escapadas hedonistas

Diario de a bordo: el primer crucero covid

Nos embarcamos en el Costa Smeralda para ver -y contar- cómo ha cambiado todo en el mundo cruceros

| 21/05/2021 | 6 min, 42 seg

Quizás soy una rara avis. O quizás no. Pero confieso que soy una firme amante del mundo crucero. El primero fue allá por 2011. Mi hermana y yo nos montamos en uno que recorría el Mediterráneo. ¿La experiencia? Maravillosa. Tanto que al año siguiente repetimos y luego otra vez más. De estas dos últimas me bajé del barco llorando. No quería que terminase.

Así que cuando surgió la oportunidad de probar y poder contar todo lo que acontece en un mundo que siempre me ha fascinado, con las nuevas medidas, no me lo pensé ni un segundo. Allá que fui.

El viaje empezó llorando. Pero a ver, dos lagrimones por la PCR viola narices y cerebros. Esa fue la primera, necesaria para volar a Italia. A ella le siguió una prueba de antígenos antes de embarcar en el crucero, dos día después otra para volver a casa y un antígenos sorpresa para poder desembarcar en Cagliari. Nuestras nuevas mejores-peores amigas. Pero ya sabéis eso que dicen, sarna con gusto no pica.

Aterrizados en Roma, -ay Italia, qué ganas te teníamos de nuevo-, pusimos rumbo a Civitavecchia, puerto de partida del nuevísimo Costa Smeralda que hace apenas una semana que ha vuelto a surcar los mares. El panorama para el mundo crucero ha sido desolador, tal y como el ver fondeados en el mar a grandes buques de todas las navieras. Pero dejémonos de tristezas, porque volver a un crucero es toda una alegría.

El primer bombazo y efecto wow lo vives aún en tierra. Ese enorme barco, diseñado por Adam D. Tihany, va a ser tu casa para los próximos días. Este, en concreto, es el quinto barco más grande del mundo y el mayor de esta naviera italiana. Además, el primero de la compañía impulsado por Gas Natural Licuado, lo que reduce al máximo las emisiones de un buque de este tonelaje.

El producto en sí ha cambiado, porque pensad, es un espacio cerrado, donde caben unas 6500 personas -ahora muchas menos- y un protocolo especialmente diseñado, es más que necesario. Nadie quiere repetir aquellas historias pre-confinamiento de cruceros que no podían devolver a casa a sus huéspedes.


No os voy a 'aburrir' con todas y cada una de las medidas, que son muchísimas, pero pasan por la digitalización, la distancia, el uso de mascarillas, la higienización de manos, la toma diaria de temperatura y algunas menos obvias pero geniales como la utilización de filtros HEPA en la ventilación del barco y hasta en las aspiradoras. Otra de las más importantes, es que ahora los barcos funcionan como una burbuja en sí misma. Además de los continuos test de los hemos hablado, cada vez que uno baja del barco, ha de hacerlo con su burbuja, de la que no es posible separarse.

Por supuesto, prima la seguridad, pero nadie quiere pasar las vacaciones en un hospital. Y en ningún momento lo entiendes así, lo ves, de hecho, como algo necesario en estos tiempos que corren.

Un crucero sigue siendo una fantástica opción de vacaciones. Sigue el entretenimiento a bordo, con shows de esos que te dejan boquiabierto cada día, trapecistas y magos y música en directo. Llevan mascarilla, pero eso no les impide dejarte anonadado con cada pirueta en el propio corazón del barco, el Coliseo.  Hasta la cultura se cuela en el barco con el museo CODE. Y qué museo. Diseño italiano por doquier, desde moda a las míticas Vespa o Lambretta que también viajan a bordo. Y claro, la mítica Moka o la silla Louis Ghost de Philippe Starck para Kartell. De cabo a rabo Made in Italy.

Muchos expertos de este mundillo lo afirman: a un crucero se va a comer. Y vaya que se hace. Algún kilito de vuelta no te lo quita nadie, a no ser que te machaques en su gimnasio perfectamente equipado con máquinas de Technogym, una sala de aero-yoga y rutinas ad hoc para todo el que las quiera. Ah, y con vistas al mar. Tampoco es mal plan. Pero volvamos a lo que nos gusta: comer.


No hay mal que por bien no venga. ¿Es posible que al desterrar el mundo buffet se haya ganado en calidad? Aquí una que ha viajado varias veces con Costa, así lo constata. Aburrirse es imposible porque la oferta gastronómica a bordo es apabullante y cuando uno espacio cierra, abre otro. Siempre, siempre se puede comer.

La Colombina, Il Rugantino, La Sagra dei Sapori, Arlecchino... Todos disponen de servicio de mesa, donde degustar platos en la mayor parte de los casos, con sabor italiano. Es casi inevitable que pruebes pasta casi a diario. Con berenjena, pesto, boloñesa, con botarga de mújol... Pero también puedes comerte una langosta Thermidor, unas canederli (albóndigas típicas de Trentino) o una carrillada de ternera estofada al Chianti. Eso solo por nombrar algunos. Cada noche, el chef Bruno Barbieri prepara una selección de platos con algo típico del destino que se visita al día siguiente. Frégola en el caso de Cerdeña o cacciotta de oveja, un queso dulce semicurado elaborado por la quesería Storicom Amatrice, en el caso de Roma.

Estos son los que generalmente incluye el precio del crucero. Hay más opciones de pago. La pizzería Pummid'Oro, en la que trabajan con masa madre, mozzarella fresca hecha a diario en le barco y tomate San Marzano DOP, el Teppanyaki o Sushino, un bar de sushi realmente rico y fresco con opción hasta de take away. Tomarse un gelatto en la heladería Amarillo también es obligatorio. Bueno y qué decir del Nutella Bar -aléjenme de ahí- el segundo en el mundo y el primer en un barco. Gofres, crepes, muffins... todo relleno de esa pecaminosa e irresistible crema de avellana. Si ya te alojas en sus suites o eres miembro Diamond de Costa, hay opciones de alta cocina como el maravilloso Bellavista, que es como si cenaras dentro de esa lanchas icónicas italianas, las Riva.

Hemos dicho que se viene a comer. Pero también a beber. No hay zona del barco sin su correspondiente bar. Aliados con marcas puramente italianas como Campari, han creado diferentes espacios, como el Campari Bar, el primero en un Costa. También hay un Aperol Spritz Bar y uno que para los amantes de las burbujas es indispensable, Spazio Bollicine, donde degustar los espumosos -que no champagne al elaborarse en Italia- de la casa de Trento, Ferrari. Bebercio por doquier.

La diversión pasa por tumbarte al sol en cualquiera de las decenas de tumbonas que hay a estribor y babor, tirarte por los toboganes de agua y gritar un poquito del susto o darte un chapuzón en sus piscinas y jacuzzi. También hay relax, desde la comodidad de tu cabina con vistas al mar o dejándote mimar en su Spa Solemio. Trabajan con la firma británica Elemis y además de circuito de agua termal, tienen una carta de tratamientos de aúpa. Hasta una camilla especial con cuarzo, que simula que el masaje te lo están dando en la propia playa. Si eso no te alinea los chakras, no sé yo qué puede hacerlo.

Cada tarde, al zarpar, el barco pone a todo trapo 'Con te partiró' de Andrea Bocelli y en ese momento, todos los pelos de tu cuerpo se erizan. No hay nada más bonito que el rugido de los motores de un barco de este calibre, despegándose del puerto y navegando hacia nuevas aventuras

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