Hay que ver lo fuerte que le ha dado a los neoprogres de nuestro Ayuntamiento de Valencia por el arte urbano. No tengo nada en contra, salvo el respeto al patrimonio histórico. Pero convertirlo en casi única apuesta artística de política municipal junto al menudeo o el sorteo de artistas resulta un atrevimiento si no existe antes un análisis o una explicación.
Llegaron al consistorio y el edil Galiana se pintó el despacho con murales de un tal Vinz Feel Free, artista al parecer muy valorado por los de Compromís y del que deberíamos conocer todos sus padrinos. Al menos por corresponsabilidad social. No en balde, además del despacho de Galiana, le hemos financiado también una exposición en el Centre del Carme, otra instalación en el MuVIM y una última acción sobre la fachada de este mismo museo que si alguien tuviera ganas de lío lo podría montar. Esa instalación incumple todas las leyes, tanto progres como conservadoras.
Hasta las mismas fallas las han convertido en supuestos referentes neo urbanos. No limpian, previenen, ni atajan pintadas en monumentos históricos, aunque animen a ellas, sino que ahora nos van a llenar el cauce del río Turia de murales urbanos sin observaciones históricas y sociales conocidas. Ya veremos el resultado final y sus criterios estéticos o políticos que generalmente se confunden. Pero todo es empezar. ¿Después qué vendrá si no hay orden y se incumplen las normativas?
No me quejaré, de momento. Pero si les pediría a estos estetas que igual que pintan los bajos de los puentes o las fachadas de los mercados municipales, de paso limpien de pintadas vandálicas otros mercados que nos cuestan una leña adecentar así como “intervenciones urbanas” en instalaciones como la de Kirkeby a las puertas del IVAM, un artista reconocido internacionalmente. Como también las inverosímiles esculturas desorbitadas de Gerardo Rueda a las puertas del San Pío V, que más bien parecen estercoleros y nos salieron por una millonada a punto de ser juzgada. El concepto de preservación de nuestro consistorio no es ecuánime con el deseo o capricho estético/político. Pues no fue abrir el jardín de esculturas del IVAM y tardar 48 horas en ser pintadoa grafiti.
Decía que no entraré a valorar el arte urbano contra el que no tengo nada- admiro a Bansky y su atrevimiento y rebeldía; Basquiat, pese a su manipulación o Haring del que guardo detalles y objetos-, mientras no me ensucien la puerta de acceso a mi vivienda, que también. En fin, mientras no nos toquen un puente histórico del cauce, observaré. Porque a esas alturas si no es así quien deberá de actuar es la Fiscalía. De oficio. A ver si ahora nos van a fastidiar los puentes históricos con ocurrencias imposibles de limpiar. Que no hagan después esa atrocidad que en su día denunció la asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio consistente en la limpieza de unas pintadas en el puente de Las Artes a base de una mano de pintura para ocultarlas pese a que estaban en el arranque de una torre de la muralla medieval de Valencia, obra de Pere Compte, autor de La Lonja, monumento que también pintan esos vándalos del aerosol y que de arte urbano nada de nada, como sucede en el subterráneo de entrada a Valencia por el norte.
Esperaría también bien que el concejal Campillo, promotor visible de la iniciativa, y Sandra Gomez, la también vicealcaldesa que no podrá estrenar traje en la gala de Goya, se animaran también a la poda de jardines y a su conservación. Los tienen muy mal cuidados con esa norma subliminal de que la naturaleza ha de crecer libre. Algunos jardines parecen un yuyal. También los alcorques van por libre, aunque estén a las mismas puertas de nuestros principales museos. Suerte que no hay turistas. Será su señal de su modernidad.
Lo que no sé es que pensarán los arquitectos y autores de los puentes que ahora nos van a pintar con arte urbano y sus herederos. Porque algunos no perdonan ni uno. Pregunten a Calatrava, cuyo puente del 9 de Octubre ha sido el primero en esa fase de coloración. Aviso que nuestro genio de Benimàmet es capaz de todo. Así que, cuidado. O los del Puente de Monteolivete, obra también de Calatrava y del ingeniero Fernández Ordóñez. O el del Reino, obra de Monleón Cremades. Desde luego, los autores de los históricos no podrán levantar la voz, pero como antes he recordado sí podría cualquier partido o la fiscalía intervenir, Existen normas legislativas que lo dejan todo bien claro cuando se trata de patrimonio protegido. En espacio privado uno es libre, pero el público merece un control.
Esto del denominado arte urbano me resulta muy interesante mientras no se extralimite, anime al vandalismo y sobre todo cuente con el beneplácito social. Pintar una caseta de riego o almacenamiento es lo mismo que actuar con autorización sobre una persiana de una tienda o una medianera, pero no incitar a la barra libre para que todo aquel que se considere ahora artista decida dónde sí o también aportar su creación con absoluta impunidad.
Desde luego el Jardin del Turia, que durante estos meses de pandemia se ha convertido en un espacio de evasión y pulmón de la depresión colectiva y no en freeway como algunos intentaron en su día, merece acciones de este tipo siempre bajo control. Pero también podría disponer de otros muchos elementos, como una concha acústica o un gran jardín de esculturas como el que dispone desde hace décadas la Universidad Politécnica gracias a la generosidad de los artistas; motivo de envidia en el mundo entero y fruto de solidaridad y altruismo.
No sé porque nadie ha pensado en desempolvar las muchas esculturas públicas que guardan nuestros museos para dotarnos de un nuevo jardín de esculturas y de paso no solo aligerar los almacenes sino poner al alcance obras que son de la sociedad valenciana y están guardadas. Ya se sabe, la escultura pública está hecha para disfrute social y colectivo y no sólo permanecer en un almacén o ser disfrute de un privilegiado grupo de políticos, como la escultura de Alfaro “Cercle Berninià” que nuestro Ximo Puig ha instalado en el Palau de la Generalitat bajo el pago de 150.000 euros y que sustituye a otra de Benlliure.
He consultado a un experto sobre mi sugerencia. “Conociendo esta sociedad no creo que las respetáramos demasiado tiempo”, contestó. Nos quedamos pues con el arte urbano del que nadie nos ha informado todavía. Aunque llamar al futuro Jardín del Turia Museo del Arte Urbano continúe siendo un gran atrevimiento fruto de la actual frivolidad política. También llamada ocurrencia.