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‘Taller de chapa y pintura’

El caso Mestizorras: retrato valenciano de una historia de violación y venganza

Missisipi y Amalas publican, junto a la editorial Barrett, su novela Taller de chapa y pintura. Un relato delictivo (y ficticio) basado en la historia de una violación, una lectura sobre venganza basada completamente entre los barrios de Ruzafa y Benimaclet

18/07/2022 - 

VALÈNCIA. Las autoras de Taller de chapa y pintura s se conocieron en el año 2019 en un taller de escritura organizado por María Bastarós. Una de las noches que salían del taller tuvieron una experiencia “química” que unió sus perfiles y las convirtió en el dúo de Missisipi (nacida en València) y Amalas (originaria de Valparaíso). En ese momento ya había estallado la bomba, tenían que hacer algo juntas. Tal y como se describe al comienzo de la lectura su primera novela como Mestizorras, Taller de chapa y pintura (Editorial Barrett) nace en un documento de Drive escrito a cuatro manos, por “un único cerebro en dos cuerpos”. Las protagonistas de la historia son un grupo de amigas: Anita, Ale y Ámbar, quienes llevan a cabo varios crímenes contra algunos hombres malos bajo la firma de la Z de zorras.

¿Qué es una Mestizorra?

El relato comienza con un grupo de amigas que se cruza casi por casualidad. Poco a poco y por la necesidad de hermandad conforman el grupo de Mestizorras, con el que empezar a perseguir a aquellos despreciables que hacen de la ciudad un lugar peligroso para las mujeres. Nada une más que un enemigo común, por lo que las jóvenes comienzan a planear sus golpes sin ningún tipo de miedo, el que tampoco parece que tengan las autoras a la hora de plantear esta novela: “Sabemos que va a suscitar mucho odio”, aclara Missisipi, “el problema es que este mismo tema se ve en libros reconocidos y grandes películas como puede ser en el caso de El Perfume. Si un hombre es el asesino parece que hasta se romantiza este tema”.

Así pues, el “fenómeno Mestizorra” comienza con la alianza, y con un cabreo generalizado. Amalas describe la novela como una respuesta al enojo contra los femicidios, entre otras tantas desgracias que aparecen en los periódicos cada día: “Queríamos vomitar ese cabreo, ocupar el libro como una especie de terapia”, y su compañera Missisipi la avala: “Al final lo hicimos también por diversión, por la idea de imaginarnos las muertes de los personajes malos y por confluir en un momento de éxtasis. La novela bien podría comprenderse como una historia de rape and revenge, en la que la violación es la causa y la venganza la consecuencia: “La novela tiene cero censuras, incluso llegamos a buscar formas reales de matar a alguien para que el relato resultara más fidedigno”, comenta Missisipi, quien si por las búsquedas de Google fuera debería estar en búsqueda y captura ahora mismo. “En los comentarios de Drive había ideas mucho más alocadas de las que se llegan a ver al final en la novela”, asegura Amalas… ¿Más aún? El libro ya navega por todos los puntos violentos imaginables, mezcla violencia, masacres, drogas y cientos de insultos brutales.

Claves de estilo y lectura

Entre las páginas de Taller de chapa y pintura el lector navega entre conversaciones de WhatsApp entre las amigas, introduciendo al lector en su grupo Zorroras en el que planean sus golpes malvados. A su mismo tiempo hay un salto constante de estilos dentro del libro: recortes de prensa y páginas inundadas de preguntas incómodas… “¿No te diste cuenta de que te estaba grabando? ¿No ha sido para tanto, no? ¡Te odio! Zorras…” un universo de terminología que describe los peores escenarios que una mujer puede vivir, y que por desgracia no se quedan solo en el plano de la ficción. Los recortes de noticias se intercalan entre piezas de asesinatos reales y piezas ficticias asociadas al relato… tristemente cuesta diferenciarlos.

Una de las páginas de la novela, plagada de noticias reales sobre abusos sexuales

También aparece, en páginas tintadas de negro, un guion informativo sobre los testigos de los crímenes. Una idea basada en la novela Rant, sobre la vida de un asesino, escrita por Chuck Palahniuk, una manera de dar realismo al relato, y alcanzar el colofón del final con una buena cobertura mediática. Los títulos de los capítulos son o bien trasbordos del metro de las líneas 4 y 6 o canciones (al más puro estilo lector de Fóllame, por Virginie), la banda sonora la ponen Sara Hebe, Gata Cattana, Britney Spears y Tribade entre tantas grandes mujeres. Y también hay un toque único más, Anita pone acento chileno a la lectura con sus “parecí, cachai, weona…”, y muchas más palabras irreconocibles: “Queríamos que se pudiera distinguir a los personajes”, comenta Missisipi, he aquí el motivo.

Barricada y guerrilla: vamos a quemar la ciudad

Más allá de lo literario las Mestizorras han logrado dar el salto al mundo real, provocando el caos… como no puede ser de otra manera. Hace varios meses “vandalizaban” la puerta de la editorial que ahora les publica, con motivo de generar una acción de márquetin de guerrilla que “se les fue de las manos”. El motivo de la acción era exigir que Barrett les publicara, a pesar de la crudeza y bestialidad de su novela: “Comenzamos a publicar mensajes falsos de otras editoriales, como si nos hubieran rechazado, y fuimos a Sevilla a reventar Barrett para dar el golpe final”. Golpe ficticio que tuvo peores consecuencias de las esperadas, la editorial tuvo que publicar un comunicado explicando que se trataba todo de una acción pactada, lejos del mal. “La gente tiene muy poca capacidad de pararse a pensar si este tipo de verdad o no”, comenta Missisipi, “no se da cabida al humor”. Esta reflexión sobre como funcionan las redes sociales enlaza perfectamente con el último capítulo de la novela, al que sin duda muchos antiguos seguidores de Barrett no lograrán llegar: “Al final hablamos de la manía y del morbo en las redes. Solo pretendíamos jugar con el tema a modo campaña, pero se desbordó por completo”, comenta Amalas. Una jugada que sale cara, pero que no es nada comparada con la novela. Hace falta leer para creer y contrastar para no caer en las trampas mediáticas. Larga vida a las Mestizorras... al menos de aquí a que los agentes del FBI descubran el historial de búsqueda de las dos gamberras autoras. 

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