Lo que hemos aprendido de que València se postule para ser Capital Mundial del Diseño
Tras casi un año de trabajo manteniendo un perfil por debajo de los radares públicos, en diciembre del año pasado se hacía público que València preparaba, como una iniciativa privada, una candidatura para ser Capital Mundial del Diseño en 2022.
Sin pasar por Madrid o Barcelona y por sorpresa, la sensación es que el diseño valenciano era de repente consciente de lo relevante que había sido durante las últimas tres o cuatro décadas para el sector industrial, para las instituciones privadas y también para el mundo del asociacionismo profesional. Y esta nueva consciencia se debía a un cúmulo de esfuerzo y de trabajo pero también de talento y de un savoir faire único de los valencianos del que se vio impregnado el proyecto desde sus inicios.
La candidatura de València sólo habría podido gestarse en València. Por lo obvio, pero también porque el carácter de “comboi” es lo que ha ido construyendo un proyecto con una positividad como aglutinante que yo no había vivido en ningún proyecto colectivo, gracias a la que fue posible montar un relato que tanto echábamos de menos en el diseño valenciano. Este es un proyecto abierto e integrador, que funcionaba gracias a que íbamos todos a una, y así ha sido desde las primeras llamadas telefónicas hasta las más recientes reuniones. No había ni un atisbo de mal rollo en un equipo formado por buenas personas y no sólo buenos profesionales, y sabíamos que talento no faltaba en esta tierra, e intuíamos que teníamos mucha historia, y no fue hasta tener la manta liada a la cabeza que pudimos comprobar que nos desbordaba, y que esta historia no se acababa nunca.
A día de hoy, València ya ha sido reconocida por la World Design Organization de manera oficial como Ciudad Candidata para ser Capital Mundial del Diseño en 2022 y este mes de junio se sabrá si estamos en la final para competir con otra ciudad por la capitalidad. Pero lo mejor es lo que está pasando entre estas citas del calendario oficial. Y es que en su momento dijimos que estábamos activando un proceso y no preparando un evento, y es cierto que la recompensa está siendo el camino sin saber aún qué nos deparará todo esto. Hemos recibido apoyos a nivel sectorial prácticamente de todas partes de España, y respaldo institucional desde el primer momento por parte de organismos locales, autonómicos y nacionales, cartas mostrando su voluntad de éxito desde tres ministerios e incluso el apoyo explícito de la Casa Real, lo que evidencia que este proyecto ha pasado de ciudad a estado, y esto hace a València ser capital nacional del diseño.
Nos pillaron por el camino dos llamadas a las urnas en menos de un mes, y la Capital Mundial del Diseño llegó a colarse en propuestas electorales y como programa de campaña, en agenda de políticos, en la comunicación de la Comunitat Valenciana y con una cuota y presencia nacional en medios que no venía siendo habitual con temas valencianos.
Desde la candidatura nos planteábamos hace un año la posibilidad de que la perspectiva del diseño pudiese convertirse en agente principal de la innovación urbana, y ahora vemos que desde el diseño hemos planteado una serie de temas que harían a València una ciudad más creativa, sostenible, inclusiva o próspera.
Estamos sembrando, pero sobretodo recogiendo frutos y organizándolos, y algún premio en el camino. Organizándonos a nosotros mismos, incluyendo en el discurso del diseño las voces de sectores creativos valencianos que van desde la moda a la arquitectura o a la ilustración, alineando a esto que se ha llamado industrias creativas persiguiendo un fin común.
Ahora que hemos visibilizado de lo que somos capaces nada volverá a ser igual. Hemos conseguido poner en marcha ese proceso del que hablaba antes, esa ilusionante maquinaria que ha hecho que nos lo creamos, creer en lo que somos capaces y sentirnos seguros porque venimos haciéndolo años y años, con una historia detrás que nos avala y nos pide a gritos que continuemos.
La Declaración de Diseño de Montreal de 2017 hablaba del diseño como un facilitador del cambio que mejora la calidad de vida en las ciudades, y casi como un punto y seguido, nuestra candidatura toma ese punto de partida para plantear una València mejor a través del diseño, un punto de vista muy social para reposicionar el diseño como algo muy necesario y nada superficial.
Seremos Capital Mundial del Diseño.