La directora del Institut Valencià d'Art Modern repasa el presente y el futuro del museo, del que la colección es la palanca para hacer un museo más abierto y actual, que represente a una parte de la sociedad, hasta ahora, excluida
VALÈNCIA. Cuando Nuria Enguita (Madrid, 1967) pisó por primera vez como directora el Institut Valencià d'Art Modern (IVAM) se enfrentó a un centro que le era familiar, sí, pero también distinto al que conocía. El museo —del que formó parte entre 1991 y 1998 como conservadora— había cambiado, tres décadas en las que, pese a su más que compleja historia, se ha reivindicado como una pieza central en el circuito cultural valenciano. Más de veinte años pasaron de su marcha cuando asumió la batuta, un tiempo en el que vio el desarrollo del IVAM desde la distancia. Primero, como directora artística de la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona; después, ya mucho más cerca, como directora de Bombas Gens, el centro expositivo de la Fundació Per Amor a l'Art. Y entonces llegó septiembre de 2020. Bajo la sombra de la pandemia, que azotaba con fuerza a las industrias culturales, volvió Enguita al IVAM, un museo cambiado, sí, pero que por encima de todo mantiene el que es el esqueleto de su proyecto: su colección.
Y si de buscar diferencias se trata, también se podría sacar un buen puñado en estos dos años en los que ha capitaneado el centro. El propio espacio ha cambiado, pues se encuentra inmerso en un proceso de transformación que culminará con la apertura al público de su azotea, entre otras mejoras. Hasta el despacho de dirección en el que tiene lugar esta entrevista ha mutado de piel, una sala en la que ahora impera el blanco. El IVAM huele a nuevo. Esa transformación también pasa por la apertura de su futura subsede, ubicada en una de las naves del Parc Central, un espacio que mirará al entorno y a la práctica contemporánea aunque, sin embargo, llegará más tarde de lo anunciado por la Conselleria de Cultura. Pero no solo el cascarón muta, también el proyecto artístico nota la llegada de Enguita. «Una programación es un comisariado a largo plazo», desliza durante nuestra conversación.
Ese comisariado continuo dará la bienvenida antes de que acabe el año a Teresa Lanceta, en colaboración con el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), o a la Premio Nacional de Cómic Ana Penyas, un programa que se ha abierto —tanto en el ámbito expositivo como reflexivo— a las nuevas generaciones de creadores y gestores culturales. Pero si se trata de jugar a las 7 diferencias, hay otro plano no poco interesante: el de la ciudad. València ha dado la bienvenida este verano a Caixaforum, una de las grandes noticias del año, aunque no solo de inversiones millonarias va la cosa, pues en el circuito no institucional está removiendo la escena artística desde sus bases. Y en esta fotografía cambiante se mantiene el IVAM, un espacio con ganas de abrirse —metafórica y literalmente— a la ciudad y de convertirse en «central», pero, ¿qué quiere decir esto? «El museo, como institución, debe ser central en la vida ciudadana. Ese es su gran reto. Un hospital es central como lo es un colegio. El museo se ve como algo que forma parte de la cotidianidad, pero de otra manera. Me interesa que el museo se considere como algo que necesitamos», comenta.
— Releyendo una entrevista con la directora de la Tate Modern, Frances Morris, recuperé esta frase: «Hay que crear un museo en el que todo el mundo pueda verse y ver sus experiencias representadas en los museos», ¿qué rol cree que debe jugar el museo a este respecto?
— Si una institución quiere ser central tiene que acoger esas luchas. La idea de Miguel Benlloch de desidentificación para mí es muy importante: nos tenemos que desidentificar para establecer procesos de identificación en los que estemos todos. Hay que trabajar incluyendo a todas esas personas que han estado excluidas del museo moderno, porque el museo moderno excluía, era para una clase que continúa siendo hegemónica. Hay que trabajar un pensamiento crítico sobre esa hegemonía. Es fundamental en ese sentido, no solo exposiciones como la de Miguel Benlloch o Zanele Muholi, sino proyectos como Poliglotía, con Paco Inclán, que trabajaba con distintas personas migrantes de València desde una posición propositiva. Ahora también estamos iniciando el proyecto España Negra, en el que Tania Adam, de Radio África, investiga sobre la presencia negra en España, algo que nos puede arrojar luz sobre nuestra historia. Continuamos con esa idea de cuidado, en el sentido de que hay que crear espacios para que todos podamos hablar. Esta es la casa de todos y de todas.
— ¿Es el museo un espacio político?
— Toda acción cultural es una acción política. No en el sentido de una política instrumental, sino en un sentido de acción en la polis. A mí me gusta hablar de un espacio poético y político, tanto Miguel Benlloch como Zanele Muholi crean un espacio transformador, que va creando. Es complicado porque también estamos en un momento muy complejo. Desde hace tiempo hay un nuevo conservadurismo en el arte que a veces nos lleva a lugares sin salida. Tenemos que tener cuidado porque debemos mantener el espacio de pensamiento y de acción política que un museo tiene que ser.
— En la Comunitat Valenciana estamos en cuenta atrás para elecciones, ¿teme que el museo se vea afectado por quién ostente el poder?
— No tengo una bola de cristal, no depende de mí. Yo continuaré con el programa con el que gané el concurso.
«había que trabajar en catalogación y su digitalización, algo que debe acabar en una nueva página web del nivel que merece un museo como el ivam»
— Hace pocos días que las galerías de arte contemporáneo han iniciado temporada con Abierto València. En estos años hemos visto espacios cerrar, abrir, renacer, ¿qué fotografía hace del circuito galerístico de la ciudad?
— Después de dos años de pandemia y a pesar de la incertidumbre en la que estamos todos -y cada día más-, vemos que la vida continúa y se abre. La energía de este Abierto València ha sido muy positiva. El ecosistema es frágil pero, incluso en esa fragilidad, hay momentos para celebrar. Unas galerías potentes son absolutamente necesarias para las artes plásticas y visuales.
— Una de las grandes noticias de este año es la apertura de Caixaforum València. En el plano de los grandes centros, ¿estamos en un buen momento o es un espejismo?
— Una ciudad de casi un millón de habitantes de cualquier contexto europeo tiene un centro cultural privado dedicado al arte joven, residencias de artistas, un museo de arte moderno, contemporáneo... Cualquier crecimiento es bueno para todas las personas del sector. Es el momento de trabajar juntos en una dirección, aunque cada uno con su especificidad. Yo siempre he respetado al Museo de Bellas Artes, al Centre del Carme, Caixaforum, Bombas Gens… cada uno tiene una especificidad y una misión dentro de un ecosistema cultural.
— Más allá de museos y galerías, en estos últimos dos o tres años hemos visto una escena fuera de lo institucional bien interesante y de la que diría que, en cierta manera, se está nutriendo el IVAM, con espacios independientes como A10, Pols o Zape.
— Es una generación increíble. Es muy emocionante. Esa escena no se hace desde las instituciones; esa escena tiene que trabajar y las instituciones pueden ir detrás. Es una generación que ha decidido quedarse, algo que es importante, porque las circunstancias en la ciudad son otras; que se está uniendo en estudios, no forman grupos pero se ayudan entre ellos. Esa escena que se está desarrollando no la había visto en treinta años que llevo aquí. Es un contexto totalmente situado pero con ramificaciones en cualquier lugar. A esas personas hay que cuidarlas porque generan mucha confianza para otros artistas jóvenes. Una ciudad verdaderamente triunfa cuando la gente no se tiene que ir.
«hay que trabajar incluyendo a todas esas personas que han estado excluidas del museo moderno, porque el museo moderno excluía»
— En esta escena también hay un pilar crítico, por ejemplo, con la precariedad, o según qué maneras, en las instituciones.
— Absolutamente. Y la institución está ahí para dar oportunidad; hay muchas maneras de cuidarnos entre todos. Esto es un intercambio. El IVAM es lo que es ahora también porque estas personas están trabajando con nosotros.
— ¿Cuál diría que ha sido su gran éxito en estos dos años?
— Estamos haciendo camino. Cuando yo llegué, lo que sentimos como equipo era que en el museo había muchas cosas que eran inaplazables. Por ello hemos puesto en marcha muchas cuestiones que tienen que ver con el edificio, que necesitaba una puesta a punto. Por otro lado, había que trabajar en catalogación y digitalización de la colección, algo que debe acabar en una nueva página web en la que ya estamos trabajando, una web del nivel que merece un museo como el IVAM. Desde el campo artístico, hemos puesto en marcha una serie de procesos, trabajando desde la Historia pero también desde la historicidad, el presente continuo. También hemos apostado por los contextos, con el programa de Arte y contexto, para artistas y comisarios jóvenes más urbanos, pero también en el entorno rural, con Confluències. Se trata de dar centralidad al museo desde todos los puntos de vista.
Si hablamos del futuro del IVAM la mirada se dirige a un punto: el Parc Central. Será una de las naves que allí descansan la que acoja la nueva sede del museo —la segunda tras su desembarco en Alcoi—, un espacio que contará con dos salas expositivas y que quiere acoger la vertiente más contemporánea y experimental del centro y, a su vez, conectarse con el entorno más cercano a través de sus proyectos expositivos y acciones. Anunciada a bombo y platillo en 2020 por la Conselleria de Cultura y el Ayuntamiento de València —este último dueño del espacio—, su apertura de puertas se esperaba para 2023 como una suerte de ‘regalo’ preelectoral. Sin embargo, la adjudicación de la redacción del proyecto y posterior licitación de las obras todavía no ha llegado, un retraso que ha obligado a cambiar el calendario inicialmente anunciado por Conselleria. «Espero que en 2024 podamos abrir […]; Me gustaría que fuera en el primer semestre», cuenta Enguita. Los retrasos burocráticos, claro, también afectan a un programa artístico que va cambiando con cada novedad; tanto es así que la programación 2022/2023 del museo asumirá proyectos inicialmente diseñados para la subsede. «Nosotros no hemos parado de trabajar; yo voy programando y reprogramando…». Hay dudas sobre la fecha de apertura, sí, pero también un proyecto que, aunque tenga que ser modificado por los retrasos, mantiene firme su espíritu. «Ahora mismo tengo un paisaje posible para las dos salas, pero también quiero ver cómo evolucionan, no solo las obras, sino también la ciudad», declara.
Uno de los retos del IVAM, en el que no están solos, es el de ampliar el apoyo de empresarios y sociedad civil, un reto que es histórico y general en los espacios expositivos, pero no por ello menos importante. El propio gerente del centro, Sergi Pérez, confesaba hace algunas semanas que la participación del tejido empresarial en las instituciones y «particularmente» en el IVAM era muy pobre, pero ¿cómo revertimos esta situación? Lo cierto es que es complejo, un asunto que camina por una doble vía: por un lado, una cuestión de divulgación, de generar una cultura de mecenazgo como existe en otras grandes ciudades; por otro, se trata de contar con los mecanismos para vehicular y facilitar la traducción de interés privado en acción. «Estamos trabajando para crear un plan de mecenazgo. Es muy complejo; tenemos poca tradición», confiesa la directora. Además, hay que tener en cuenta que muchos empresarios están optando por levantar sus propios centros expositivos, como es el caso de Bombas Gens o el futuro Centro de Arte Hortensia Herrero o de la Fundación Juan José Castellano Comenge, algo que no solo se da en València, «también en el estado español y en el resto de Europa». Consciente de la importancia de avanzar en esto, el IVAM está trabajando en un diagnóstico general y un plan a medio plazo que abra las puertas del museo al público, sí, pero también a la financiación privada.
El pilar del museo y su razón de ser es su colección de arte, un conjunto de obras que se lleva amasando durante décadas y que, como el resto del centro, también mira adelante. En los últimos años se han impulsado o reforzado líneas de actuación, como la compra de obras de artistas mujeres para paliar su baja presencia en los fondos del IVAM, así como una atención especial a los sectores del diseño o la ilustración, con casos como la reciente adquisición de obra de la premio nacional de Cómic Ana Penyas, y de creadores jóvenes, como Guillermo Ros. Estas son algunas de las vías de actuación del museo, pero no la única. «Estoy intentando con mucho esfuerzo encontrar algunos vínculos en los cincuenta o sesenta, sobre todo de artistas con otras prácticas artísticas fuera de la pintura y la escultura», explica Enguita. Fue a finales de septiembre que, de hecho, abrió sus puertas una exposición sobre Grupo Zero, una mirada al nuevo arte de la Europa de la posguerra, un proyecto que habla de esa intención del museo de cubrir esos huecos, a veces fugaces, en la Historia del Arte. «La exposición que presentamos en Castellón [Arte en una tierra baldía, 1939-1959], por ejemplo, no habla tanto de ismos como de momentos. Hay que romper esa idea de historia del arte lineal; hay que revisar y añadir capas».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 96 (octubre 2022) de la revista Plaza