Lo mejor de la alfombra roja de los Goya 2022 en València (Fotos: Estrella Jover)
Lo mejor de la alfombra roja de los Goya 2022 en València (Fotos: Estrella Jover)
VALÈNCIA. La gala de Los Goya 2022 fue mucho más que una entrega de premios. València se convirtió anoche en el escenario del gran reencuentro del cine español, tras dos años de pandemia. Y no solo por ser la primera alfombra roja que juntaba nombres como Bardem, Cruz y Almodóvar en el mismo paseíllo, sino porque también fue el lugar donde se vieron por primera vez desde la pandemia compañeros y compañeras de profesión, que llevaban tres años sin verse. Guionistas, técnicos, y sobre todo, elenco, que se tomó la noche de ayer como una cena de navidad en la que la simple presencia ya significa mucho.
Esto hizo de la velada de anoche, ya desde la alfombra roja, muy emotiva. El año pasado, fueron Los Goya de la solemnidad, con un tono mucho menos humorístico de lo habitual; este, son Los Goya del reencuentro, en el que las emociones vuelven a ser un papel fundamental de la gala. En la alfombra roja, todo el mundo sin excepción coincidía en que este año lo más importante era “volver a estar juntos” tras una gala del año pasado “extraña”, en la que ni siquiera los nominados pudieron recoger presencialmente su galardón.
A pesar de todas las recomendaciones de la Academia, la de ayer fue una noche de abrazos, de detalles amables, y de reconocimiento ajeno sin fisuras. Se notó en los agradecimientos, en las respuestas de la alfombra roja, se noto en el mismo ambiente. Las muestras más evidentes —otra vez— los abrazos de compañeras: Milena Smit y Carmen Machi, o Penélope Cruz y Cate Blanchett en la alfombra roja, o Javier Bardem y Fernando León de Aranoa, celebrando con complicidad el triunfo conjunto.
Esta también ha sido la gala de la no-competición y la de presuponer que no le iba a tocar a la persona que finalmente ha resultado ser ganadora. Le pasó a Nora Navas, que desde la alfombra roja confiaba en que Libertad “tenía claro al menos un Goya, pero el suyo seguro que no [refiriéndose a Clara Roquet]”. Las apuestas lo daban todo a Aitana Sánchez-Gijón, y finalmente recayó en la catalana. Lo mismo se puede contar de Blanca Portillo, que en los minutos previos a la gala explicaba cómo de “difícil” e improbable era que ganara en favor de Penélope Cruz (ganadora del Festival de Venezia y nominada a los Óscar por su interpretación en Madres Paralelas).
El palmarés, repartido principalmente por tres películas (El buen patrón, Maixabel y Las leyes de la frontera), reforzó el discurso de que este 2021 había sido una gran año para el cine español. Lo tan favorita que era la de León de Aranoa, el maestro Pedro Almodóvar, o el relato por la convivencia de la de Icíar Bollaín. Pero también se habló de los “necesaria” que son “películas valientes” como Mediterráneo, o el humanismo desbordante de Libertad. Al cine español le encantaba sus películas. Y la noticia de las cuatro nominaciones con acento español de los Oscars este semana ha sido todo un empujón para el autoestima de nuestro cine.
Y si se habla de amor al cine, también es importante hablar de las condiciones materiales. El paro y el sufrimiento de estos meses para los profesionales del mundo del cine también ha formado parte de la noche. En primer lugar, en el discurso de Mariano Barroso, Presidente de la Academia de Cine, que repasó algunos de los datos más contundentes de ello. Pero dio aún más en el clave Clara Roquet, al señalar que el simple hecho de acceder a poder hacer una películas es un privilegio de clase. Lo dijo en su discurso y también en el encuentro en prensa posterior a la gala, donde abogó por un sistema de “becas y residencias” para que la puerta de entrada a las profesiones cinematográficas sean lo más anchas posibles. Por cierto, Roquet confirmó que sigue intacta desde hace cinco años esa tradición de pasar el talismán año a año a nominadas a dirección novel que se convierten en ganadoras. Con ella se suma un lustro de directoras mujeres representando la categoría, un gesto sororo que se ha convertido en una de las historias más perseguidas de las galas de los últimos años.
València fue ayer el escenario en el que el cine español se fundió en un gran abrazo, que ya tiene la mirada más puesta en el futuro que viene que en estos dos años de ausencias. Las muestras de cariño y la fiesta montada protagonizaron el evento de ayer en unos Goya que también han movilizado a toda una ciudad. No hay gala larga ni comentario en redes que anule esta alegría. El valor social de una industria que se reivindica, mediáticamente, más unida que nunca fue sin duda uno de los pilares para entender la jornada de ayer.
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