VALÈNCIA. Más de mil niños han muerto en Siria durante 2018 según un uniforme de Unicef; Greenpeace denuncia que, cada segundo, aproximadamente 200 kilos de plástico son vertidos en los mares y océanos de nuestro planeta; la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alerta de que en pleno siglo XXI todavía existen 40 millones de esclavos …Datos tan perturbadores como éstos nos inundan cada día, pero en una época en la que es posible conseguir casi cualquier información en un par de clics, parece que hemos logrado inmunizarnos frente a las estadísticas más espeluznantes. Luchar contra la aspereza de las cifras y aportarles alma propia es una de las principales batallas de Domestic Data Streamers, una iniciativa fundada en 2013 que conjuga arte, diseño y tecnología bajo la premisa de crear instalaciones interactivas en las que cuestiones numéricas relacionadas con, por ejemplo, la esperanza de vida o el ahorro de agua se convierten en escenarios de reflexión y cambio colectivo. Para ello, emplean objetos tan sencillos y accesibles como relojes de arena, globos, pedazos de madera o círculos de tiza.
Afincados en Barcelona, la singularidad de sus propuestas ha llevado a los miembros de esta plataforma a visitar San Francisco, Londres, Hong Kong, Doha y otras muchas urbes con el objetivo de compartir su particular visión del mundo. El pasado jueves recalaron en València para participar en una conferencia organizada por Escola Lateral con la colaboración del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana. Hablamos con Martina Nadal, project manager de Domestic Data Streamers, para conocer mejor esta aproximación a las cifras desde la implicación subjetiva y la experiencia personal. Porque quizás todo está en los datos, pero a veces sólo con los datos no es suficiente.
-Desde vuestra puesta en marcha hace cinco años habéis vivido un crecimiento tremendo, ¿cómo surgió Domestic Data Streamers?
-Nació de un grupo de jóvenes que querían empezar un proyecto para explorar nuevas formas de comunicar los datos de un modo más humano. Se juntaron perfiles del mundo del arte, el diseño, la tecnología, pero también de ciencias sociales. Los inicios fueron muy experimentales, comenzamos organizando instalaciones efímeras en exposiciones. De hecho, en cierta manera empezamos donde mucha gente quiere acabar: en el sector cultural. A raíz de estas acciones, se nos empezaron a acercar marcas e instituciones y comenzamos un trabajo mucho más profesionalizado.
-Este proyecto tiene un componente claro de hibridación, de entroncar disciplinas muy distintas…
-Totalmente. Domestic tiene tres pilares muy fuertes: el grupo de psicólogos, sociólogos y antropólogos, que le dan una estructura propia de las ciencias sociales; un equipo dedicado a concepto y estrategia, con perfiles que vienen del campo de la comunicación y la publicidad, y también un colectivo de diseño y tecnología, con desarrolladores, diseñadores de producto, especialistas en hardware y software…Estas tres patas son las que acaban haciendo de nuestros proyectos una especie de alquimia bastante particular.
-Las nuevas tecnologías nos permiten acceder a una gran cantidad de datos, tanto que puede llegar a resultar abrumador.
-Claro. Pero, además de suponer un reto, consideramos que se trata de una oportunidad maravillosa. Estamos en una época de infoxicación espectacular en la que hay grandes cantidades de datos que nos rodean y, al final, hemos acabado inmunizados a lo que estos datos significan. Ha habido una desconexión entre lo que percibimos de un número y las consecuencias auténticas que tiene el mismo. Es decir, hay una gran distancia entre lo que realmente suponen 200 muertos en un conflicto bélico y el impacto que nos genera esa cifra cuando la leemos en un post de Facebook tras un vídeo de gatitos y antes de consultar un WhatsApp de nuestros amigos. Acabamos haciendo scroll ante realidades brutales porque nos hemos desvinculado de lo que cada una de estas estadísticas implica. Aquí es donde nosotros vemos un campo de trabajo necesario para reconectar con el significado de muchas situaciones con las que convivimos todos los días. Se trata de cambiar la forma en la que las personas y información se relacionan en esta era de sobrecarga total de datos.
-Es un lugar común afirmar que los números, por si solos, resultan fríos. ¿Iniciativas como las vuestras son una forma de conseguir que las cifras sean más cálidas y atrayentes?
-Por supuesto. No se trata solamente de que las cifras se conviertan en conocimientos, sino también de abrir espacios de diálogo. Estamos acostumbrados a que la comunicación adopte flujos unidireccionales en los que marcas e instituciones mandan mensajes hacia sus públicos. En este sentido, nosotros pretendemos generar procesos de debate y escucha para que las entidades aprendan qué quieren sus audiencias. De esta manera, no logramos solamente obtener datos de más valor, sino también hacernos más sabios.
-Cada una de vuestras propuestas es muy distinta a la anterior, precisamente parte de vuestra fuerza reside en esa capacidad para sorprender a través de la innovación. ¿Cómo estructuráis vuestro proceso creativo, qué pasos seguís hasta llegar al resultado final?
-Depende muchísimo, no hay un único proceso porque no hay dos problemas iguales. A menudo nos sucede que nos vienen clientes con una necesidad de contarle algo al mundo y, al final, nos encontramos haciendo una consultoría de comunicación en la que intentamos entender por qué motivo esa empresa quiere comunicar algo que quizás no sea lo más adecuado para ellos. Creo que a menudo esa voluntad de comunicación es el síntoma de otras realidades internas de las empresas. Es decir, te vienen pidiendo una cosa y a través de intentar entender su contexto, su público y su entorno de trabajo logramos llegar darle forma al encargo. Es imprescindible establecer un diálogo muy profundo.
-En plena era digital, apostáis por instalaciones analógicas, por convertir información virtual compleja en objetos tangibles de nuestra vida diaria…
-Dicen que tú no puedes intentar enseñarle algo a alguien si no empiezas basándote en alguna cuestión que esta persona ya conoce. Realmente, para entender algo nuevo necesitamos relacionarlo con algo que ya entendamos previamente. Por ello, muchas veces en lo terrenal, en lo físico, en la visualización en sí es donde la gente puede conectar y empatizar con cuestiones que quizás le resulten lejanas. Los objetos cotidianos generan determinadas emociones a través de, por ejemplo, sus colores y sus formas. Las capas sensoriales que mezclan el universo de las ideas con lo tangible constituyen una forma muy directa de acercarte a la audiencia.
-La participación del público resulta esencial en vuestros espacios, hay una voluntad muy evidente de integrar a la ciudadanía en estos procesos.
-Claro, es una parte fundamental desde nuestras primeras instalaciones. Al final, no es tanto lo que tienes que decir sino cómo conseguir escuchar de una forma en la que generes contenido relevante.
-¿Y cuesta lograr que la gente participe? Porque, a veces, depender del público supone jugársela…
-Nosotros intentamos tener siempre el éxito asegurado porque tratamos de garantizar que las experiencias tengan, ante todo, un retorno positivo para quien las vive. El proceso de diseño de cualquier instalación pone 100% al usuario en el centro para entender las emociones que lo mueven. Constituye el nodo central en cualquier experiencia de las que generamos. Así que, normalmente, la gente quiere participar, no tenemos que pedirlo. Buscamos que las interacciones propuestas sean relevantes, significativas, que permitan reflexionar sobre temas importantes. Queremos que la gente se lo pase bien y que se emocione. Con este enfoque, la gente viene a ti.
-¿Por qué apostáis de un modo tan rotundo por el valor de las emociones en el intercambio de información?
-Pensamos que, si no somos capaces de influir en las emociones de las personas, resulta imposible escapar del estado de indiferencia en el que estamos instalados, bombardeamos de mensajes en nuestro día a día. Actualmente, si lo que nos cuentan no nos parece importante emocionalmente, pasamos simplemente a otra cosa de una forma muy sencilla. Por suerte, en el terreno en el que nos movemos tenemos la capacidad de tocar las emociones de las personas para conseguir que se produzcan cambios. Lo que pretendemos es mover a la gente a la acción y superar la falta de empatía.
-Estas formas de visualizar los datos que vosotros proponéis, ¿hasta qué punto pueden cambiar nuestra percepción de la realidad?
-La forma en la que entendemos los datos determinará la forma en que nos relacionemos con ellos en el futuro. Los datos se han tecnificado mucho, pero creemos que también hay muchas formas de observar y generar datos que sean más personales y más trascendentes. Buscamos acercarnos a los números desde una forma más accesible, plantear una forma de comunicarlos que sea comprensible para todos, no solamente para cuatro expertos que sepan interpretarlos. Conectar con los datos a un nivel más profundo, íntimo y humano puede cambiar nuestro modo de ver el mundo.
-Habéis trabajado con contenidos pertenecientes a disciplinas muy diversas, ¿hay algún tipo de estadística que os atraiga especialmente por su temática?
-No, la verdad es que no tenemos ningún fetiche en este sentido.
-¿Crees que es posible transformar cualquier concepto en datos estadísticos?
-Mmmmmm. No estoy segura. Al final, es cierto que cualquier asunto puede convertirse en datos, pero depende de si nos estamos imaginando una estadística al uso o una puesta en escena distinta.
-¿Y al revés, transformar cualquier estadística en una instalación?
-Sí, sí, esto sí. Totalmente. De hecho, hemos pasado los últimos cinco años tratando de traducir esos mundos tan técnicos y esos mensajes complejos en experiencias digeribles. Se supone que cuando hay una inundación lo que más le falta a la población es agua potable, nosotros queremos jugar ese rol de purificar el agua de los datos en medio de esa infoxicación que vivimos.