VALÈNCIA. “He crecido con él” comenta sonriendo Pedro Máñez. Junto a su hermano Silvino regenta la carnicería que lleva más de un siglo en la plaza del Olmo de Navajas. Fue de sus abuelos. Luego de sus padres. El Olmo, así, con mayúsculas, les ha visto a todos. “Es parte de la familia”, prosigue Máñez. “Tú naces y está ahí. Vives y está ahí. Y sabes que cuando te mueras él seguirá ahí”. Y mira al Olmo, al que da nombre a la plaza, al Olmo de Navajas, uno de los 1.500 árboles monumentales protegidos de la Comunitat Valenciana, uno de los más conocidos, uno entre un millón. Memento mori, recuerda que has de morir. La idea de que sea un árbol quien lo diga es como si la hubiera escrito Tolkien. Aunque toda esta historia si tiene aroma a algo es a Éric Rohmer. Hay un árbol centenario, un alcalde procesado por corrupción, una biblioteca regentada por voluntarios y una joven profesora elegida alcaldesa. Hay una votación nacional y competidores de primer nivel. Lo tiene todo.
La circunferencia del árbol medida en junio de 2013 a un tamaño de 1,20 m es 6,54 metros. Su altura, 19 metros. Su tamaño, más de 220 metros cuadrados de copa, es ahora menor que en un pasado reciente. “Antes era el doble”, recuerda Máñez; “lo cubría todo”. ¿Más? “Todo”. Fue podado para garantizar su pervivencia, además de vaciado, dice. Sus raíces llegan hasta el río Palancia. Allí, dicen los vecinos, están sus hijos, que se cuentan por decenas, los olmos que han nacido por sus semillas. Si se mira con detenimiento, se pueden ver las argollas que garantizan que ninguna rama pueda caer sobre la plaza. En un costado, una viga metálica, colocada para garantizar que no se caerá y que ya se ha adherido al árbol como una prótesis, le da un aspecto futurista. Cada año se le revisa para comprobar que está en perfectas condiciones; limpiar, podar y dar esplendor. Y además el árbol tiene un médico en casa. El concejal de Medio Ambiente, Rafael Giménez, “un apasionado de los árboles” en la descripción que hacen de él sus vecinos, está pendiente de su día a día.
Del Olmo de Navajas se sabe incluso quién lo plantó. Se llamaba Roque Pastor y era el Justicia, el encargado de velar por la paz en el pueblo. Ocurrió en 1636, el año en el que Navajas alcanzó la condición de municipio. Se puede decir que el Olmo es el pueblo; nació con él, es tan viejo como él. Tiene algo de patrimonio y también místico, cosa que no es extraña; para los celtas los árboles eran sagrados. Si el Olmo de Navajas fuera estadounidense y lo hubiese plantado un sheriff, sería una leyenda. En cierto modo ya lo es porque desde esta semana es el árbol del año en España. En una votación popular ha superado a la Palmera Imperial de Elche y al Almendro de Valverde de Leganés, en Badajoz. El Olmo logró 95.130 votos; la Palmera Imperial, 77.182 votos; el Almendro Real, 29.543. Navajas no llega a 750 habitantes; Elche tiene más de 225.000; Valverde de Leganés supera los 4.200. David ha vencido a Goliat.
Ubicada a 379 metros de altitud en el Alto Palancia, esta pequeña localidad está gobernada en la actualidad por una agrupación local, Alternativa por Navajas, que lidera Patricia Plantado. “Recuerdo que de niños cuando encontrábamos un pájaro herido lo curábamos y lo llevábamos al Olmo”, relata la joven alcaldesa. “¿Qué mejor casa se podía tener? Seguro que él lo cuidaría, como a todos nosotros”, añade. Cuando ella tenía tres años Navajas se volcó para conmemorar los 350 años de existencia del árbol; ahora como alcaldesa ha podido disfrutar de la repercusión nacional de la victoria del Olmo en un concurso en el que han obtenido el equivalente de votos a más de 125 veces Navajas. El Olmo les multiplica por 100. La presencia de prácticamente todas las cadenas de televisión ha sido un hecho de los que se recuerdan. Los periodistas querían grabarlo, enseñarlo en toda España. Ése es el árbol más bonito, es el árbol de todos, les decían, y los vecinos se sonreían porque ellos ya lo sabían.
Las conmemoraciones por el 350 aniversario del Olmo son como el gran hito en el camino hacia la memoria del árbol. Se creó el himno con música de Salvador Chuliá y letra de Plácido Benet que incluye la estrofa ‘a todos nos ha visto nacer’ y se adecuó su actual urbanización con una fuente diseñada por el escultor local Manuel Rodríguez, con obra en Bagdag y autor, por ejemplo, de la escultura de Vinatea que preside la Plaza del Ayuntamiento de València. Más tarde, en 2002 Correos emitió dos matasellos, uno de rodillo y otro de ventanilla, dedicados al Olmo, ambos diseñados también por Rodríguez. En 2011 la ONCE emitió un cupón del Olmo conmemorando su 375 aniversario. Es parte de la iconografía de los últimos años de toda España. En el pueblo se puede ver en todas partes. Azulejos ornamentales, banderas... Hasta en el escudo.
Profesora de profesión, la vocación política de Plantado es consecuencia de las circunstancias. Encabeza un grupo surgido en el pueblo en medio de una crisis económica e institucional que a punto estuvo de colapsar al municipio. En los últimos años Navajas ha sido noticia por ser uno de los pueblos más endeudados de España; en mayo de este año la Guardia Civil registró el ayuntamiento en busca de documentación para una causa abierta contra el anterior alcalde José Vicente Torres (PP) y el exsecretario municipal Antonio Paredes por presuntos delitos de prevaricación, malversación, fraude y exacciones ilegales. Ese día también estuvieron las teles. Si la Comunitat Valenciana ha tenido que padecer la mala imagen de la corrupción, en Navajas saben mucho de ello. Seis meses después Navajas ha vuelto a ser noticia, pero para bien.
En la actualidad el municipio tiene una deuda por habitante de 6.837 euros y ha bajado al quinto lugar del ranking de poblaciones más endeudadas. Para ello iniciaron una labor comunitaria con voluntarios entre los propios vecinos, jubilados (la pirámide de edad no tiene una base de jóvenes muy amplia) que de manera gratuita limpian las calles, adecentan las aceras. Es habitual ver a un jubilado haciendo labores de jardinería, con aspiradores de hojas. Fueron precisamente dos de estos voluntarios, los que se encargan de la biblioteca, los que tuvieron la feliz idea de proponer al Olmo de Navajas al concurso del árbol del año. Lanzaron el reto Amelia Sáez y Manuel Villalba, que tiene como ápodo Gilo. Ellos lo sugirieron y el pueblo se volcó con fe. De la misma manera que estaban peleando por salvar al municipio, se esforzarían para lograr el reconocimiento. El Olmo era ellos. Y vencieron. Vaya que sí. Ni siquiera Elche, cuyo alcalde hizo campaña para lograr la victoria, pudo con el Olmo de Navajas. Algo así como que el Rayo Vallecano ganara la Liga. Ahora le queda la Champions donde competirá con los mejores árboles de toda Europa.
Que Villalba se planteara una meta ardua tampoco es tan extraño. Lo lleva en su adn. Es muy conocido en el mundo de las carreras populares. Era corredor antes de que nadie dijera por primera vez en España la palabra runner. Cuando él corría maratones de joven en València, la vez con más inscritos que recuerda participaron 1.200 atletas. Este domingo correrán 22.000. Los retos y ver las cosas antes que otros son dos de sus características. Villalba, que sigue corriendo pero ahora entre árboles, relata que en Navajas “la gente trabaja fuera”, que ya no quedan fábricas, pero que cuando llega el fin de semana y las épocas vacacionales el pueblo revive. Para él el árbol ha sido más que una referencia visual; ha sido emocional. Es una seña de identidad. Apasionado de la lectura, como atestiguan los centenares de libros que tiene en su casa perfectamente ordenados, forma parte del equipo que impulsó la puesta en marcha de la biblioteca. “Somos cinco o seis personas las que estamos en la biblioteca y cuando salió el concurso nos dijimos: ‘Vamos a apuntarnos’. Nunca creíamos que iba a surgir todo lo que ha pasado”, comenta.
La plaza es el punto de reunión de cada día. Allí se celebran las fiestas. Allí se hace el mercadillo. En torno al Olmo se organizan los toros. Laura, rumana, procedente de Transilvania, afincada en Jérica, atiende una de las mesas de El valenciano que da a la plaza mientras Carlos, el jefe, bromea con algunos de los parroquianos. “Os veo hoy muy estresados”, dice. La gente se saluda y dan los ‘buenos días’ a todo aquel con que se cruzan. Navajas, dicen, es pueblo para lo bueno y lo malo. Consuelo Pérez Sabio, jubilada, a la que llaman la Civila (es hija de Guardia Civil), se encuentra con su primo Juan Sancho Pérez y con su amigo Francisco Galve, al que todos llaman Celadas (en Navajas todos tienen mote). Para Consuelo, como para todos los vecinos, ha supuesto una gran alegría el premio. “Es que me ha visto nacer. Cuando salíamos de la escuela, jugábamos hasta que se iba la luz del día bajo sus ramas. Aquí nos hemos roto brazos, piernas…”. Ya lo había dicho Pedro Máñez; es parte de la familia.
Históricamente, desde que el botánico Cavanilles hablara de ella, Navajas es una localidad de veraneo de las clases pudientes de València (los Ayora, los Tormo...). Las grandes mansiones del XIX así lo atestiguan. El pueblo de hecho siempre ha tenido más relación con la capital de la Comunitat que con la equidistante Castellón. Además de los ocasionales turistas que se aproximan y se hacen el inevitable selfie, por allí se puede ver pasar también a nuevos vecinos, como el fotógrafo Pascual Pas Ibáñez y su compañero Cristian Lázaro. Pas veraneaba desde los ocho años en Navajas y ahora, ya con propiedad, ha pasado a ser vecino con raigambre. Meta de la popular Maratón Vías Verdes, sede de una famosa media maratón, la localidad es un destino recurrente del turismo de interior en la Comunidad con parajes como el Salto de la Novia.
Antes de acceder al casco urbano, a su pequeño centro donde se encuentra el Olmo que todo lo ve, que siempre ha estado ahí, se pueden vislumbrar algunas de las casas residenciales que salpimientan los caminos de Navajas. Hermosas, sólidas, cuidadas, con bellos jardines que apenas se pueden intuir desde el exterior, en una de ellas, ahora propiedad del naviero Vicente Boluda, estuvo refugiado el general Vicente Rojo durante la Batalla del Ebro, relata el escultor Manuel Rodríguez. Allí acudió Negrín con los ministros y se celebró el último consejo de ministros de la República con militares y civiles, dice. Los bombardeos de los aviones de Franco hicieron que todos se disgregaran “y cada uno se fue por su lado”. Y acto seguido explica por qué lo sabe: “Yo nací en esa casa”. Él era un niño. Sus padres vivían y trabajaban allí. “He estado en el refugio de Rojo y Negrín”, dice. Y es que en Navajas hay partes de la Historia que se viven en primera persona.
Forzados por las dimensiones del pueblo a tener que viajar para progresar profesionalmente, los vecinos de Navajas son como gallegos; están por todo el mundo. Viven en el extranjero, en países nórdicos, en países cercanos. Muchos de ellos en València. Pero todos vuelven. Fines de semana, fiestas, verano, al final todos regresan a Navajas. Todos bajo las ramas del Olmo. Sobre todo con la jubilación, lo que le lleva a bromear al fotógrafo aficionado Enrique Aviñó con Kike Taberner de que es un poco como un “cementerio de elefantes”. Las raíces de los vecinos son tan sólidas como las del Olmo. Patricia Plantado, por ejemplo, fue reina de las fiestas en 2006. A Boluda mismo se le considera vecino y todos le han visto en las fiestas del pueblo allí, bajo el Olmo, a cuyos pies todos somos iguales, apenas un momento en su existencia. Parafraseando a Carl Sagan se podría decir que el Olmo de Navajas, verlo, conocer su historia, “es una experiencia de humildad”.
'Cuando el tiempo no tenga ya memoria' se estrena el 17 de noviembre en Navajas y el 18 del mismo mes en Geldo