ME QUEDA LA PALABRA / OPINIÓN

El aspirante

1/02/2021 - 

La pandemia provocada por la covid-19, como cualquier situación de crisis social, está sacando a la luz las costuras de nuestra sociedad. Institucionalmente, vemos que las construcciones democráticas sobre las que se asienta nuestro país están siendo puestas a prueba de manera permanente.

Este es el caso del sistema autonómico recogido constitucionalmente. Como se observa en la lucha contra la pandemia, si bien existe una cierta uniformidad en las políticas de contención del virus y de reactivación económica entre comunidades, hay divergencias y polémicas -en muchos casos estériles- que hacen que parte de la ciudadanía española exija una recentralización de las políticas públicas que ordene las medidas adoptadas.

La situación es peligrosa puesto que una involución en el desarrollo autonómico surgido tras la Dictadura supondría un fracaso de esta España diversa en la que vivimos y, por tanto, una derrota de uno de los pilares básicos de nuestro sistema constitucional.

Por otro lado, vemos que el proyecto europeo -tantas veces cuestionado desde diferentes sectores- está respondiendo mejor de lo que se podía prever. Tanto en la respuesta económica a la pandemia como en el plan de vacunación, las instituciones europeas están ejerciendo el liderazgo más ambicioso de los últimos años. No sin pocos sobresaltos, el último a raíz de la polémica con AstraZeneca por el suministro de dosis a los estados miembros y su posible desvío a terceros países que habrían pagado un precio superior al de la Unión Europea. La respuesta de la Comisión no se ha hecho esperar; publicación (parcial) del contrato y limitación a la exportación de las vacunas producidas en territorio europeo. Una advertencia que podría derivar en la suspensión de las patentes de las vacunas de la covid, lo que provocaría un verdadero terremoto en la situación del mercado de las farmacéuticas.

Pero la construcción europea tampoco se salva de este permanente camino alambicado. Sin ir más lejos, cabe recordar la extenuante negociación de los fondos europeos para la lucha contra la pandemia cuyo final feliz no debe hacernos olvidar el ínterin de las negociaciones y la posición de cada líder político frente a esta cuestión.

Una cuestión que parecía zanjada y definitivamente garantizada con la inminente aprobación del Decreto de reparto de fondos para nuestro país.

No obstante, volvió a aparecer el oportunismo y la falta de sentido de estado de Pablo Casado. Quien ya intentara bloquear la negociación de los fondos europeos posicionándose con los llamados “países frugales” que defendían una posición devastadora para los intereses de España, el pasado miércoles decidió bloquear la llegada de 140.000 millones de euros votando en contra al Decreto que los aseguraba.

Pablo Casado, por intereses puramente personales, puso en riesgo la viabilidad económica del estado y lo que es más grave, el futuro de millones de familias españolas castigadas por la pandemia, cuyo proyecto de vida depende, en gran medida, de la recepción del dinero procedente de Europa.

El aspirante debe aprovechar las oportunidades que le brinda el desgaste del Gobierno al que pretende sustituir y está en su legítimo derecho a forzar las situaciones favorables que se le presenten. Pero esto no debe ser óbice para saber medir los tiempos, analizar las consecuencias de sus decisiones y posicionarse en aquellos temas que superan los límites de sus intereses legítimos.

Una vez más, Casado no ha estado a la altura de lo que se espera de alguien que aspira a gobernarnos a todos. Los 140.000 millones de euros no pueden, ni deben ser, una palanca para acceder al gobierno, puesto que su paralización supondría la ruina para millones de ciudadanos españoles.

La cualidad que diferencia a los simples aspirantes a presidente, de los realmente presidenciables, es que estos últimos saben cuáles son las cuestiones clave en las que su posición hará que la ciudadanía vea reflejados en él a un líder en ciernes que puede dirigir los intereses colectivos.

Casado, como ya hizo con la negociación de los fondos europeos, yerra de nuevo el tiro. Será por falta de serenidad y paciencia para acceder al poder o quizás por la evidente mala fe con la que se conduce obsesionado con derrocar al gobierno. O incluso por seguir la máxima histórica del PP “que caiga España que ya la levantaremos nosotros”.

 Sean cual sean los motivos de esta inaceptable decisión, el aspirante Casado ha decidido continuar siendo eso, un simple aspirante. Seguramente aún no es consciente, pero ha enterrado sus posibilidades de acceder a la Moncloa. Quedará para la Historia como un sucedáneo de Hernández Mancha, como un esbozo de líder, como un eterno aspirante. Pablo Casado nunca gobernará.

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