VALÈNCIA. Cuando Metallica sacaron su cajita con un par de VHS, cedés, un librillo y una plantilla para hacer grafitis en su honor, ya se vio que de marketing no iban mancos. Pero años después fueron los que más se destacaron en la pelea de la industria contra el Napster, perdieron todo su prestigio popular y de su lucha no quedó gran cosa. Hay países, como Alemania, donde no te puedes bajar un solo disco, pero en el resto, con pagar el mínimo de Spotify es suficiente para que te dé pereza bajarte un disco. La música, como negocio basado en la venta de canciones, se hundió en la miseria.
Hay quien señala a este bache de la industria del disco como causante de la avalancha de giras, revivals, conciertos de reunión y festivales y demás que sufrimos actualmente, y la causa de que todo esté de moda a la vez. Una forma de monetizar lo que antes se solucionaba con una reedición de tu mejor álbum.
El fenómeno no merece una valoración especial, pero sí que tiene un lado bueno. El dinero que la gente no se deja en discos, ahora se lo gasta en libros. La cantidad de pequeñas editoriales que están traduciendo y publicando contenidos originales sobre cultura popular y, concretamente, pop y rock, es mayor que nunca.
Y en estas estábamos hasta que ha llegado una nueva iniciativa: El cómic. En formato de novela gráfica, las biografías de los grupos. Redbook ediciones acaba de lanzar la de Metallica, obra de Jim McCarthy y Brian Williamson. Y tiene en preparación otras dos sobre los Ramones y Guns n´Roses.
La idea no es nueva. En la época entre 1989 y 1993, años dorados para el género porque el rock estuvo presente en las radio fórmulas como nunca antes lo había estado, se publicaron los Rock and roll cómics. El primer número fue sobre GN´R y el segundo ya sobre Metallica, los dos grupos más importantes en aquel momento.
Metallica en Rock and Roll Comics
El primero, de 1988, de Todd Loren, Larry Nadolsky y Scott Goodell, contó la historia de formación del grupo en la que estuvo Dave Mustaine como pieza principal. Según él, les enseñó a tocar el estilo que les hizo famosos en todo el mundo. Pero como tenía problemas con los excesos, le echaron. En estas páginas aparecía ya retratado como un borracho, viñeta que le tuvo que hacer mucha ilusión.
Luego, en 1992, en pleno éxito desatado del Black album de Metallica, se publicó una segunda parte, por Jay Allen Sanford y Scott E. Pentzer, que contaba cómo querían abandonar la senda del trash, "salirse del cliché del speed metal", según le decía Lars Ullrich a Steven Tyler tomándose un vodka en sus páginas.
Lo que tenemos ahora, quince años después, con el título de Nothing Else Matters, es una historia de mucha más envergadura. Cubre los inicios aludidos, pero abarca muchos más acontecimientos que nadie preveía. Para empezar, que en los 90 se cortasen el pelo y cambiasen su logo. El paso a discos más introspectivos, como los Load, no fue ya tan extraño a la vista de que el grunge se cargó todo atisbo de alegría en el rock. Y lo que ocurrió después, con los psicólogos y el grupo comportándose como una gran corporación que parecía al día siguiente iba a aparecer en las páginas color salmón lanzando una opa contra Gas Natural, ya introdujo a los autores del Master of Puppets en el hilarante circo del rock and roll del que difícilmente nadie de ese gremio se libra.
Lo que más llama la atención de este cómic es que no hay pudores. Desde un primer momento empieza a circular la cocaína. La etapa de mayor éxito del grupo aparece reflejada en montoncitos de coca encima de una mesa y continuas alusiones a la desgracia de ponerse. "Te conviertes en un hombre nuevo, un hombre nuevo que necesita más coca", explican sobre el efecto de esta droga. Con acierto.
Es curioso también la importancia que se le da a la relación de Metallica con Guns N´Roses. Realizaron una gira conjunta en la que a James Hetfield demostró no haber estado atento a una de las giras ochenteras de Obús cuando, a su paso por Mazarrón, en Murcia, le explotó un cañón pirotecnia a Paco en la cara. A James le ocurrió lo mismo en aquella gira, que por lo que describen fue una pesadilla básicamente porque Axl estaba intratable también, no lo ocultan, por la ingesta constante de coca que tan mal le sienta, especialmente, a los que ya están taradillos de serie.
Los cambios de estilo del grupo también reciben especial atención. Para el melómano, es interesante saber que Metallica quiso a Mike Clink tras escuchar Appetite for destruction. Tan fuerte era su deseo de dar el salto al rock comercial y salir del nicho del que hasta entonces era el metal más extremo. Años después, Bob Rock fue quien tuvo que asumir ese paso desde la mesa y crear el sonido de Black album.
Se explica en una viñeta: "Lo habían petado a cierto nivel, pero aún no estaban en la radio mayoritaria. Cuando vinieron a verme, estaban listos para dar el salto a las grandes, grandes ligas. Mucha gente piensa que yo cambié al grupo. No lo hice. En sus cabezas, ellos ya habían cambiado cuando los conocí".
Otro detalle interesante que se cuela es la presencia de Kurt Cobain. Le gustaba Metallica y ellos le invitaron a un concierto. Les pidió que tocasen Whiplash, su favorita, y le pudieron ver bailarla (como se bailan estas cosas, levantando un puño encuernado en lo alto y agitándolo de atrás adelante).
Porque eso es de lo que vive este tebeo. De retazos, recuerdos, imágenes, momentos, flashes, pero de poca continuidad. Es una historia demasiado larga para contar en 150 páginas y son al menos seis los personajes que requieren una presentación con cierta profundidad. Sin embargo, el autor no es ningún advenedizo y saber captar la esencia de lo que es un grupo de música y dónde están los puntos de inflexión relevantes de su carrera.
Los dibujos están hechos a partir de documentación fotográfica, lo que le quita un poco de espontaneidad, especialmente porque la mayor parte de esas imágenes ya son conocidas por quien es mínimamente fan, y también le dan cierto hieratismo a la composición y a la fluidez del relato. Aunque, por otro lado, es innegable que muchas viñetas son verdaderos posters para colgar en la pared. ¿Y lo más bonito? Pues rescatar la combinación de viñetas y rock and roll. Una combinación que, sin la ambición de reflejar biografías completas, si se centra en episodios concretos, puede dar páginas verdaderamente gloriosas.