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LA PANTALLA GLOBAL

El cine fantástico y de terror se instala en Valencia

Hablamos con Ramón Alfonso y Joaquín Vallet, directores de Paura, un nuevo certamen dedicado al género

13/01/2017 - 

VALENCIA. Según el último informe elaborado por CulturArts, existen en la Comunitat setenta festivales de cine. Competitivos y no competitivos, de ámbito local, nacional e internacional, dedicados al corto y al largometraje, temáticos y generalistas, de gran presupuesto y sin apenas recursos, con ayuda institucional y de carácter privado, en capitales de provincia y pequeñas poblaciones... ¿Le hace falta a Valencia uno más? “A una ciudad de esta importancia le faltan muchas cosas, y entre ellas un festival de terror, porque creemos que existe un público potencial”. Quien habla es Joaquín Vallet, uno de los directores de Paura, que celebrará su primera edición del 20 al 28 de enero. Posee experiencia en la organización de festivales, ya que fue responsable de K-lidoscopi, un modesto certamen con sede en Cullera, y ha dirigido varios cortometrajes, aunque el grueso su labor profesional se ha desarrollado en el terreno de la crítica y el análisis fílmico, con monografías dedicadas Joseph Losey o Terence Fisher publicadas por Cátedra.

Su compañero en la dirección de Paura es Ramón Alfonso, con una trayectoria similar, ya que ha publicado varios ensayos dedicados a Quentin Tarantino (El samurái cool) o Los Beatles en el cine (50 años vistos a través del espejo), ambos en T&B Editores, y también ha hecho sus pinitos tras la cámara: Participó, por ejemplo, en la primera remesa de películas low cost del proyecto Little Secret Film con Los desórdenes sentimentales (2013). “Tanto Joaquín como yo hemos cubierto festivales locales, como la Mostra o Cinema Jove”, comenta. “Y conocemos desde cierta distancia iniciativas como La Cabina o la Mostra Viva. Nuestro proyecto nace prácticamente de la nada, así que este año es difícil tratar de buscar vínculos con el resto de festivales. Somos muy pequeños, tenemos clara nuestra identidad, pero es difícil imaginar en qué nos vamos a convertir. Estamos atentos a lo que puede suceder a partir de la llegada de Carlos Madrid a Cinema Jove, las metamorfosis siempre son imprevisibles y estimulantes. 2017 puede ser un año muy interesante en Valencia. Nace Paura, Cinema Jove inevitablemente va a ser diferente y, como consecuencia, La Cabina también. No sé si seremos el tercer festival de la ciudad, pero aspiramos a asentarnos y ver hacia dónde podemos avanzar”.

El primer paso ya lo han dado. El Aragó Cinema y el café El Volander (en el caso de la sección dedicada al cortometraje amateur) son los espacios donde se desarrollará un certamen que, de momento, prefiere mantenerse al margen de subvenciones institucionales. “Sabemos que CulturArts tiene un programa de ayudas a festivales, pero decidimos que este primer año fuera una prueba, para ver la reacción de la gente”, confirma Vallet. “En caso de que llamemos a las puertas de la administración en la segunda edición, queremos hacerlo con cifras en la mano: número de espectadores, programación, resultados... No nos parecía adecuado presentar una idea abstracta que puede sonar como una locura descabellada”. Tampoco han establecido comunicación alguna con Catacumba, la semana de cine fantástico, ciencia ficción, bizarro, experimental y terror de Godella, que lleva ya catorce ediciones. “Conocemos el festival”, explica Alfonso, “pero como ocurre con los demás, no nos hemos puesto en contacto con ellos. No por falta de ganas, porque es importante el diálogo entre certámenes que puedan llegar a estar vinculados de alguna forma, pero la preparación de Paura está siendo una auténtica locura, nos hemos centrado en la organización de esta edición y más adelante podremos plantearnos, como mínimo, establecer esos diálogos”. Por su parte, Vallet añade: “Tantear el terreno nos parece más importante que empezar a hacer cosas porque sí. Valencia es una ciudad peligrosa, porque puede aparentar una cosa y ser otra distinta. Es imprevisible en muchos aspectos. Por tanto, implicar a la administración o a otros festivales en una idea que puede resultar o no, supone un riesgo, así que preferimos meter la pata nosotros antes que involucrar a otros”.

Convocatoria abierta

A la hora de confeccionar su programación, los festivales se suelen nutrir recurriendo a dos vías. Por un lado, los títulos que seleccionan acudiendo a certámenes internacionales de referencia en el género, como el de Sitges. Por otro, lanzando una convocatoria abierta con objeto de recibir trabajos que opten a la sección competitiva. Paura ha descartado la primera opción. “Una de las razones, obviamente, es económica”, admite Vallet. “No disponemos de medios para poder pagar derechos, traslado de copias, etc. Hemos dispuesto que la programación se basara en lo que nos ha llegado, y lo cierto es que el festival ha generado un interés suficiente, porque hasta el último momento ha habido distribuidoras ofreciéndonos colocar su producto”. Un mérito notable, teniendo en cuenta que el festival ofrece numerosos premios, pero ninguno en metálico. “Nos parece importante mantener esa filosofía. Somos optimistas y esperamos que Paura crezca, pero procuraremos, dentro de lo posible, que no haya premios en metálico y todo sea honorífico. En breve anunciaremos también la composición de los jurados de las diferentes secciones”.

Trabajar con un presupuesto limitado tiene la ventaja que supone preservar la independencia de criterio y funcionamiento del festival, pero también impone limitaciones evidentes. La de contar con films de tirón popular es una de ellas, pero no la única. Otra es la de poder traer a Valencia invitados internacionales. “Sería genial presentar dentro de diez años la nueva película de James Wang, claro”, reconoce Alfonso. “Pero, a día de hoy, y teniendo en cuenta que manejamos un presupuesto inexistente, la posibilidad de traer invitados internacionales es nula. Ha habido directores seleccionados que se ha interesado en venir asumiendo los gastos, para poder presentar sus películas y mantener un coloquio con el público, lo cual nos parece maravilloso, porque siempre es interesante encontrarse con los responsables de las piezas que se proyectan”.

A la vista de los medios con que cuentan, parece que lo más sensato hubiera sido organizar un festival online, pero Vallet y Alfonso son unos románticos. “Desde el principio pensamos en el Aragó precisamente porque sus gestores comparten ese espíritu romántico. En un momento en que las salas de cine son noticia porque cierran, ellos han roto la tendencia y han reabierto, insistiendo en un tipo de cine difícil, pero muy atractivo, que de otra forma no podría verse en la ciudad. Establecer vínculos con ellos es fantástico. Para nosotros, la idea de la sala de cine pesa mucho. Pensar en la pantalla donde se van a proyectar las películas nos produce una sensación extraordinaria. Pese a todas las transformaciones que ha sufrido a lo largo de los años, la cinefilia sigue teniendo algo de religión”. De algún modo, reivindican un modo de entender el amor por el cine que forma parte del pasado. “Ya no esperas con ansia el pase de una película en televisión como si fuera un acontecimiento, aunque tuvieras que verla doblada, con anuncios y el formato destrozado, porque igual no había oportunidad de volver a pillarla en los diez años siguientes. El cine como acontecimiento emocional ha desaparecido, todo está al alcance de un clic. Y a veces los árboles no dejan ver el bosque. El cinéfilo es a menudo un bicho raro, solitario y pegado a un libro, pero el calor humano de la sala es muy chulo. Nos hubiéramos quedado con una sensación extraña haciendo un festival online, aunque nos hubiera ahorrado muchos quebraderos de cabeza”.

Pasión por el género

Que se han educado viendo cine de género queda patente al constatar que el nombre del festival deriva de la película Operazione Paura (Mario Bava, 1966) y que el estupendo cartel que ha diseñado Fernando Ivorra para la primera edición es un homenaje a Toby Dammit, la magistral adaptación del relato Nunca apuestes tu cabeza con el diablo que dirigió Federico Fellini para el largometraje colectivo Historias extraordinarias (Histoires extraordinaires, Federico Fellini, Roger Vadim y Louis Malle, 1968). En ese sentido, se echa de menos en un festival que dedica secciones a la animación, el formato experimental o el documental, la presencia de algún ciclo retrospectivo. “Lo hemos intentado”, confirman sus responsables. “Una de las primeras ideas era proyectar Operazione Paura en la inauguración y Toby Dammit en la clausura. Estuvimos moviendo cielo y tierra en busca de los derechos, pero no ha habido forma de encontrarlos. Siempre hemos pensado que forman una trilogía no oficial con Suspiria (Dario Argento, 1977), que sí vamos a proyectar, en un pase especial en la Fnac”.

“Nos hubiera encantado organizar alguna retrospectiva”, añaden. “Aquí mismo, en España, a finales de los sesenta y principios de los setenta hubo un gran auge del cine de género, poco conocido y muy mal visto. Sería fantástico poder organizar todo un ciclo, e incluso traer a los supervivientes para que puedan hablar de sus obras”. En todo caso, sí que habrá alguna otra proyección especial, como la de Escalofrío (Carlos Puerto, 1978), una delirante cinta española, hija bastarda de La semilla del diablo (Rosemary’s Baby, Roman Polanski, 1968), que incluye un prólogo a cargo del Dr. Fernando Jiménez del Oso, el precursor televisivo de Íker Jiménez. Fue la primera película española clasificada “S” por su contenido violento (aunque tampoco se quedaba corta de escenas eróticas), una circunstancia que contribuyó a su éxito en taquilla (estuvo cerca de alcanzar el millón de espectadores). Se exhibirá el sábado, día 21 de enero, en programa doble con Satan’s Blood: Recuerdos de Escalofrío (Luis Esquinas Chanes, 2016), reciente documental de 45 minutos que rememora su rodaje.

Selección de recomendaciones

Y ya que entramos en materia de programación, que se podrá consultar al completo muy pronto en la web del festival, destacaremos algunas de las cintas que forman parte de la sección a competición de largometrajes de Paura, como la sueca Huldra: Lady of the Forest (Ove Valeskog, 2016), “de factura técnica fabulosa, que trata sobre una leyenda atávica y es una pieza que combina lo poético y lo tenebroso”, según Vallet, que en todo caso recuerda que todos los títulos poseen interés, incluyendo los cortos. De hecho, Alfonso admite haberse sorprendido mucho por “el nivel del cortometraje español, francamente extraordinario. Es un talento que luego no se ha concretado en directores que han accedido al largo, pero manifiestan una capacidad de riesgo admirable. Mr. Dentonn (Iván Villamel, 2014), Behind (Ángel Gómez Hernández, 2016) o Ada (Max Larruy y Tulio Ferreira, 2015) son espléndidos y revelan un gran talento”.


¿Más sugerencias? El mediometraje La fosa (David González Rudiez, 2016), un film español de guerrilla, de textura muy sucia. O la otra cinta española a concurso, Vampyres (Víctor Matellano, 2015), aproximación contemporánea a Las hijas de Drácula (1974), uno de los títulos clave de José Ramón Larraz. Y entre las demás secciones hay más producciones estatales, como el documental Herederos de la bestia (2016), donde Diego López y David Pizarro recuerdan la mítica El día de la bestia (Álex de la Iglesia, 1995) y rastrean su influencia posterior. “Hay mucho material interesante”, subrayan Vallet y Alfonso, y hacen hincapié, por ejemplo, en la nutrida representación canadiense presente en la sección competitiva. Tres de las once cintas que la integran proceden de allí, entre ellas, Capture Kill Release (Nick McAnulty y Brian Allan Stewart, 2016), filmada cámara en mano por una pareja de psicópatas que van registrando sus actividades, y Le scaphandrier (Alain Vézina, 2015), donde un asesino misterioso vestido con una escafandra aterroriza un pueblo costero. Y además, la argentina Presagio (Matías Salinas, 2015) y un buen puñado de títulos más que aterrizan en Valencia dispuestos a que el aficionado pase una semana de miedo. Desde el festival, cuyo equipo completa Paola Franco, responsable de producción, han hecho todo lo posible para que así sea. Ahora, la pelota (quizá la que sostenía la diabólica niña de Toby Dammit) está en el tejado del público.

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