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EL FUTURO ES HOY / OPINIÓN

El Brexit y el descrédito de la UE: ¿cómo se ha llegado hasta aquí?

Los mismos que han provocado el descrédito de la UE quieren dirigir ahora la recuperación de su prestigio en quizá la última posibilidad de una Europa relevante en la economía global.

2/04/2017 - 

El Reino Unido ha iniciado el proceso de separación del proyecto común europeo. Aun conociendo su historia de desencuentros tanto con los países del continente como con Estados Unidos consolidada ya por Lord Derby en 1866 en la política del “esplendido aislamiento”, la decisión es un duro golpe para el sueño de unos Estados Unidos de Europa; esa ilusión cuyas raíces se retrotraen al menos al emotivo discurso de Víctor Hugo ante el Congreso Mundial por la Paz de 1849.

El Brexit, sin embargo, no es la única amenaza. Ni quizá la más grave. El ascenso del populismo nacionalista, aún sin gobernar, erosiona con mucha mayor intensidad el avance hacia la profundización de las instituciones supranacionales, únicas capaces de mantener la posición alcanzada por las economías europeas en el mercado único global. Y, por tanto, de asegurar el bienestar de sus habitantes. Como señala la Declaración de Roma, del pasado día 25, individualmente los países del viejo continente pasan a ser actores secundarios en el panorama económico mundial.

Tanto la decisión británica como su anverso en forma de conmemoración, han hecho correr ríos de tinta. Sin embargo, la atención prestada a las causas del Brexit y, más en general, a la situación de descrédito del proyecto europeo ha sido escasa. Y todavía más la dedicada a qué medidas concretas adoptar para  superarla. La adjetivación del comportamiento de los contrarios, ha sepultado la indagación sobre cómo explicar las causas de la situación. Y sin un buen diagnóstico no habrá solución.  

Credibilidad y confianza en la UE

No siendo ésta una crisis más, cabe preguntarse qué ha cambiado. La respuesta es que casi todo. Pero resulta imposible no subrayar la pérdida de confianza de los ciudadanos en sus instituciones. La cual es resultado directo de cómo se han gestionado las consecuencias de esa crisis que ha puesto de relieve la nueva realidad global y ha consolidado la amenaza de un crecimiento modesto a largo plazo en el viejo continente.

No se trata de un inexistente austericidio, palabro que, por otro lado, denota lo contrario de lo que se pretende. Se trata de que desde 2008 las ayudas a la banca han sido mucho más generosas que las articuladas para paliar las dificultades de los ciudadanos. Y se trata, sobre todo, del desastroso abordaje de la inmigración, no solo de la ola de refugiados derivada del desastre sirio. Todo ello no podía dejar de tener consecuencias negativas. Los Eurobarómetros muestran hasta 2006 una estabilidad en la confianza ciudadana tanto en el Parlamento, como, algo inferiores, en la Comisión y en el Banco Central. Desde entonces, el deterioro ha llevado a que hoy solo el 35% de sus ciudadanos afirman confiar “más bien mucho” en esos tres pilares de la UE mientras el optimismo sobre su futuro está 19 puntos por debajo de 2007, con solo un 5% de  ciudadanos “muy optimistas”.

A mejorar la confianza de unos ciudadanos con un nivel de información, ¡y de formación! muy superior al de hace sesenta años, no ayuda un ápice la trayectoria de sus más destacados dirigentes. Jean Claude Juncker, actual presidente, ha sido el hombre fuerte de un país como Luxemburgo, asimilable a un paraíso fiscal, insolidario, por tanto, con todos los demás a la hora de afrontar la ingente elusión de impuestos por las multinacionales. Y Juncker no es una excepción. Su predecesor, Durão Barroso pasó el mismo día en que vencía el plazo legal de incompatibilidad a trabajar para Goldman Sachs, una entidad implicada, entre otros escándalos, en el maquillaje de las cuentas públicas griegas, origen directo del declive en el que está sumida la república helena.

Goldman, a su vez, sintetiza la fluida relación entre dirigentes europeos y multinacionales en Bruselas, como viene poniendo de relieve el Corporate Europe Observatory. Se pretende equiparar los intereses de esas empresas con los generales, repitiendo la cantinela de que lo que es bueno para ellas es bueno para los habitantes del país al que dicen pertenecer. La realidad demuestra que estos nuevos líderes mundiales, operan en el mercado global minimizando a su antojo, cuando no eliminando, el pago de impuestos. Junto a Barroso, también Draghi, gobernador del Banco Central Europeo, Romano Prodi, antiguo presidente de la Comisión y primer ministro italiano han trabajado en Goldman, mientras el ministro Luis de Guindos lo hizo en Lehman Brothers y también en Price Waterhouse, la auditora que negoció con Luxemburgo 350 acuerdos secretos para eludir la tributación de este tipo de empresas conocidos gracias al Luxembourgleaks.

El mercado único global y el Estado del Bienestar

¿Provocará el Brexit y el populismo nacionalista una inflexión en estos comportamientos que retrotraen a la corte de Luis XVI? ¿Pasarán los hasta hoy pirómanos a ser bomberos? No es tarea fácil. La actuación de la élite europea, la opacidad de cuyos privilegios es pareja a su soberbia, no se explica sin la venia de los gobiernos de los principales países miembros. Son éstos, además, quienes se han venido negando a impulsar un nuevo entramado institucional capaz de dotar a la UE de una voz relevante en el combate entre Estados Unidos y China por la supremacía. Sin duda por cuanto obligaría a cesiones de soberanía en ámbitos menos confortables para los grupos de presión nacionales como la armonización fiscal.

El problema, pues, es la desconfianza existente entre gobiernos, y la diversidad de intereses clientelares, que se oponen a avanzar en nuevas reglas de juego capaces de hacer frente a los desafíos de un mercado único global. Una oposición en la que sorprendentemente confluyen quienes dicen estar en las antípodas de sus planteamientos ideológicos, como es el caso en España de Podemos. Porque los perjudicados por estas insuficiencias no serán ni esa elite ni los grupos empresariales privilegiados por su actuación. Van a ser la mayoría de los ciudadanos de los países menos competitivos como España ante la inviabilidad del Estado del Bienestar derivada de esa mediocre competitividad y de la guerra fiscal que se nos viene encima de la mano del Brexit y de Trump.

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