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atracón de pantallas

‘El caso Hartung’: amena calcomanía que no supera a su hermana ‘Forbrydelsen’

Basada en la última novela de Soren Sveistrup, creador también de Forbrydelsen y The Killing, este nuevo thriller sobre un asesino en serie entretiene sobremanera pese a contener excesivos tópicos del género noir

29/10/2021 - 

VALÈNCIA. Una detective poco preocupada por su aspecto, independiente y madre soltera, debe resolver una serie de crímenes con la ayuda de un compañero policía con el que no tiene afinidad alguna en un principio.

La premisa corresponde al nuevo estreno de Netflix, El caso Hartung, aunque bien podría pertenecer a The Killing. Todos los mimbres de la última novela de Soren Sveistrup, la encontramos en la anterior novela. Cambian los crímenes y las motivaciones. En este caso, las víctimas, mutiladas, son mujeres, madres, cuyo asesino se molesta en dejar junto a su cadáver una figurilla infantil hecha con castañas y ramitas del árbol. Todas las madres asesinadas tienen hijos o hijas pequeños. También la mujer policía protagonista. Y entre los adultos, los hay que provienen de familias deshechas. El caso avanza gracias a un sorprendente impulso: todos los muñequitos contienen la huella dactilar de una niña desaparecida hace un año, cuya madre es la ministra de Asuntos Sociales del país.

En segundo lugar, súmenle algunas obsesiones nórdicas que hemos visto cientos de veces en este subgénero: una policía obsesionada con su trabajo, crímenes violentos, abuso infantil, silencios… Como buen noir se desarrolla, como siempre, a base de la constatación de que todo el mundo tiene un secreto que oculta y de pistas falsas que nos hacen sospechar de todo hijo de vecino, para definitivamente resolverse con un culpable poco sorprendente.

El cómo lo hizo (el crimen) queda meridianamente claro a final de la obra así como el por qué. Pero no termina de explicarse algún aspecto crucial como es la razón de la desaparición de la hija de la ministra. El último episodio cierra todas las tramas deprisa y corriendo, certificando que se trata de otra producción más de consumo rápido de la mano de Netflix, entretenida, sí, pero poco fina, y no de una producción bien masticada por el equipo de una televisión pública como ocurrió en Forbrydelsen con la corporación danesa, DR1.

Como todo relato de dos policías poco afines (Buddy cop), la relación de la pareja condenada a entenderse cumple también todos los tópicos sin apenas sobresaltos. Los detectives Naia Thulin (Danica Curcic) y Mark Hess (MIkkel Boe Folsgaard) no tienen nada en común hasta que finalmente, cuando cada uno hurga en el pasado del otro, conectan mucho más de lo que cabía en un principio. Además, ambos ocultan un drama familiar lo suficientemente serio como para sentirse identificados con las víctimas de los crímenes (y nosotros con ellos). Y como buen país luterano, productor de la serie, los protagonistas daneses llevan en su mochila personal un importante sentimiento de culpa, asunto que ambos tratan de resolver a su manera en paralelo al caso criminal.

Los escenarios como representación del estado de ánimo

¿Qué más nos faltaría para reiterar el éxito de The Killing? La atmósfera, cómo no. Al igual que en sus predecesoras, es otoño, los días son más bien sombríos, aunque en El caso Hartung predominan más los verdes que los grises, y vemos más árboles de fondo que lluvia plomiza. Con ello, consigue ser algo menos depresiva que la anterior.

Los daneses tienen una palabra que engloba perfectamente este ambiente: hygge, definida como la cualidad de ser cálido y cómodo. Lo que para ellos es un síntoma de sentirse a gusto, para nosotros encajaría bien en nuestra afición por el “sofá, mantita y serie” mientras consumimos una obra inquietante y siniestra como esta.

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