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HEDONISTA / LOS CLÁSICOS

El acento y la serenidad de Eladio Rodríguez

Eladio del Eladio. Una institución educativa sobre el producto gallego. Un carácter reposado, como su forma de entender la gastronomía. Desde los años ochenta, València está más cerca de la Ribera Sacra gracias a su buen hacer

| 20/05/2022 | 3 min, 14 seg

VALÈNCIA.- Perenne. Así es el acento gallego y la devoción por la hostelería de Eladio Rodríguez, patriarca del restaurante Eladio, ahora dirigido por su hijo Michel. 

Ojos azules, algo nublados, que revelan la edad. La corpulencia de quien ha trabajado la tierra. Una forma de hablar única, medida y que conserva los giros aprendidos en su tierra. Viste traje y transmite seguridad. Pertenece a la raza de hosteleros que escuchan y observan mucho antes de hablar. Cuando su voz tranquila suena, la despensa de Galicia se acerca al comensal. 

«Nací en la provincia de Orense, en la Ribera Sacra, al lado del río Sil. De allí me fui a Suiza con veintiún años. En Suiza estuve diecinueve años y medio, y allí nació mi hijo Michel. Mi esposa, Violette, que en paz descanse, era suiza, de Lausanne, la conocí en Zúrich donde yo trabajaba y, bueno, pues nos casamos y tuvimos a nuestro hijo». Así abrevia Eladio su juventud, como si fuera una vida más, sin pretender narrar una historia épica. El «y bueno» es su latiguillo. Chasca al son del acento. Resume décadas. Concentra emociones. 

«Nosotros, en mi familia, somos labradores. Tenemos una panadería que sigue regentando mi sobrino, tenemos muchas tierras. Vendíamos vino, terneros, patatas y todo eso, pero yo no quería trabajar más en la labranza. Es muy duro. Pues entonces decidí marcharme; no es que tuviera necesidad de migrar pero quería ver otras cosas, mundo. Y así llegué a Zúrich. Empecé lavando platos».  

«En 1977 me vine para València. La ciudad me gustaba muchísimo. De pequeño canturreaba el himno de València. València, es la tierra de las flores, de la luz y del amor… en Suiza habían estado haciendo una promoción de viviendas en Benissa. Mi esposa Violette y yo fuimos a Alicante a ver todo eso e invertí». La obra no salió adelante. Eladio le echa la culpa a la subida del cemento. «Y bueno, no llegaron a construir los edificios, pero pude recuperar las letras». 

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«Pasé por aquí». Con un gesto conciliador y pocas palabras el hostelero explica uno de sus grandes giros vitales. «Alfredo el de las Rías y yo éramos muy amigos. Somos muy amigos. Seremos muy amigos. Bueno, pues me animó a quedarme con el Centro Gallego de Ruzafa, que entonces lo llevaba él». Alfredo es Alfredo Alonso, que junto a su mujer Concha Rodríguez abrió en 1969 el restaurante las Rías Gallegas, hoy en día cerrado. En los tiempos del centro gallego, conocido también como Lar Gallego, Eladio se rodeó de paisanos al mismo tiempo que sentaba cátedra sobre la auténtica empanada gallega, el pulpo a feria y otras especialidades no tan divulgadas. 

«Primero me vine solo. Era el mes de marzo. El invierno en Zúrich era muy difícil para mí, que padecía de asma. Tenía que tomar una decisión, Michel tenía entonces ocho años, le faltaba acabar el curso. Planteé lo de venirme, lo hablé con Violette, que en paz descanse, y me dijo que por supuesto, que ella me seguiría adonde fuera. Cogí el Centro Gallego, allí estuve dos años y medio, pero quería un local propio mío».

* Lea el artículo íntegramente en el número 91 (mayo 2022) de la revista Plaza

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