Estos días y tras la manifestación reclamando una financiación justa que fue ocultada y silenciada por, al menos, la televisión española, he vuelto a vivir los debates sobre si Madrid nos ignora y además acapara demasiado poder institucional, empresarial y mediático.
Las cosas no siempre se ven como son, sino que depende del lugar donde nos ponemos para observarlas y del estado de ánimo con el que las miramos. Estos días de otoño, donde el frío y la humedad ya se hace presente en nuestra rutina, los valencianos decidimos salir a la calle para recordar algo que lleva años sobre la mesa y que ha logrado el consenso unánime de la sociedad valenciana: estamos injustamente financiados y no merecemos ser tratados de manera desigual y en desventaja frente a otros territorios españoles.
Tras realizar este análisis objetivo y que no tiene más enjundia, comienzan las interpretaciones varias sobre nuestra capacidad de influir en las decisiones del gobierno central, nuestra fuerza para bloquear acuerdos que favorecen otras autonomías en detrimento de las demás –especialmente la nuestra– como el cupo vasco que estos días ocupa (valga la redundancia) la actualidad informativa nacional, o las previsiones de que la irresponsable y suicida actitud de los gobernantes autonómicos catalanes acabe saldándose con más dinero por parte del estado para cubrir sus carencias, mala gestión y demandas insaciables.
Ante este panorama, los valencianos volvemos a sentirnos marginados, ninguneados o simplemente y lo que es peor, ignorados. Y una vez más me veo envuelto en los debates sobre si Madrid acapara en exceso el poder político, económico y mediático del país, lo que suele denominarse en cualquier nación, el efecto capital. Esa ciudad populosa y amplia que acoge ministerios, embajadas, multinacionales, y en consecuencia una gran actividad económica y también social, cultural, etc. Es decir, las grandes capitales que acaparan los mejores museos, restaurantes, espectáculos y que nos dejan la sensación de que todo pasa por ellas y el resto somos palmeros. Pero me niego a aceptar esta visión parcial, que no falsa, porque el efecto capital existe.
Valencia aunque es la tercera ciudad de España en varios parámetros, especialmente por población, se coloca en una sana y cómoda distancia respecto a Madrid y Barcelona, quienes poseen más industria, polígonos, empresas, turismo y también atascos, contaminación y todos los problemas derivados de los enormes núcleos urbanos, en definitiva, una importante merma de la calidad de vida. La cual se mide por el equilibrio de varios parámetros y no exclusivamente por tener más carreteras o más trenes de cercanías. Lógico que una ciudad como Madrid, capital de una comunidad uniprovincial y del país, con una población de más tres millones de habitantes cuente con gran cantidad de infraestructuras y servicios públicos.
Dicho lo cual, el tema de la financiación es un problema que arrastramos gobiernen populares o socialistas en Madrid, pero el aspecto de reclamar que Valencia debe convertirse en una gran capital con todos los servicios y un aeropuerto internacional, se me antoja una pretensión irreal, producto de la ilusión pero no de las cifras y los hechos. Es este un tema que en muchas tertulias se debate, y creo que nos falta asumir nuestro tamaño y nuestras capacidades. Somos un gran destino turístico pero no debemos aspirar a rivalizar con París o Nueva York, porque dejaríamos de ser esa ciudad amable, habitable y humana no sólo por clima o gastronomía, sino por tamaño, número de habitantes y de visitantes.
No creo que debamos sentirnos como el patito feo de la historia porque somos un pueblo con nobles virtudes, empresarios innovadores, personajes ilustres y una vitalidad mediterránea que nos hace lograr un equilibrio envidiable, el efecto capital que se lo queden en Madrid. Cada día hablo con más personas que llevan meses y años viviendo fuera de nuestra ciudad y todos tienen algo claro: quieren volver y vivir en nuestra ciudad el resto de su vida. Así que nos sobran quejas y lamentos, nos falta seguridad como sociedad y por supuesto un trato equitativo desde la administración central, para ello los políticos valencianos tienen toda la responsabilidad.
Militantes de Madrid, Aragón, Castilla La Mancha, Castilla y León, Galicia y Extremadura reclaman un sistema justo y multilateral