Hoy es 11 de octubre
Antxon Monforte viaja hasta el triángulo conformado por Burkina Faso, Mali y Níger para recoger los testimonios de las víctimas. Familias que confiaron en el cultivo de la chufa para conseguir progresar, pero han quedado arruinadas
VALÈNCIA. "Nunca vino a recoger la cosecha", afirma Suleiman Gouindougouba. Este agricultor de un pequeña poblado de Burkina Faso, a cuyo cargo se encuentran más de 50 familias, delata sin pretenderlo el expolio que África lleva sufriendo más de una década, después de que se le encargara la producción masiva de chufa para su consumo en Europa. "Un día vino un hombre a pedirnos que cultivásemos mucho, y así lo hicimos", relata. Tras meses de trabajo duro, de arar campos en los que se ocultan serpientes, de resistir picotazos de escorpiones, de limpiar a mano la chufa en grupos de mujeres que se sientan en el suelo, nadie vino a pagar. Así fue como las familias que habían confiado en un futuro mejor acabaron sin tener ninguno. La nuez de Tigre, la superfood, la chufa, les arruinó.
¿Y por qué ha sucedido?¿Quién ha salido ganando? ¿Cómo el mundo ha permitido el asalto? Estas son las preguntas a las que pretende dar respuesta el documental Mousso Faso. La patria de las mujeres íntegras, que recoge numerosos testimonios de víctimas africanas y señala en dirección a diferentes empresas europeas, a las que acusa de un enriquecimiento injusto. Concretamente se centra en el caso de Tigernuts Traders, al frente de la que se encuentra el valenciano Ramón Carrión. La cinta ha sido filmada y editada íntegramente por Antxon Monforte, a quien el tema no le resulta ajeno, ya que es fundador de Món Orxata y gran activista del comercio adecuado con el alimento. En apenas tres meses recorrió más de 3.000 kilómetros por territorio africano para realizar la investigación. Partió el 29 de noviembre de 2016, y su periplo no ha concluido hasta este martes, cuando ha presentado el resultado en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Barcelona.
El documental comienza exponiendo un problema del que ya hemos hablado: el elevado número de empresas que se aprovechan de la marca Valencia para vender horchata elaborada con chufa extranjera. Todo ello en un momento en el que el alimento tiene gran demanda internacional, al ser considerado un 'superalimento' (superfood), dispensado por infinidad de marcas ecologistas. Sin embargo, una buena parte de la producción procede realmente del llamado triángulo de la chufa africano, conformado por Burkina Faso, Malí y Níger, algo que a priori no debería suponer ningún problema ni implica que el producto sea peor. Lo alarmante de esta situación es que, si bien se está vendiendo la producción como un motor económico para los pueblos empobrecidos, a los que incluso se ofrece educación, lo que realmente está sucediendo es que se está negociando con ellos a precios ridículos que les conducen a la ruina.
Así, mientras Tigernuts presume de haber dado trabajo a 4.000 mujeres y 8.000 familias, Monforte recoge en su documental el testimonio de numerosos agricultores que aseguran no haber cobrado ni un céntimo. Es más, un técnico del Ministerio de Agricultura de Burkina Faso, se atreve a revelar que realmente pesa sobre el empresario valenciano Ramón Carrión una orden de búsqueda y captura, que solamente tiene vigencia en África y que nunca se ha hecho valer por cuestiones diplomáticas. La investigación llega a insinuar que su compañía habría creado, de manera intencionada, un sobrestock de la chufa en África para así abaratar precios y, finalmente, adquirir solo el producto de quienes estuvieran dispuestos a aceptar sus condiciones. Según expone la cinta, un kilo de chufa africana que se vende a 24 dólares en el Primer Mundo, apenas deja 40 céntimos en África.
A todo esto se suman una serie de datos inquietantes que implican la concesión de microcréditos, el traslado de contenedores o el oportuno decreto de alertas sanitarias que habrían favorecido los intereses de las compañías europeas. Como portavoz de las cooperativas de agricultores, el empresario Ousmane Sow relata el caso de hasta seis contenedores que viajaron a España, y sobre los que se decretaron altas de inspección contradictorias en momentos diferentes. Mientras en una se consideraba que la presencia de aflatoxinas hacía imposible su consumo, en otra se negaba la presencia de las mismas. Y siempre según el empresario africano, todo coincidió con una turbulenta negociación con Tigernuts, lo que hace sospechosa la resolución final: la chufa fue vendida.
Sobre la bocina. Así fue la entrevista que el empresario valenciano Ramón Carrión decidió conceder a Antxon Monforte, apenas una semana antes de que el documental fuera entregado para su difusión en festivales. Con las preguntas por adelantado y en su propia casa. Como cabría esperar, Carrión se desvincula de cualquier tipo de comercio injusto, asegurando que su intervención se basa en "la humanidad" y "el desarrollo" de los pueblos africanos. Uno de los argumentos que esgrime es el respaldo recibido por parte del Gobierno de España, que le ha acompañado incluso a viajes internacionales, y niega la orden de búsqueda y captura de Malí. "Nosotros somos más poderosos y no tenemos que defendernos de ningún chikilicuatre", llega a afirmar el empresario, en clara referencia a Sow.
Por su parte, Monforte, habla de "expolio" y hasta de "neocolonización", pero asegura que su objetivo no es hacer "una lectura agresiva", sino reivindicar el comercio justo. "Más que atacar a nadie, el documental reivindica la chufa, y defiende a los agricultores valencianos y africanos. Esa ha sido mi intención durante todo el viaje", dice el también fundador de Mon Orxata. "Si lo piensas, la explotación de las familias africanas ha permitido a varias empresas importar chufa a precios ridículos, y esto crea competencia desleal con el producto valenciano", argumenta, y concluye: "Si se sube el precio de la chufa africana, las familias del continente vivirán mejor, y la chufa valenciana no sufrirá el dumping social de estas empresas sin escrúpulos que han hecho y deshecho a su antojo".
El nombre del documental, por cierto, hace referencia a su epílogo. En él se muestra la experiencia del poblado de Mousso Faso, donde se ha puesto en marcha un sistema de cultivo de chufa respetuoso. Las mujeres no recogen cultivos a 40 grados, ni temen a las serpientes. Se rigen por pautas tan básicas como escolarizar a las familias que trabajen en los campos, de modo que tengan la posibilidad de labrar un mejor futuro. Adiós a la chufa de sangre. Tras su emisión en Barcelona, la cinta continuará su periplo por Madrid y, ya en 2018, iniciará su andadura internacional en los festivales de cine independiente más prestigiosos de Europa, Estados Unidos, Africa, Japón y Sudamérica.