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al otro lado de la colina / OPINIÓN

Efecto mariposa en el norte de África

Nunca fue tan evidente como pueden llegar a ser múltiples las repercusiones geopolíticas que cualquier conflicto internacional produce en la Aldea Global de Marshall McLuhan

23/04/2022 - 

El conflicto de Ucrania sigue centrando la actualidad mundial y se recrudece en el frente sur, tras ese paréntesis que supuso el repliegue hacia Bielorrusia del ejército ruso (atravesando otra vez el área contaminada y de exclusión de Chernobil) en la zona de operaciones norte de Ucrania abandonando el frustrado cerco a Kiev, así como desde la zona de Operaciones noreste que desde la ciudad Chernigov y siguiendo también los cursos de los ríos (con sus fuentes en Rusia) Desná y Seim convergían hacia la capital en ese intento de aislarla, replegándose sobre Rusia. Aunque por momentos, parece que sus efectos colaterales se aproximan cada vez más hacia nosotros.

Desde luego si el norteamericano Edward Norton Lorenz siguiera vivo (falleció en un abril de hace 14 años) vería un claro ejemplo de su teoría del caos y el efecto mariposa en este conflicto que se está produciendo en el Este europeo entre Rusia y Ucrania, pues los países que conforman la Geopolítica se comportan como un sistema complejo y dinámico objeto de su teoría. Dado que entre los múltiples efectos colaterales de la crisis, es la guerra mediática y el control social de los medios por ambas partes, como por ejemplo los propagandistas discursos de Vladimir Putin (aunque no llega al gran nivel de Volodímir Zelenski y sus puestas en escena) sin embargo si le gana en sus exhibiciones de fuerza, como la última, con la presentación del misil RS-28 Sarmat, alias SS-30 Satan-2, con un alcance máximo de 18.000 km (piensen que de Moscú hasta Valencia hay unos 3.300 km en línea recta, o unos 7.400 km hasta New York) es decir alcanza a todos y a todas partes, y que puede transportar entre 10 y 16 MIRV (vehículos de reentrada múltiple e independiente) es decir cabezas nucleares, que cuando vuelven a la atmósfera se dirigen cada una a su objetivo, por lo que pueden darse cuenta de su letalidad, que le proporciona ademas sus casi 28.000 km/h de velocidad que lo hacen imparable; pero también existen otros efectos más lejanos que las soflamas desde el Kremlin o desde Kiev.

Y ese efecto mariposa se ha evidenciado, parece ser que en noviembre, en Hammaguir a unos 4.000 km de Moscú pero a menos de 500 km de las fronteras españolas en territorio Argelino, donde el ejército ruso ha anunciado se desplegará (tranquilos, en un número pequeño de efectivos) en unas maniobras militares antiterroristas que se celebrarán de forma combinada con el ejército argelino, a menos de 50 km de la frontera de Marruecos, por lo que, como comprenderán, Putin mete presión (y se mete él por medio) en esa escalada latente pero persistente entre nuestros vecinos del sur, y que ha generado una potente carrera armamentística al otro lado del estrecho, acortando el gap tecnológico entre las dos orillas y por tanto incrementando los riesgos.

Esta intervención rusa en el norte de África tiene sus antecedentes, viene de antiguo, sus raíces provienen de ese mundo bipolar en el qué estábamos enfrentados, por una parte Occidente liderado por Estados Unidos contra el bloque comunista de la URSS -Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas-, y todos los países de la ribera sur del mar Mediterráneo participaban en ese pulso. Argelia y Libia, por ejemplo, eran grandes depósitos de armas que actuaban como bases avanzadas soviéticas para facilitar un rápido despliegue de sus tropas, y donde ya tenían un buen número de asesores; incluso hace tiempo fuerzas cubanas, con el sanguinario y homófobo Che Guevara a su frente, estuvieron en Argelia en octubre de 1963, cuando se produjo la llamada guerra de las Arenas entre Marruecos y Argelia, por lo que toda aquella situación con sus litigios fronterizos, la cuestión de la antigua provincia española del Sahara ocupada por Marruecos (con el Frente Polisario acogido en Argelia) se ha visto alimentada por el conflicto ruso-ucraniano, por la aparente (desde hace tiempo) vuelta del mundo más o menos bipolar, y sobretodo por esa nueva arma de consumo masivo, llamada gas.

Porque la necesidad energética es un tema que viene de antiguo, uno de los elementos que aportó energía al imperio romano para su esplendor fue el esfuerzo y trabajo de los esclavos obtenidos en el campo de batalla; después la esclavitud africana fue la energía aprovechada y explotada por las colonias americanas anglosajonas para su desarrollo; en los siglos XIX y XX fueron los combustibles fósiles, el carbón y el petróleo los que supusieron un gran impulso energético para las sucesivas revoluciones industriales; finalmente en el actual siglo XXI y como consecuencia de la búsqueda de una energía más limpia, la Unión Europea ha catalogado como energía verde a la energía nuclear y a la energía gasista, por lo que el suministro del gas (hidrocarburo), para Europa es fundamental en su transición ecológica y sostenible.

Pero hete aquí que el centro y norte de Europa está entrampada, de forma ridícula y absurda por no decir sospechosamente colaboracionista, con el suministro de gas proveniente de la Rusia de Putin, y por eso miran hacia el sur (y con envidia a España) por el gas proveniente de Argelia, de hecho Italia nos ha arrebatado el ser cliente preferencial suyo, en una clara competencia que no sé si podríamos llamarla desleal. Por eso, este penúltimo quiebro de Putin, con un guiño hacia Argelia, nos hace recordar lo manifestado en febrero de 2007 por el máximo mandatario ruso, cuando lanzó la idea de crear una OPEP gasista, que fue muy bien recibida por Argelia en aquel momento, y parece que ahora podría reactivarse, con el riesgo para nuestro suministro y sobre todo nuestras cuentas exteriores por los incrementos de precio que conllevaría ese oligopolio, y el perjuicio a nuestros hogares y por ejemplo a nuestra más que importante industria ceramista.

Ya ven, “El gran juego” como llamaba Rudyard Kipling al enfrentamiento entre los imperios de su época (ingles y ruso en Asía central) o el efecto mariposa de Edward Norton Lorenz, parecen reproducirse en nuestro siempre inestable patio trasero, esta vez por mor de Putin y la debilidad del resto, después que no les digan que era imprevisible y no se pudo hacer nada para evitarlo, o al menos contenerlos.

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