Madrid ha sido finalmente la capital que ha acogido la cumbre mundial del cambio climático debido a la dificultad de realizarla en Chile y durante estos días podemos ver y oír todo tipo de testimonios, desde sesudos análisis de especialistas a palabras sensacionalistas de diferentes sectores
Durante esta semana se está celebrando la Cumbre Mundial del Cambio Climático que pretende consolidar los Acuerdos de París, suscritos por numerosos estados y con la intención de avanzar en las medidas para reducir el impacto negativo de la acción humana en nuestro ecosistema. El marco global de actuación de este tipo de iniciativa es el de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU que recopilan una serie de puntos donde deben trabajar de manera conjunta personas, empresas, instituciones y estados. Esta es la teoría, pomposa, pero es lo que hay.
La realidad es como en tantas ocasiones mucho más compleja, en este asunto me atrevo a decir que demasiado compleja por razones técnicas y especialmente científicas. La acción del hombre siempre ha supuesto una transformación del medio natural, desde la caza para sobrevivir al desarrollo de las formas de vida, la construcción de una vivienda, los mecanismos de transporte y las diferentes evoluciones realizadas por el ser humano que han supuesto el constante desarrollo de la humanidad. Todo ello ha tenido un impacto en la naturaleza, en eso que los indígenas llaman la madre Tierra.
La sociedad ha crecido y avanzado cada vez a mayor ritmo gracias a la inteligencia humana, a la capacidad del hombre para inventar y crear nuevas realidades, desde la rueda o la revolución industrial hasta la actual revolución tecnológica con hitos que siguen causándonos asombro como el Internet de las Cosas o la industria 4.0. Todo ello nos hace la vida más fácil y a veces también más difícil, todo ello permite alcanzar una calidad de vida y una agilidad en muchas de las funciones básicas, así como profesionales del ser humano, que hace un siglo parecerían impensables. De todo ello podemos y sentirnos orgullosos como especie.
El universo relacionado con el impacto negativo de la acción del hombre en la Tierra es un asunto de elevada complejidad científica, de hecho, existen muchos científicos que muestran sus dudas, sus recelos, sus análisis no siempre determinantes sobre lo que sucede en asuntos como el calentamiento global o la reducción de hielo en el Ártico. Pero como en otros ámbitos de la vida pública, la agenda globalista ha impuesto una terminología de obligado acatamiento y que para mantener su atractivo no deja de crear nuevos términos y expresiones como “transición ecológica, punto verde, emergencia climática, etc.”, todas ellas copan portadas de diarios, noticias, rellenan los discursos de los líderes políticos, y en definitiva generan un marco conceptual en la sociedad, pero ello no significa que logren el teórico objetivo que buscan.
La cuestión fundamental es que en estos grandes encuentros siempre se llegan a declaraciones de intenciones, se enumeran decálogos para cumplir en plazos de varios años y cuando miramos qué países contaminan más, encontramos que ni están presentes en esos encuentros, ni tienen intención, ni en muchas ocasiones pueden permitirse cumplir con esas propuestas, porque se encuentran en plena fase de crecimiento y desarrollo económico, como China o la India. Y casos como el de Estados Unidos que, pese a la buena marcha de su economía y su alto grado de desarrollo tecnológico e industrial, tampoco están presentes en estas cumbres climáticas.
En definitiva, hay un exceso de marketing en políticos, gobiernos e incluso grandes multinacionales en el asunto de la lucha contra el cambio climático. En una proporción razonable, se adoptan actitudes y medidas de utilidad y que además favorecen un entorno saludable en nuestras ciudades, lo cual es siempre positivo y deseable. Pero, ni deberíamos pensar que es Europa la mayor culpable en este asunto, ni tampoco creer que en unas décadas seremos capaces de destruir una Tierra conformada por períodos de tiempo que se miden en miles de millones de años, porque pese a nuestro mal proceder muchas veces, posiblemente resistirá. El clima de la cumbre está siendo el propio de un mes de diciembre en Madrid, frío seco y ambiente navideño.