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la nave de los locos / OPINIÓN

Dímelo a la cara

El contacto físico está mal visto desde la irrupción de la peste. Pronto será perseguido. Asistimos al imparable declive de la piel. Los dueños del mundo, los muchachos siniestros de Silicon Valley, nos quieren siervos digitales. Su sueño es vernos a todos metidos en casa, bulímicos de series, comprando en Amazon y pidiendo comida a Just Eat   

18/01/2021 - 

Veinte minutos dedicó un funcionario de Bienestar Social a explicarme las ayudas a la dependencia para un familiar. Lo hizo sentado en torno a una mesa redonda, mirándome a los ojos, despreocupado del reloj. Yo no cabía de gozo. ¡Veinte minutos, cara a cara, con un empleado público en los tiempos de Zoom! No perdamos la esperanza. Aún hay gente tan chapada a la antigua que aprecia el valor de una buena conversación, personas que prefieren llamar por teléfono a grabar un mensaje de voz, seres extravagantes que nunca han enviado un emoticono como yo.

"La pandemia ha sido la excusa idónea para que las administraciones y la banca se eviten el engorroso trato con ciudadanos y clientes"

Juan Antonio se llamaba el técnico de Bienestar Social. No olvidaré el trato que me dispensó. Diréis que como funcionario estaba obligado a ello, pero convendréis conmigo en lo inusual de la situación. Desde el inicio de la peste todo han sido dificultades para comunicarse con las administraciones y la banca. Durante meses fue imposible contactar con la Seguridad Social. Con el pretexto del virus, que sirve para justificar toda clase de desmanes, nos obligaron a pedir cita para cualquier gestión.

Hoy sigue siendo así en muchos casos. La banca, con raras excepciones, se lleva la palma en ponerlo difícil cerrando oficinas y decidiendo horarios imposibles de atención presencial. Luego te vienen con la milonga de la banca electrónica, y si esto no fuera suficiente, un supuesto gestor te llama cada seis meses, siempre a la hora de la siesta, para preguntarte cómo estás. Muy bien, gracias.

Una app nunca suplirá a una persona

La pandemia ha sido la excusa idónea para que algunos se eviten el engorroso trato  con clientes y ciudadanos. Te dicen: descárgate la aplicación tal y pasa de venir a las oficinas. Lo hacemos por tu bien, para que no hagas cola. Todo de muy buen rollo inclusivo, eso sí. Una app, sin embargo, nunca suplirá a una persona. Este camelo puede funcionar con los jóvenes abducidos por las pantallitas, pero no cuela con los que tenemos el colmillo retorcido y somos de la vieja escuela, carcamales analógicos que olemos dónde está la trampa. Y además amamos lo físico. 

No se trata tanto de salud pública, donde todo va a peor, a las puertas de un segundo encierro, como de decisiones encaminadas a recortar plantillas en el caso de la banca, y a reducir la atención al público en las administraciones. Y así, desde hace casi un año gran parte de las consultas de los centros de salud se resuelven por teléfono. Ya ni me acuerdo de la cara de mi doctora. Pagaría por pisar su consulta si me fuera necesario. Y me río de la sanidad privada, que te ofrece servicios de telemedicina, como si fuera la panacea. Auscúltame, tómame el pulso, tócame para saber si estoy enfermo, y déjate de gilipolleces y videollamadas en las que uno sale fatal.

Oficina cerrada de la Seguridad Social en València después del confinamiento.

Muertos de miedo y sin contacto físico 

Me da que todo está pensado para que vivamos muertos de miedo en casa, encerrados por temor a contagiarnos, sin contacto físico, reuniéndonos con los compañeros de trabajo a través de Hangouts. No cabe engañarse. Esta estrategia conduce a aumentar el negocio de las grandes corporaciones del comercio electrónico (¡pobres tiendas físicas!) y de las plataformas tecnológicas de entretenimiento (¡pobres cines y teatros!).

Me los estoy imaginando. Escuchó sus voces y su discurso taimado: no salgas, no te relaciones, no entres en un comercio, no vayas al cine, no te tomes una cerveza en un bar, no asistas a conciertos, ni mucho menos abraces a nadie. Tú, de casa al trabajo y del trabajo a casa. Sé prudente y no pongas en peligro la salud de la abuela. Compra en Amazon. Ve series en Netflix. Pide comida a Just Eat. Practica el sexo virtual en Skype o mastúrbate viendo porno en Pornhub.

Y sobre todo no mires a los ojos de la gente, que siempre mienten.

Hiberna como los osos y espera a que pase este cruel invierno. Con suerte, a lo mejor, cuando llegue la primavera, sigues vivo. A lo mejor.

Estrechar una mano será delito

Sin futuro, sin abrazos, con las gafas empañadas y ahogados en la saliva acumulada en nuestras mascarillas, me pregunto si esta vida merece ser vivida. Si esto es vida, que venga Dios y lo vea. Si la cara es el espejo del alma, hace tiempo que el espejo se rompió en mil pedazos. Cualquier día los grises de Marlaska detienen a dos personas por citarse a tomar un café. Estrechar la mano o mirarse a los ojos será delito si se asienta esta amable dictadura que ha cumplido un año.  

En el mundo feliz que nos aguarda, la pantalla sustituirá a la piel. Todo aquel que se oponga a la tiranía digital se considerará un disidente, como el salvaje que hay que enjaular porque amenaza los cimientos de la Nueva Sociedad. Es el sueño del pelirrojo de Facebook, convertirnos en un ejército de siervos virtuales, y está cerca de alcanzarlo, aunque duela admitirlo. Fijaos lo que ha hecho con el pobre Trump.

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