VALÈNCIA. Donde ha habido industria (y empresarios con visión estratégica) se ha desarrollado el diseño, porque así es como ya desde hace siglos las empresas sabían que tenían un elemento decisivo con el que competir. Y este fue el caso de la naranja valenciana, que ya doscientos años siglos atrás salía al mercado internacional y encontró en el diseño gráfico un arma comercial fundamental para hacer sus marcas memorables.
Las empresas frutícolas tenían nombres poco comerciales y apenas recordables, menos aún para un mercado anglosajón que necesitaba referentes y nombres con cierta épica para conectar. El engaging, el branding y el naming de hoy, que ya lo hacían nuestros bisabuelos, y así es como cerca de los almacenes de fruta se fue confeccionando un tejido de empresas gráficas, desde fábricas de papel a imprentas e ilustradores publicitarios o pintores y grafistas para dar rienda suelta a la creatividad valenciana que desembocó en talleres de litografía especializados en la cartelería de la Feria de Julio y también deFallas.