MADRID (EFECOM). Comprar bitcoines ha dejado de ser algo sólo de grandes inversores deseosos de ampliar sus fortunas para convertirse en un fenómeno en cadena, en el que se arriesgan incluso jóvenes de bajos ingresos que aspiran a sumarse a la escalada alcista de esta moneda virtual.
La participación de los milennials en el furor por el bitcóin, que este viernes cotizaba a más de 17.600 dólares, ha llegado a través de la facilidad que brindan los teléfonos móviles.
Revisar las fluctuaciones a través de aplicaciones móviles como Coinbase, que permite comprar y vender criptomonedas de forma sencilla, se está convirtiendo en una escena cada vez más habitual entre amigos, compañeros de trabajo o el taxista que cede al impulso de mirar constantemente su teléfono celular.
El fácil acceso a la moneda, junto a su entrada en el mercado de futuros de EEUU, ha hecho que haya multiplicado por 17 su valor en lo que va de año.
"Me parecía fascinante la idea de una moneda que no está ligada a un país. Es la versión 'milenial' del juego de apuestas", dice a Efe Vanessa Lorenzo, una joven estadounidense de 26 años a la que siempre le había atraído la idea de comprar bitcoines.
En su esencia, el bitcóin no está regulado, no depende de bancos ni está supervisado por instituciones gubernamentales, unas características que, junto a la posibilidad de ganar dinero de forma fácil, parecen seducir a personas de cualquier edad y condición.
Finalmente la joven dio el paso hace dos semanas, y en vez de comprar unos muebles que tenía en mente, decidió invertir esos 1.000 dólares aunque sabía "que no los volvería a ver".
"Antes era una cosa para 'frikis' u hombres blancos de clase alta en Wall Street. Pero ahora es un comportamiento global", sostiene.
Pero estas monedas virtuales no están exentas de críticas y riesgos de seguridad, que expertos como Rod Soto, secretario de Hack Miami, una comunidad de "hackers éticos" del sur de Florida (EEUU), llama a tener en cuenta.
"Mucha gente es ingenua y está entrando en una burbuja que va a explotar en algún momento", dice este "hacker ético" a Efe en referencia a la volatilidad del bitcóin, y afirma que algunos países con inflación, muchos de Latinoamérica, están usando bitcoines para lavar dinero.
La mayoría de ciudades tienen cajeros donde se pueden intercambiar bitcoines por dólares y cada vez son más los regalos para estas Navidades que se pueden comprar con un monedero virtual.
Más allá de la especulación, personas como el cubano Mario González, un microbiólogo en Miami de 44 años que está utilizando la criptomoneda para "resolver problemas de forma cómoda", como enviar dinero, sin comisiones, a su hija que vive en Europa.
Aunque González empezó en el mundo de las criptodivisas "como un juego", ahora ha invertido "mucho más dinero" y lo ve como la mejor forma de protegerlo.
"Lo único de lo que me arrepiento es no haberlo hecho antes", asegura a Efe.
Para González la tecnología que hay detrás del bitcóin, llamada "blockchain" (cadena de bloques) es una "revolución que va a cambiar el mundo" y "hay que estar dentro para aprender".
Este furor traspasa generaciones, y ha hecho entrar también en esta rueda al español Adrià Izard, un comercial de 23 años residente en Miami que considera que "se tiene que estar ahí porque pasará a la historia", aunque reconoce que invirtió poco "por si se pilla los dedos".
Su compatriota Pedro Gray, ingeniero industrial de 25 años, ha invertido 2.500 dólares y aunque el primer mes no se lo dijo a nadie, confiesa haber influido para que su entorno compre monedas virtuales.
"Me atrae el hecho de ganar dinero, pero también que no esté regulada. No me he metido porque sea algo de ganar a corto plazo. Creo en el proyecto bitcóin", dice el joven, que revisa "Coinbase", la aplicación más descargada este mes en la App Store en EEUU, con la misma frecuencia con la que entra en Instagram o Twitter.
Ante los riesgos que supone una inversión así, la tentación de obtener un retorno de dinero rápido y mayor con solo abrir una aplicación móvil despierta la curiosidad de muchos, pero el "hacker ético" avisa: "cuando el taxista te dice que está comprando bitcoines, es que ya hay una burbuja".