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‘Estudiante de Salamanca’ de Espronceda

Don Félix de Montemar renace en el cómic del valenciano Ricardo Vilbor y Rodrigo Vázquez

25/05/2023 - 

VALÈNCIA. “Era más de media noche, antiguas historias cuentan, cuando en sueños y en silencio lóbrego envuelta la tierra, los muertos vivos parecen, los muertos la tumba dejan”. Ese en el principio de El Estudiante de Salamanca un poema narrativo de José de Espronceda de 1840, enmarcado en el Romanticismo. Que nos presenta el mito de Don Juan Tenorio, aquí transformado en Don Félix de Montemar, un irreligioso, altanero y chulesco personaje que se enfrenta a la muerte sin miedo. Un tahúr cínico y procaz, en una historia llena de espectros, flashbacks y aventura. Ricardo Vilbor al guion y Rodrigo Vázquez al dibujo consiguen que nos zambullamos en la obra de Espronceda desde el cómic. Que lo hagamos nuestro, que nos deleitemos con sus temores y anhelos.  

Charlo con ambos sobre esta adaptación, otra más de enorme calidad en la dilatada trayectoria de Vilbor, que me relata por qué éste y no otro Don Juan ha sido el elegido por él para plasmarlo en cómic. “Es mi Don Juan Favorito”, señala. “De todas las versiones que hay, la de Molière, la de Lord Byron, la de Zorrilla, que es mi segunda favorita, pero mi versión favorita es Don Félix de Montemar, porque es el único que no se arrepiente”, apunta.

No se arrepiente de sus acciones, no teme, pues, a la muerte ni al más allá, si es que existe. El Estudiante de Salamanca fue una obra transgresora en su momento, dividida en cuatro partes, su lectura se vuelve ágil y apasionada. Confesaré que yo hice el camino al revés gracias al cómic: leí primero el tebeo y luego, porque me sorprendió mucho, el clásico de Espronceda. Vilbor también sintió esa fascinación casi inmediata. “A mí en el instituto me fascinó más La Vida es Sueño, pero fue en la Universidad, que hasta recuerdo el nombre del profesor, que lo explicó en clase y luego llegué a casa, lo devoré entero y a mí me fascinó desde un principio porque a mí esos personajes me encantan desde siempre”, recuerda.

El irredento Don Félix de Montemar no necesita el perdón, transita entre las brumas, engaña a su amada y se juega a las cartas sus recuerdos. “No me gustan por lo general los personajes de una pieza, buenos, con los que empatizas, que han aprendido al final de la obra. Yo sinceramente no creo que sea necesario ese cambio, a mí un personaje como Don Félix me hace reflexionar infinitamente más que un personaje bueno que salva la vida a alguien”, analiza.

Aquel momento de fascinación en la universidad se le debió quedar clavado en la memoria a Vilbor, pues este tebeo llegaba tras otras adaptaciones literarias. “La decisión la tomé después de hacer La Vida es Sueño, recuerdo que alguna de las presentaciones alguien del público me preguntó: si pudieras adaptar algo, cuál sería, yo dije, El estudiante de Salamanca sin pensarlo. Yo creo que fue ese momento en el que lo decidí. Yo desde que lo leí, algunas partes las tenía muy pensadas, otras partes no; pero algunas partes hacía tiempo que estaban en mi cabeza mientras las explicaba en clase”, comenta.

Las adaptaciones de clásicos es un trabajo complejo, sea cual sea el medio al que vayan dirigidas, ese trabajo está lleno de matices. ¿Respetar con total fidelidad la obra, introducir cambios argumentales, reorientar la obra? No es solo traspasarla al medio visual, aunque lo visual es muy relevante, sobre todo en una obra como El Estudiante de Salamanca, tan tenebroso y onírico.

“Luego para adaptarla necesitaba a un dibujante que de verdad pudiera captar todo el ardiente, el personaje, por eso cuando descubrí en a Rodrigo por su anterior obra, Swip Tip Kapety Kaluse, esa fue su primera obra, luego hizo, Fondo. Yo cuando la leí por su uso del negro, esa tinta, como dibujaba los fantasmagórico, los monstruos, pensé que era el dibujante ideal”, señala.

La dupla entre Ricardo y Rodrigo logran ese aura enigmática, lúgubre con colores azulados y oscuros. Un manejo espectacular de las secuencias, en forma de viñetas que generan esa sensación de frialdad mortuoria. “Le contacté y hablando tenía claro que había acertado. Con él a la hora de adaptarlo, probé algo que no había hecho hasta ahora, en muchas partes hice el guion de forma adaptada, no literal, he cogido fragmentos de El Estudiante de Salamanca y adaptados se lo he puesto como descripción de viñetas, más que nada porque yo quería crearle sensaciones a él, y él ha traducido todas a palabras, esa poesía en imágenes, esa es la clave del cómic”, revela.

Aunque el cómic es fiel a la obra, las imágenes poseen una fuerza narrativa desbordante. Caminas al lado de Don Félix de Montemar entre las callejas, en la cueva, flanqueado por espectros, mientras besa o mientras duda. “En el cómic la poesía no está tanto en el verso, en lo que dicen los personajes, apenas está ahí, no hay páginas llenas de diálogos, toda la poesía está en el dibujo y para mi es la clave del tebeo”

El dibujante, en un despliegue de ideas y recursos, realza la luz tenebrosa de la noche y de la muerte. El método, que podía patentar Ricardo, funcionó de maravilla. Rodrigo se abstrajo, vio las escenas en su mente y busco el modo de lograr que todo ese nebuloso mundo se hiciera cuerpo. “En primer lugar, creo que ese proceso recayó más sobre Ricardo”, comenta Vázquez. “Yo lo que adapto a viñetas son las páginas de guion donde Ricardo ya ha desglosado el número de viñetas y qué pasa en cada una de ellas. A partir de ahí, para mí, en general, ha sido divertido”.

Por supuesto hubo dificultades en el proceso de creación. “Las dificultades fueron las que siempre van con esta profesión, pelearte con el dibujo para encontrar la mejor solución posible. Mi principal inquietud era que resultase divertido. La historia está llena de misterio, magia, aventuras…, yo quería que entrases en esa atmósfera y te mantuvieses ahí hasta el final”

No obstante, Rodrigo no había leído El Estudiante de Salamanca. Se dejó guiar por la mano de Vilbor en ese escenario sombrío y mortecino. “Había leído solo una parte que Ricardo incluyó junto al guión. No leí la obra hasta después de acabar el cómic. Mi idea era tratar el material como si fuese nuevo, moverme con la mayor libertad posible. Al tratarse de un clásico de nuestra literatura, no quería que al final se impusiese un respeto excesivo a la obra. Esto, claro, asumiendo el buen hacer de Ricardo en ese sentido”, comenta el dibujante.

Debe ser difícil trasladar un mundo, ya sea poesía (mucho más complejo) o narrativa a las coordenadas del cómic. “El cómic es un medio y un fin en sí mismo”, apunta Vilbor. “Yo hago cómic, y hago cómics para que sean leídos como tales, si hago clásicos es porque estoy convencido y en mi cabeza funciona, son historias que se dejan trasladar a ese medio y que funcionan perfectamente”. Que sea cómic, que se disfrute como cómic. Y, ¡vaya si se disfruta!

“Yo el cómic lo hago primero para que sea un buen cómic, y si es un buen cómic y una mala adaptación, vale, pero tiene que ser primero un buen cómic. Esto tiene que ser capaz alguien que le guste el cómic, se lo tiene que leer y le tiene que gustar y eso es lo primero de todo”, señala. Dos formas de narrar que confluyen armoniosamente en Montemar. “Y luego tengo que ser capaz de transformar toda ese obra en un lenguaje propio como es el cómic, e intentar aprovechar todos los recursos que tiene el cómic, que no tiene la poesía ni el teatro, para que funcione”

Otro de los objetivos que tenía el autor con el cómic era que pudiera acercarse más fácilmente al público. “Y también quiero que gente, desde estudiantes o gente que siempre se ha querido leer el clásico y ha dicho, yo me lo quiero leer pero tal y como está escrito, yo no puedo; pues mi idea, es que sea también en ese aspecto fiel para que ellos también puedan captar la esencia del clásico”

Don Félix de Montemar tiene un aspecto característico del Romanticismo; ese típico caballero altivo, bravucón y mujeriego. Rodrigo crea a un personaje potente y atractivo. “En las primeras versiones Montemar era un tipo más feúcho, mayor, con una gran nariz… más aspecto de malo”, apunta. “Creo que esto se debió en parte a que a mí, el mujeriego, siempre me ha parecido un pesado. Pero en posteriores revisiones fui pensando en esto, y en los referentes que tenía en la cabeza y me di cuenta de que el personaje debía de resultar más atractivo, alguien que llamaría la atención a cualquiera, hombre o mujer”.

Rodrigo logra que el personaje tenga una personalidad enigmática y desafiante, pero que resulta agradable. “Que incluso tuviese una mirada limpia, todo lo contrario a la idea original. Una de las referencias que usé fue Chriss Cornell, en la época que cantaba con Audioslave. No por su mirada, que era algo más triste, pero encontré algunas fotos de él con aire muy caballeresco y me pareció apropiado”

Dentro de la obra de Ricardo podemos observar dos vertientes separadas, aunque unidas por el cómic. Una nacida en su mente, obras propias; y otras, adaptaciones literarias o de personajes e historias reales ficcionadas. En los últimos años se ha centrado más en esta última vertiente. En ella podemos encontrar obras como La Venganza de Don Mendo, Objetivo Hedy Lamarr o El Viejo y el narco. “Me gustan las dos vertientes pero últimamente me estoy encasillando (risas)”, señala.

“Me estoy empezando a preocupar porque ya parece que me conocen como el de las adaptaciones. Tengo cosas que me apasionas, mi propio mundo, y luego tengo esas adaptaciones que como profesor de Lengua y Literatura Española, es otra pasión. Ahora mismo si te digo la verdad, estoy un poco cansado y necesito un descanso del tema histórico, porque la documentación es muy pesada, es muy interesante, pero es agotador”, dice.

Sin embargo, Vilbor es un apasionado de los clásicos, de las investigaciones, de buscar y buscar historias apasionantes que puedan tener su adaptación al cómic, ese medio que le enamora. “En cuanto a adaptaciones el próximo año sale La Gota de Sangre que es una adaptación de una novela corta de Emilia Pardo Bazán, que es la primera novela detectivesca que se publica en España, porque a ella no le gustaba Sherlock Holmes, porque le parecía un personaje muy plano, sin profundidad”, comenta.

No será la única, esperemos, que se publique el año que viene. “Es una novelita corta genial y saldrá el próximo año, y puede que salga otra adaptación que estoy acabando. Tengo también tres o cuatro historias más personales e inventadas por mí, que es lo que me apetece ahora más, son historias de mi imaginación, completamente ficción, también cosas de género, toda esa parte es tan agradecida, sale tan rápida (risas)”.

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