance TV. En cuanto el discurso de Reagan llega a oídos del órgano de inteligencia de la RDA, la maquinaria de espionaje se pone en marcha. La Stasi selecciona un infiltrado, un joven cachorro, Martin Rauch (Jonas Nay), alias “colibrí”, que pasa a llamarse Moritz Stamm en la Alemania Federal. Su puesto: ser el militar ayudante de campo del General Edel(Ulrich Noethen) destinado en la OTAN. Su misión: extraer toda la información posible sobre los movimientos del bloque del oeste referentes a los misiles Pershing II y a la posible ofensiva nuclear occidental.
Stamm comienza la aventura en tierras capitalistas a regañadientes entre tropiezos y malentendidos que ayudan a la comedia para diversión del espectador. El choque cultural entre la Alemania Occidental y la comunista se utiliza como material principal para el activar el entretenimiento. Según nos cuentan en la serie, donde este tipo de cuestiones se simplifican, en el Este faltaba el café de verdad pero sobraban cigarrillos, no se podía leer a Shakespeare, no sabían lo que era un disquete de cinco un cuarto, un walkman, o una centralita, las chicas eran guapísimas, las madres todavía más, y para tener acceso a la donación de un riñón se necesitaba enchufe. En el Oeste la familia como institución era un lugar espantoso y la brecha generacional entre los que fueron hijos de los nazis y crecieron en la postguerra, y sus ahora jóvenes descendientes, más apegados a los movimientos pacifistas y contrarios a la carrera armamentística, convierte la convivencia familiar en un nido insoportable de situaciones conflictivas.
Una serie de aventuras, con retazos de comedia y también de romance, bastantes tensiones políticas y momentos ambientados con música pop, entre ellas el hit 99 Lufballons de Nena, completan el mapa de una de las mejores series del año.
Desde el boom de Mad Men, los innumerables recovecos de la historia del siglo XX han pasado de tener un lugar destacado a convertirse en un personaje más. Podemos encontrarlos así entre las tramas principales de cualquier ficción con tintes nostálgicos. Su función es la de ser el telón de fondo para la narración, pero además influyen y condicionan el devenir de los personajes. La interrelación entre realidad y ficción es claramente una de las tendencias más sugerentes y que mejores resultados agrega a la pequeña pantalla en los últimos años. En España por una vez podemos presumir de que nos hemos adelantado a esta moda con la mítica Cuéntame.
En la industria norteamericana Mad Men es la que mayor provecho ha sacado a los acontecimientos históricos coincidentes a la narración de ficción. Las elecciones entre Kennedy y Nixon, la crisis de los misiles de Cuba, la llegada del hombre a la luna, Vietnam y las muertes de Kennedy, Martin Luther King y Marilyn Monroe se colocaban en el centro del capítulo haciendo saltar por los aires el estado anímico de los protagonistas de la famosa agencia de publicidad.
La segunda temporada de Fargo también recurría a la aparición de imágenes de archivo a través del televisor con otro discurso político, esta vez protagonizado por Jimmy Carter. Un mensaje deprimente que hablaba con sinceridad del estado anímico del país y servía para dejar claro el ambiente que respiraban sus personajes. Reagan aparecía esta temporada, además, como un personaje real en la ficción, interpretado por el gran Bruce Campbell.
Al igual que Deutschland 83, donde la historia arrancaba con la aparición del Presidente Reagan asustando al ciudadano con el Imperio del mal, este año hemos sido testigos de un segundo caso donde también se recurre a lo mismo aunque como broche final. El último episodio de la tercera temporada en The Americans, la exitosa serie de espías rusos en la Norteamérica de los 80, cerraba sus puertas esta primavera hasta marzo del 2016 con exactamente el mismo discurso de fondo sobre la voz de un personaje, no diré quién para no reventarles nada, que decía por teléfono: “No son quienes dicen ser. No son americanos. Son rusos” Ya estamos otra vez metiendo miedo. ¡Comunistes!
Desde Europa la ficción con la historia reciente como telón de fondo también ha tomado enorme fuerza. Desde Italia debe destacarse las últimas 1992 y Gomorra, en las que vemos constantemente televisores ubicados en escena irradiando material de archivo para situarnos en el contexto histórico y redundar en su importancia para la trama; desde Francia, y ganadora de un globo de oro, causó sensación en 2010 la miniserie Carlos, sobre la biografía del mercenario terrorista Chacal; producida por HBO Europa, cabe destacar la historia de la muerte del estudiante Jan Palach en la Praga del 69 en la miniserie Burning Bush; desde Noruega nos llegan este año las operaciones de sabotaje de la bomba atómica nazi con Operación Telemark; y de la prolífica Gran Bretaña, si nos centramos únicamente en historias del siglo XX, además de algunos grandes títulos dedicados al centenario de la primera guerra mundial, debe hacerse un hueco especial a The Hour, la historia sobre un magazine ficticio de la BBC en plena crisis del canal de Suez.
Alemania había conseguido relevancia con Hijos del Tercer Reich, aunque con Deutschland 83 se sitúa al fin entre las primeras potencias productoras de ficción de calidad en cualquier ranking que recapitule lo mejor del 2015. Una producción pionera por ser la primera serie alemana emitida en los Estados Unidos en versión original y que ha sido vendida a más de veinte países. La historia del siglo XX está de moda.