VALÈNCIA. Se ha convertido en una de las películas sorpresa de esta temporada de premios. El agente topo (coproducción hispano-chilena en la que se encuentran involucradas las españolas Marisa Fernández Armenteros y María del Puy Alvarado) se estrenó en el pasado Festival de Sundance y no ha parado de conseguir reconocimientos, siendo el último y más importante la nominación a los Oscar en la categoría de mejor documental.
El último trabajo de Maite Alberdi es tan original como tierno, y tan reflexivo como inesperado. Habla de la vejez, pero desde un punto de vista que se aleja de todos los tópicos que habíamos visto hasta el momento para ofrecer una mirada fresca y diferente en la que no hay lugar para recrearse ni en el sentimentalismo ni en la miseria. Además, resulta inevitable que su mensaje en estos momentos de pandemia alcance una dimensión todavía más potente, ya que su trama tiene lugar en una residencia de ancianos, lo que nos hace pensar en la tragedia que se ha vivido en estos lugares durante la era COVID, poniendo todavía más de manifiesto la vulnerabilidad de nuestros mayores.
No es la primera vez que Maite Alberdi se ha interesado por la tercera edad. En La Once (2014) siguió durante varios años a un grupo de ancianas que se reunía para tomar el té desde jóvenes y las supervivientes tenían que afrontar la pérdida por el camino de la mayor parte de sus compañeras. Más tarde, en el cortometraje Yo no soy de aquí (2016) una mujer vasca se aferraba a sus recuerdos de infancia mientras se encontraba recluida en hogar de retiro en Chile tras haber perdido la noción del tiempo y el espacio.
En El agente topo la directora continúa esta senda hibridando el documental y la ficción en una curiosa mezcla en la que la mirada observacional se fusiona con el género de detectives. Sergio, un octogenario que acaba de perder a su esposa y necesita estímulos para seguir viviendo, acude al anuncio de una agencia de investigadores privados, capitaneada por el simpar Rómulo, que hace un cásting para reclutar a un agente que se infiltre en una residencia para vigilar los movimientos de una de sus internas, ya que su familia piensa que podría ser víctima de malos tratos.
Sergio recibirá una formación tecnológica antes de emprender su aventura: mandar audios de voz, hacer vídeos con el móvil, utilizar Whattsapp y FaceTime, dispondrá de artefactos jamesbondianos como una cámara en las gafas y aprenderá otras argucias para pasar desapercibido mientras va recabando la información que necesita.
Alberdi sabe manejar a la perfección el delicado material con el que trabaja. Su tratamiento inicial nos acerca a la comedia a través de ese 007 geriátrico que le pone toda la ilusión del mundo a su nueva tarea para poco a poco ir descubriendo una realidad que le supera, la del abandono y la más absoluta soledad. Así, la directora nos acerca al lado más humano de una historia que se va construyendo a través de las vivencias, desde una perspectiva inmersiva, de cada uno de esos ancianos que se encuentran aislados del mundo, en una burbuja de monotonía que los va apagando poco a poco.
Es lo bonito que tiene El agente topo, aproximarnos a esos seres frágiles que necesitan amor y compañía, a las relaciones que se van creando entre ellos al mismo tiempo que se genera un poso de reflexión tanto en el propio Sergio como en el espectador.
La directora estuvo durante meses filmando en una residencia de ancianos de su país, de forma sigilosa y respetuosa y con el absoluto consentimiento de todos los participantes. La cámara es invisible, se funde con su entorno y se encarga de captar los gestos más imperceptibles. Se trata de un trabajo meticuloso y paciente, repleto de humanidad, nobleza y ternura. Hay risas, pero también momentos que encogen por dentro de una manera sobrecogedora. Al final, la investigación de Sergio es lo que menos importa. Alberdi quería hacer un policiaco, pero se dio cuenta de que lo principal era dar voz a esos seres humanos a los que ya nadie escucha. Por eso, aunque de forma involuntaria, termina siendo un filme de denuncia social.
El agente topo habla sobre el derecho a tener una vejez digna. El diario de a bordo de Sergio se volverá cada vez más introspectivo hasta desembocar en un final que destila una autenticidad dolorosa.