VALÈNCIA. La idea de exigir que El Perellonet, pedanía de la ciudad de València, sea considerada como una Entidad Local Menor, crece poco a poco entre sus vecinos. Las diversas peticiones de la pedanía a la institución de la que dependen, el Ayuntamiento de València, y que todavía persisten, han generado un caldo de cultivo que ahora está abonando la batalla por los cambios implantados en la carretera que les da acceso, la CV-500.
Así lo confirman diversas fuentes vecinales, quienes asegurán que próximamente se va a poner en marcha formalmente una recogida de firmas para reclamar al Ayuntamiento de València que dirige el alcalde Joan Ribó que siga con esta pedanía los mismos pasos que está viviendo Benimàmet con el fin de convertirse en una Entidad Local Menor y tener, de esta manera, una mayor independencia.
Pero esta idea no es nueva, viene de antaño. Consultado sobre esta cuestión el que fuera presidente de la Asociación de Vecinos de El Perellonet hasta el pasado mes de diciembre, Luis Zorrilla, explica que esta sensación de desamparo ya ha arraigado en parte del vecindario y que la idea de convertirse en un ente con mayor libertad respecto al Cap i Casal hace años que existe entre muchos de los vecinos y vecinas de la pedanía. Sentimiento que se hace más notorio al compararse el pueblo con otros que sí gozan del carácter de una entidad local menor.
Así, el actual alcalde recuerda algunos argumentos que sustentan estas corrientes en El Perellonet, como la cantidad de recaudación impositiva que aporta al consistorio central. Según datos recabados durante el pasado mandato, El Perellonet aporta en recaudación unos 6 millones de euros juntando todos los impuestos y tramos municipales.
En cuanto a las inversiones que el Ayuntamiento hace en la pedanía, es difícil cuantificarlas con exactitud, explica, dado que muchas de ellas son de carácter general y repercuten de manera indefinida en su zona, como por ejemplo el gasto en los buses de la EMT que allí llegan. Con todo, fuentes vecinales ponen el grito en el cielo porque auguran que la diferencia entre lo que aportan los vecinos y lo que llega después en inversión es muy elevada.
Pero lo que ha colmado el vaso ha sido la guerra que libra no sólo El Perellonet, sino también otros municipios y pedanías de su entorno, contra los cambios que durante los últimos años ha hecho tanto el Ayuntamiento de València como los que pretendía hacer la Conselleria de Obras Públicas en la carretera CV-500, que une el Cap i Casal con las pedanías del sur y otras localidades.
El departamento autonómico que ahora dirige el conseller Arcadi España tenía la intención de transformar esta vía que atraviesa la Devesa en un bulevar ajardinado, reduciendo su ancho y el número de carriles por sentido de dos a uno. Cambio al que se añadiría la instalación de un carril bici y peatonal, y otras áreas de regeneración ambiental. Una actuación que se encontró con el rechazo frontal de asociaciones de vecinos, comerciantes y hosteleros de los pueblos del sur.
El estrechamiento de la carretera, sostienen, supondría un aumento de los atascos y una reducción del flujo de visitantes a las localidades, donde buena parte de la economía depende del turismo. "Si se hace, las pedanías morirán", han denunciado en reiteradas ocasiones. La falta de acuerdo, de hecho, se materializó en una tractorada que llegó hasta el centro de València. Finalmente, la Conselleria decidió meter el proyecto en un cajón.
Pero otras actuaciones puntuales llevadas a cabo por el Ayuntamiento de València no han agradado en absoluto, como la instalación de medianeras y bordillos que estrechan los carriles, y que junto con semáforos, ralentizan el tráfico pese a las continuadas quejas de vecinos y las posibles problemáticas de circulación en caso de emergencias. Los atascos se siguen produciendo y en pueblos como El Perellonet hay hastío.
También porque, por otro lado, el servicio de transporte público es deficiente y los tiempos de espera son excesivos. Una reclamación ya recurrente, la de mejorar la frecuencia de paso de los buses de la EMT, y cuya no resolución desconecta todavía más la pedanía de la gran urbe. Todo ello ha hecho resurgir un desapego que ahora pretende cristalizarse en una recogida de firmas para buscar una mayor autonomía.