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políticos al habla / OPINIÓN

Dialéctica parlamentaria o 'flatus vocis' (exabruptos)

28/11/2018 - 

28-11-2018. En la Latinoamérica hispanoparlante utilizan "amor" cuando hablan con cualquier persona, aunque sea un total desconocido. Hasta que te acostumbras en un poco desconcertante. Luego incluso te animas y tu misma acabas repartiendo “amor” a diestro y siniestro.

En la política española hemos visto que se reparte poco "amor". Así estos días la violencia verbal utilizada ha sido objeto de reflexión social, junto con la existencia o no (¡gran debate!) del misterioso escupitajo, que más bien parece un resoplido. Pero vayamos a lo relevante ¿cuál es el nivel de violencia verbal permisible? ¿hasta donde creemos que pueden llegar a menospreciarse nuestros representantes políticos? ¿cuál es el uso y la costumbre?

Es comprensible que cualquier persona que ponga las noticias de la TV o radio y se encuentre con el pequeño extracto de la vida parlamentaria sobre el que le informan, piense que las y los parlamentarios nos dedicamos a estar a la greña permanentemente y difícilmente alcanzaremos acuerdo alguno.

Y ello se debe en parte a que los medios prefieren ofrecer extractos de las sesiones de control al gobierno, esto es, el momento de mayor teatralización del debate político, en el que los distintos portavoces compiten por los segundos televisivos, lo que conduce a una subida cada vez mayor del tono de las preguntas, o la búsqueda de elementos originales que obliguen a las cadenas de televisión a dar la noticia. Las anécdotas se apoderan de los segundos informativos y las noticias relevantes no dan de qué hablar y pasan a segundo plano. Así, en esta simbiosis imprescindible entre prensa y política, las palabras cada vez se hacen más gruesas, en la búsqueda por ocupar el titular del periódico.

Con este razonamiento no pretendo culpar a nadie, únicamente aportar reflexión e intentar que se vea la situación con un prisma amplio y con todos los colores del espectro. Los insultos entre las bancadas han existido siempre y las subidas de tono son habituales del parlamentarismo y especialmente de las sesiones de control en las que lo relevante no es tanto el dato que se ofrece como la capacidad de acorralar al contrario.

Pero llamar golpistas a quienes convocaron un referéndum es una extralimitación verbal que repiten una y otra vez desde el PP y Cs, tanto en el Congreso como en Les Corts. En nuestro caso para acusarnos a Compromís de ser los defensores de los “golpistas”, y eso, en un país que padeció 40 años de dictadura por medio de un golpe de Estado y una guerra civil sí que es ofensivo, aunque a Rivera no se lo parezca. Especialmente cuando se dirige hacia nosotros, descendientes en muchos casos de personas que sufrieron con torturas, cárcel y todo tipo de persecuciones la lucha por la recuperación de la democracia y con familiares aun en las cunetas.

Tampoco parece muy razonable que por promover el uso del valenciano se nos tilde de "catalanistas", término que si bien no es un insulto, el PP lo utiliza con un desprecio que a quien debe ofender es a todo el pueblo catalán.

Bonig y la bancada del PP en plena protesta. Foto: KIKE TABERNER

Las provocaciones verbales de la oposición se suceden cada semana en el parlamento valenciano, en un intento de elevar el tono global, desprestigiar la política y que cale la idea de que la política es inútil, puro teatro de maleducados. De otra parte, se pretende fomentar la confrontación que se traslada a la ciudadanía, y ya sabemos que la derecha crece en esa confrontación irracional y calculada y se alimenta del odio, por ello insiste en poner la diana, sin preocuparle las consecuencias.

Menos ofensivos son los pretendidos golpes de ingenio que caen en el infantilismo, así el PP se ha pasado toda la legislatura pretendiendo que el Botànic es el Titanic, sin caer en la cuenta de que estaba reforzando la idea del Botànic y su estabilidad. Y, recientemente, el grupo de Ciudadanos, que ha votado a favor de casi todas las leyes promovidas por el gobierno, ha apostado por el “chasco del Botànic”, sin atreverse a concretar el porqué.

Esas provocaciones de la oposición no encuentra la respuesta buscada en las bancadas del Botànic, pues el Consell responde con serenidad y datos a las preguntas que se les formulan, por ofensivas que éstas sean.

El Parlamento valenciano ha dejado atrás sus momentos más duros, que se dieron la pasada legislatura cuando el grupo del PP estaba lleno de imputados e imputadas, algunos hoy en la cárcel (y las condenas no paran de crecer). Las preguntas verbales o escritas no obtenían ninguna respuesta más allá de exabruptos, en el desesperado intento del PP de defender lo indefendible y ocultar todas sus vergüenzas, hoy ya redactadas en Sentencia de la Audiencia Nacional. Había una batalla de la oposición por la transparencia y la democracia, que el PP resolvía a base de expulsiones continuas, y que finalmente se zanjó con el fin de los 20 años de régimen del PP en mayo de 2015 en las elecciones.

Hoy, aquellos que por fin fueron desalojados de los sillones del gobierno que ocupaban gracias a una trama clientelar de financiación ilegal y a su discurso demagógico, braman apelando a los instintos más básicos de la gente, vertiendo duras acusaciones sobre todos nosotros, sin importarles su veracidad, pretendiendo que "todos somos iguales". Pero lo bien cierto es que no, no todos somos iguales. Ni queremos serlo.

Foto: EVA MÁÑEZ

La política es útil para el pueblo cuando sirve a sus intereses. Y en ello estamos. Mientras caen los improperios hemos aprobado más de 54 leyes, todo un récord, que garantizan derechos y mejoran la calidad democrática. Casi ninguna ha obtenido el voto del PP, porque ellos se dedican a… otras cosas. A modo de ejemplo, la semana pasada aprobamos la ley por la igualdad LGTBI más avanzada de España, la Ley de Mediación que ofrece una alternativa a la resolución de conflictos, y la ley que regula los “grupos de interés” o “lobbies” en beneficio de la transparencia de las relaciones institucionales.

Legislar es la parte más relevante que tenemos encomendada los diputados y diputadas y si bien es menos atractiva que una sesión de control con toda su escenificación, es la que afecta a la gente directamente y le puede cambiar la vida y cambia la sociedad. Esa es la mayor utilidad de la política. Lo demás puede ser o la dialéctica necesaria para contrastar las ideas y los argumentos de la forma más racional posible y con el respeto debido a los que no opinan igual o, simplemente, flatus vocis.

Isaura Navarro es diputada de Compromís en Les Corts

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