Convertir el 9 de mayo en festivo en toda la UE sería una forma de celebrar lo que nos une y el éxito de la unión como paradigma de colaboración y convivencia
Aunque a buen seguro va a pasar desapercibido en la vorágine de las noticias post y pre-electorales, esta semana celebramos el día de Europa. El próximo jueves día 9 de mayo se conmemora el punto de partida del proceso de integración europea, cuando ese día de 1950 Robert Schuman, el por entonces ministro de exteriores francés, propuso la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Al año siguiente se creó, efectivamente, la CECA y sólo seis años más tarde, la Comunidad Económica Europea. La Unión Europea, que hoy integra ambas instituciones y mucho más, es la plasmación actual de aquel esfuerzo.
Aunque muchos sigan repitiendo la consabida cantinela de que somos miembros de la “Europa de los mercaderes”, cualquiera que esté hoy en día siguiendo el primer proceso de desintegración al que nos hemos enfrentado – el Brexit – sabe que las cosas no son tan simples. Si la construcción europea fuera tan sólo económica, la decisión británica habría sido mucho más fácil. Detrás de aunar intereses económicos, lo que subyacía es un proyecto político de integración en Europa. A pesar de que se ha dicho muchas veces, no debemos olvidar que vivimos en el lugar del mundo donde existe mayor libertad, paz y donde los ciudadanos cuentan con el nivel más alto de derechos. Asentada sobre las bases de la economía social de mercado, los padres fundadores de la Unión Europea diseñaron un modelo que respondía a los autoritarismos de la primera mitad del siglo XX con una propuesta donde el mercado es considerado el sistema menos malo, pero donde el Estado juega un importante papel para asegurarse de que nadie se quede desprotegido. Con todos sus fallos, estos principios se han consolidado y la Europa de la cohesión nacida del Acta Única Europea en 1986 dedica hoy en día más de un tercio de su presupuesto a Fondos Estructurales que disminuyan las diferencias entre sus ciudadanos.
Pero, además de todo ello, la Unión Europea es mucho más que una lista de competencias y de políticas que los estados miembros han transferido a las autoridades europeas. En muchas ocasiones, acciones poco costosas y en donde la UE tiene pocas competencias han sido sus mayores aciertos. Ejemplos de ello son el programa Erasmus en educación y los Programas Marco y el actual Horizonte 2020 en investigación. Aunque sus fondos son limitados y las competencias de educación e investigación residen en los estados, han contribuido más a reforzar la identidad europea y el papel de Europa en el mundo que otros programas mucho más caros. La eliminación del roaming o el Erasmus nos han unido, a buen seguro, mucho más que la Política Agrícola Común.
Sin embargo, las elecciones europeas a las que estamos convocados en tres semanas suelen recibir poca atención de los ciudadanos, no sólo en España, sino también en otros países. En muchas ocasiones no se es consciente de la importancia de nuestra representación en el Parlamento Europeo y reciben poca participación de los votantes. Incluso se utilizan, frecuentemente, como una oportunidad de castigar a partidos o gobiernos pensando que ello no va a tener repercusiones internas.
La única forma de evitar estos comportamientos es que los ciudadanos seamos más exigentes con los candidatos de las listas europeas y, por tanto, con sus partidos. Pero, para ello, los ciudadanos deben también conocer cuál va a ser el papel de sus representantes en el Parlamento Europeo. Por eso, es necesario apoyar iniciativas que aumenten el grado de conocimiento de los europeos sobre sus instituciones. Aprovechando que el próximo jueves día 9 es el día de Europa, durante la jornada anterior se hará una presentación en el Ateneo de Valencia a las 11h de la iniciativa El día de Europa. Dicha iniciativa propone convertir el 9 de mayo en día festivo en toda la Unión Europea. Con ello no sólo se haría más visible el proyecto europeo, sino que sería una manera de celebrar todos juntos lo que nos une y el éxito de la unión, como paradigma de colaboración y convivencia contrapuesta a la confrontación y al conflicto. La iniciativa del Día de Europa fue lanzada hace ahora un año y es un proyecto surgido desde la sociedad civil al que se han ido sumando diferentes asociaciones, universidades y algunos partidos políticos, donde personas individuales comprometidas en la defensa de la identidad común europea también actuamos como embajadores a título personal.
Esta iniciativa ya ha sido aprobada en el Parlamento Europeo el pasado 29 de enero, teniendo como ponente a la eurodiputada Maite Pagazaurtundúa, que va a participar también en la presentación del día 8, organizada por iniciativa de Sociedad Civil Valenciana. Me parece que la declaración del 9 de mayo como día festivo común para todos lo europeos puede ser una idea muy positiva, pues la UE, en definitiva, es un proyecto político, no económico. Iniciativas como ésta pueden hacer más por el sentimiento de ciudadanía europea que otros programas mucho más costosos y burocráticos. Celebremos Europa y sus valores, merecen la pena.