Poca atención estamos prestando a nuestros amigos del Este. Me he estremecido al ver las imágenes de la manifestación en Varsovia celebrando su Día de la Independencia el pasado sábado. Escondida en un rincón, entre el soberanismo y la secesión, apenas se encuentran reacciones y reflexiones en los medios tradicionales y digitales sobre esta noticia. Miedo. Consignas de Dios, honor y patria,Polonia pura, Polonia blanca, Largaos con los refugiados o A golpe de martillo, a golpe de hoz, acabemos con la gentuza roja. Terror. Los talibanes católicos han salido a la calle…
Miles o cientos de miles —¿?— de polacos salieron a la calle arengados por algún orador que establecía.como un dogma de fe, la supremacía de la cultura católica sobre la cultura islámica. Dios en el horizonte. Esa misma noche del sábado, miles, cientos de miles, millones de baidanís —ciudadanos de Casablanca (Marruecos)— salían a la calle en coche, moto o a pie, provocando un caos circulatorio y colapsando una ciudad de ocho millones de habitantes. Marruecos acababa de ganar a Costa de Marfil en la clasificación para el Mundial de fútbol.
Al terminar el partido, los clientes de un hotel en La Corniche de Casablanca, con vistas a la costa Atlántica, daban alabanzas a Alá con frases célebres del Corán, mientas las mujeres lanzaban al viento su zaghareet, el grito agudo, largo y ondulante que nace de sus gargantas cuando expresan alegría. De nuevo, dios en el horizonte…
Esta escena nos la describía asombrado, una y otra vez, el ex alcalde de València Ricard Pérez Casado —que también lo fue de Mostar, durante la reconstrucción administrativa de esta ciudad tras la guerra de los Balcanes—, a los participantes en el VII Encuentro de la Fundación Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas del Mediterráneo, celebrada en la cosmopolita ciudad marroquí de Casablanca.
Cuando dios entra en los sentimientos nacionales, el peligro es doble. Recordemos a los nazis de la Segunda Guerra Mundial y su cruzada contra los judíos. Los ultraderechistas católicos polacos pedían durante su manifestación hace tres días luchar contra el ateísmo europeo e, incluso, salirse de la Unión Europea. Extraña esto en un país que ha crecido exponencialmente desde su entrada en el “club”, siendo el mayor beneficiario de fondos europeos hasta el 2020 y recibiendo más del triple de lo que contribuye al presupuesto de la Unión: durante el periodo 2014-2020, Polonia recibiría 86.000 millones de euros.
El problema con el que se van a encontrar nuestros colegas polacos, y otros del ala Este, es que el presupuesto de la Unión Europea ha respaldado la respuesta europea a la crisis de los refugiados, y a la amenaza de la delincuencia organizada y el terrorismo. La financiación dedicada a la seguridad y la migración se duplicó para apoyar a la nueva Guardia Europea de Fronteras y Costas, y ayudar a los Estados miembros receptores de una importante afluencia de refugiados. Así nos lo explican en el Libro Blanco sobre el futuro de Europa, un documento de reflexión publicado en marzo sobre el futuro de las finanzas de la Unión Europea con el horizonte puesto en 2025, que da la espalda a las políticas xenófobas.
Entre las horroríficas imágenes de la “noche” de la Independencia polaca y la inocente alegría de los millones de marroquíes por su victoria en el partido de fútbol nos quedamos, cuando en ese mismo escenario, en La Corniche, se jugaba otra partida. La séptima asamblea anual de la Fundación Asamblea de Ciudadanos y Ciudadanas del Mediterráneo (FACM), que preside el ex eurodiputado socialista Vicent Garcés, presentaba sus conclusiones para una acción de paz y progreso en el Mediterráneo.
Con el lema Hacia una comunidad de los pueblos del Mediterráneo, los representantes de 30 ciudades de otros tantos países de la cuenca mediterránea, decidían hacer frente a las amenazas de la radicalización, las crisis migratorias, la marginalización social y las guerras, en busca de un lugar común entre ambas orillas, donde hacer provechosa la cooperación entre pueblos. Sin dioses ni patrias.