MADRID. La firma del acuerdo entre China y EE UU de la 'fase 1' no bastará, lamentablemente, para restaurar la visibilidad en el comercio mundial. La batalla por el liderazgo mundial entre los dos gigantes es uno de los acontecimientos más impactantes de esta nueva década.
Si se detiene la escalada arancelaria, el 69% de las importaciones estadounidenses procedentes de China y el 58% de las importaciones chinas de Estados Unidos seguirán enfrentándose a aranceles más altos, según nuestras estimaciones. Esto influye sobre el crecimiento de EE UU en 0,4 puntos de crecimiento y sobre el crecimiento de China en 1,1 puntos. Pero, sobre todo, habría que esperar a la 'fase 2' para la transposición de este acuerdo a la legislación nacional. Esta 'fase 2' es hipotética ya que Trump ha comenzado su campaña.
Además, la naturaleza misma de los temas de negociación se opone al programa del presidente Xi Jinping. Lo que está en juego no es sólo el aumento de las importaciones estadounidenses a China, sino también la protección de la tecnología y los derechos de autor, el fin de la piratería informática con fines de espionaje económico, el fin de las subvenciones concedidas a las empresas estatales chinas y el levantamiento de los derechos de aduana adicionales. Por ello, el apoyo a las empresas estatales y el control de la economía forman parte de la política de Xi Jinping, como detalló en octubre de 2017.
Este acuerdo parcial entre EE UU y China corre el riesgo de reforzar el deseo de Donald Trump de aumentar los derechos de aduana con respecto a la UE y los suizos. Ya ha obtenido concesiones de los japoneses en cuanto al comercio de automóviles, y los europeos son los siguientes en la lista. Además, al haber puesto a Suiza de nuevo en la lista de países que hay que vigilar de cerca en el informe del Tesoro al Congreso publicado el lunes 13 de enero de 2020, el presidente estadounidense está demostrando que un acuerdo con China no es el final de la historia. En Suiza son las compañías farmacéuticas las que podrían ser las primeras víctimas.
Mathilde Lemoine es economista jefe en Edmond de Rothschild