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VISIÓN FINANCIERA

El análisis bancario requiere más de una ratio

Foto: VUK VALCIC/ZUMA PRESS WIRE/DPA
8/06/2024 - 

El sector bancario mundial ha experimentado un amplio proceso de mejora de la calidad crediticia, impulsado por la crisis bancaria de 2008, como sostenemos nosotros y muchos otros. A lo largo de los años, se han logrado avances en muchos ámbitos, como el capital, la simplificación de los modelos de negocio, la liquidez y la divulgación de información, entre otros. E incluso con estas mejoras, las dudas sobre la debilidad del sector bancario europeo siguen ocupando a veces los titulares, con argumentos como la oposición de los bancos a la fase final de la aplicación de Basilea III (que tiene que ver con una revisión de los coeficientes de capital basados en el riesgo) o su grado de capitalización, utilizando el caso de Credit Suisse como ejemplo de una baja relación entre capital y activos.

Hay razones que nos impiden estar de acuerdo con estas conclusiones

En primer lugar, aunque los bancos tratan de obtener un rendimiento adecuado de sus fondos propios (RoE) como cualquier otra empresa privada, cabe señalar que: a) son muy diferentes de las empresas no financieras, y b) su disposición y capacidad para conceder préstamos tiene un gran impacto en el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB). La mayoría de las actividades económicas utilizan algún tipo de deuda, normalmente facilitada por un banco. Para que los préstamos sean rentables o, en otras palabras, para que los bancos alcancen dicho nivel de RoE, los bancos manejan un apalancamiento mucho mayor que una empresa no financiera. Es fácil demostrar que, por ejemplo, si se crea un banco exclusivamente con fondos propios para conceder hipotecas al 5%, la rentabilidad sería del 5% menos salarios, alquileres, facturas y otros gastos. Esta actividad económica arrojaría un escaso RoE y el sector privado no la llevaría a cabo, con efectos secundarios negativos para el PIB.

Por lo tanto, la lógica sugiere que existe un nivel óptimo de apalancamiento que conjuga los riesgos sistémicos de tener demasiado apalancamiento con la capacidad de los bancos para obtener un RoE proporcional. De ello se deduce que no cualquier aumento del capital del sistema bancario aportaría un beneficio económico. Si los bancos no pueden prestar de forma rentable, simplemente no lo harán. Esto tendría consecuencias negativas tangibles para el crecimiento, sobre todo en aquellos sectores intensivos en capital como las infraestructuras, las telecomunicaciones y los servicios públicos, con el correspondiente impacto en el desempleo y el crecimiento potencial de la economía. Tampoco es obvio que más capital reduzca siempre los costes globales de financiación. Si los bancos tienen pérdidas porque no pueden conceder préstamos de forma rentable y el crecimiento económico se resiente, dudamos que los inversores hagan cola para proporcionarles financiación.

En segundo lugar, creemos que los bancos de Europa y de todo el mundo no tienen un problema de capital. La métrica que utiliza en ocasiones para demostrar la supuesta mala capitalización del sistema es un cálculo simplista de los fondos propios divididos por los activos, que en el caso de Europa alcanzó un máximo de poco más del 5%. El mejor ejemplo de por qué se trata de una medida incompleta de la capacidad de un banco para mantenerse solvente es fijarse en Silicon Valley Bank (SVB). En sus estados financieros del cuarto trimestre de 2022, que fueron los últimos antes de la quiebra, SVB mostraba una ratio saludable  de apalancamiento del 7,96%. Otros ejemplos relevantes son Signature Bank y Credit Suisse, que mostraron ratios de apalancamiento del 8,79% y el 7,7%, respectivamente, en el mismo trimestre. En el mismo periodo, la cifra de HSBC fue del 5,8% y la de Nationwide Building Society del 5,4%. Por eso, los reguladores (y los mercados) llegaron a la conclusión de que hay varios ratios e indicadores, así como análisis cualitativos, que deben tenerse en cuenta a la hora de evaluar la salud financiera de un banco. Las medidas de fondos propios sobre activos, como los ratios de apalancamiento, son sólo uno de ellos.

Otro aspecto en el que se fijan los reguladores y los mercados son las métricas de capital ponderado por riesgo, como el capital común de nivel 1 (CET1) que, en lugar de utilizar la cifra total de activos del balance, utiliza una cifra ajustada con el objetivo de reflejar el riesgo de los activos del balance. Es una buena idea, y tiene mucho sentido, ya que permite hacer comparaciones entre bancos que tienen modelos de negocio diferentes. Si un banco se dedica a las hipotecas de primera calidad y el otro presta a empresas de nueva creación, por supuesto hay que ajustar la calidad de los activos antes de compararlos. Mientras se divulgue cómo se calcula, los coeficientes CET1 y otras métricas basadas en el riesgo son una parte útil de las herramientas de los reguladores y los inversores para analizar los bancos. Es probable que la fase final de la aplicación de Basilea III, que implica una revisión de los cálculos de los activos ponderados por riesgo, se traduzca en mayores exigencias de fondos propios. Coincidimos con los comentarios de algunos equipos directivos de bancos en el sentido de que aumentar aún más los niveles de capital de los grandes bancos no es necesariamente positivo para la economía, ya que el crédito se vería afectado sólo por el hecho de que los bancos bien capitalizados estuvieran aún mejor capitalizados.

Los problemas de SVB y Credit Suisse el año pasado tenían poco que ver con el capital. El primero tenía una gran concentración de depositantes y grandes pérdidas no realizadas en bonos del Estado debido a malas políticas de cobertura. El segundo experimentó una crisis de confianza tras una serie de escándalos de gestión de riesgos que culminaron en una fuga de depósitos y la cuestionable decisión del regulador de amortizar los AT1 mientras vendía el banco a UBS. No hay garantía de que, si tanto SVB como Credit Suisse hubieran tenido más capital, su futuro hubiera sido diferente.

Seguimos confiando en que el sistema bancario mundial, incluida Europa, siga  bien capitalizado y que la calidad del crédito siga mejorando. Prueba de ello son las numerosas subidas de rating que ha experimentado el sector en los últimos trimestres (y años), los buenos resultados que arrojan las pruebas de resistencia reglamentarias y la ausencia de contagio cuando bancos concretos, que de hecho han tomado malas decisiones, se meten en graves problemas. Mantenemos la calma, aunque como siempre vigilantes, y seguimos adelante.

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