VALÈNCIA. El resultado acaecido este domingo en las elecciones andaluzas movió los cimientos del escenario político nacional y también del valenciano que, salvo adelanto ya improbable, tiene una cita con las urnas en mayo del próximo año. Así, el batacazo del PSOE-A y el mal resultado de Adelante Andalucía ha propiciado la posibilidad de que el PPA, pese haber caído siete escaños, tenga la opción de gobernar si consigue el apoyo de Ciudadanos y de Vox, la fuerza de extrema derecha que ha constituido la gran sorpresa de la cita con su irrupción de 12 escaños.
Sin duda, de entre los socios del Pacto del Botánico -PSPV, Compromís y Podem-, los socialistas que lidera Ximo Puig han sido los más damnificados del resultado. La marca del puño y la rosa, lejos de vivir un momento dulce tal y como apuntaban la mayoría de sondeos, está sometida de nuevo a un examen con altas dosis de incertidumbre. Fuentes del PSPV lo admitían a este diario: "No nos fiamos ya de ninguna encuesta", comentaba un alto dirigente al ser preguntado por la digestión del mal resultado de Susana Díaz.
Desde Compromís, aunque con un nivel de preocupación menor al no haber sido actores principales ni secundarios en la cita andaluza, ofrecían sus claves y hoja de ruta para los próximos meses. En cuanto al balance de lo ocurrido, distintas fuentes consultadas ponían el acento en la bajada de casi seis puntos de participación en el citado proceso que había pesado esencialmente al PSOE-A. "Más de 400.000 votos progresistas se han quedado en casa", comentaban, para incidir también en que el desgaste de los socialistas en Andalucía tras 36 años de gobierno no era el mismo que en la Comunitat, donde el cambio se produjo en 2015.
En esta línea, otra de las diferencias que apuntaban desde la coalición valencianista se refería al gobierno de izquierdas de la presente legislatura. "No es lo mismo un pacto PSOE-A y Ciudadanos, que es lo que ocurrió en Andalucía, con una alianza progresista como la que aquí está gobernando", explicaba un miembro destacado de Compromís a Valencia Plaza, quien hacía un paralelismo entre la situación vivida por los socialistas andaluces y la que en 2015 atravesaron los populares valencianos: "Muchos años de desgaste en el gobierno y con la mancha de la corrupción presente", sentenciaron, en alusión al caso de los ERE.
En cuanto a las fórmulas para que el escenario acontecido en Andalucía no se traslade a la Comunitat Valenciana, desde Compromís, a falta de analizar detenidamente los resultados y posibles consecuencias para el Botànic, emitían un claro veredicto: "Esto no está hecho: nunca lo ha estado", sentenciaban las citadas fuentes, en un mensaje que esconde un cierto reproche a sus socios del Consell, el PSPV, al considerar que desde hace algunos meses vienen gobernando en un clima de triunfalismo que, a juicio de lo ocurrido en Andalucía, no está ni mucho menos justificado.
Una visión y solución primordial con la que coincidían este lunes diversos dirigentes socialistas. Desde el cuartel general del PSPV miraban con lupa la caída de participación sufrida por su compañera Susana Díaz y asumían el gran peligro derivado de la desmovilización. "Todos los sondeos decían que el PSOE-A se mantendría como fuerza más votada y con números suficientes para gobernar, algo que no se ha producido. Ahora mismo, todas las encuestas en la Comunitat dicen algo similar de nosotros y esto puede provocar que nuestros votantes se queden en casa", reflexionaba un miembro de la Ejecutiva del PSPV.
Es por ello que la principal preocupación de los socialistas valencianos es discernir, para evitar un mimetismo, los motivos por los que los andaluces no quisieron acudir a las urnas. El desgaste del PSOE-A, la mayor debilidad de lo previsto en la marca nacional, la implosión en el electorado del conflicto catalán, los problemas y soluciones sobre la inmigración, cuestiones colaterales como Gibraltar... un conjunto de circunstancias que, en buena parte, no afectarían a priori de la misma manera en la Comunitat Valenciana pero que siguen inquietando en el Palau.
Y es que cuando se produce una ola en el ámbito estatal, sus consecuencias se suelen dejar notar en otras autonomías. Ahora, lo que se preveía como un viento -o al menos una brisa- de cola para el PSPV de Puig se ha convertido en una tormenta ante la que, además, no existe refugio alguno. La recta final de la legislatura ha conducido al jefe del Consell a una ratonera en la que posee muy poca capacidad de maniobra ante el obvio agotamiento de plazos.
Así, la mayoría de defensores hasta ahora de un adelanto electoral autonómica reconocían este lunes que acometerlo ahora era un riesgo de consecuencias tan imprevisibles que no lo consideraban recomendable. Sin este movimiento en la chistera, a Puig solo le quedaría unir su destino al del resto de comicios que se celebrarán en mayo junto a las europeas, o lo que es lo mismo, alinearse con una cita de carácter estatal sin saber en qué momento de forma se encontrará Pedro Sánchez y la marca PSOE, ni tampoco cómo respirarán las fuerzas de la derecha incluida Vox, un nuevo quebradero de cabeza para el líder autonómico.
Sobre esto, ambas formaciones en el seno del Consell concordaban en la necesidad de promover la movilización para "aglutinar a todos los electores que quieran zafarse de la extrema derecha" y defender el mantenimiento del cambio "frente a gobiernos pasados y corruptos". Unas primeras bases para el nuevo escenario de batalla en el que el PPCV, ya lo dejó claro este lunes, no tendrá problema en jugar con Vox para desbancar al Botànic y en el que Ciudadanos deberá mover ficha primero en Andalucía.
Este era precisamente otro de los factores sobre el que se ponía el acento en el PSPV: ver qué dirección toman los acontecimientos en la citada autonomía para comprobar si se produce un rápido alineamiento de la derecha o si tienen lugar otras maniobras que incluso pudieran bloquear la situación y condujeran a una repetición de los comicios.